Crímenes que no olvidaré
Alicia Giménez Barlett
10 abril, 2015 02:00Alicia Giménez Barlett. Foto: Marta Pérez
La inspectora Petra Delicado a veces es feliz y otras no. A veces se pregunta si los policías tienen corazón y qué demonios le pasa a todo el mundo con los cuentos de horror. Petra Delicado detesta los folletines y los casos con aspecto de folletín. Y, como dice Fermín, su fiel escudero, que en uno de los casos aquí reunidos celebra, junto a toda la comisaría, en la clásica cena de hermandad del 22 de diciembre, con un clásico, también, frío polar, sus 40 años de servicio, como dice Fermín, decía, a veces Petra parece que prefiere conseguir la medalla al feminismo radical que una confesión. He aquí apenas un puñado de los rasgos de la temeraria, valiente y despiadada inspectora con más carácter del noir nacional. Una mujer que no necesita de rocas que la sujeten; ella es la roca. Y se dispara a sí misma contra un mundo que, como recuerda a menudo, no es en absoluto agradable.Así se muestra Petra Delicado en todos y cada uno de los relatos de esta colección que, más que una colección de relatos de crímenes que la inspectora no olvidará, es una especie de billete de ida a ciertos momentos de la vida de su protagonista. Así, el lector puede pasar una Navidad con la inspectora (y tener que vérselas con un no Papá Noel sospechoso de asesinato), un mes de agosto en una Barcelona atestada de turistas que, obviamente, Petra no soporta, un carnaval en Sitges, con muerto incluido, y un verano en un hotel de la costa que la inspectora aprovecha para poner a prueba a sus hijastros (con quienes ha viajado sola, Marcos se ha quedado en la ciudad) en el duro mundo de las pistas, los interrogatorios y los seguimientos. Quizá por eso resulte tan delicioso. Porque tiene algo de detectivesco para el lector, que puede echar un vistazo por la cerradura y ver a la inspectora ante la mesa en Nochebuena. Ojalá todos los detectives tuvieran algo así. ¿O no sería maravilloso sentarse junto a Philip Marlowe ante el árbol de Navidad y desenvolver regalos? ¿No sería un regalo?
Bien, pues algo así es Crímenes que no olvidaré. Un regalo para los amantes de los casos de la inspectora Delicado. Un regalo con aspecto de pequeño tesoro porque también es algo más, porque en la contención, en la obligada brevedad del cuento, hay magia. Magia negrocriminal. Interrogatorios exprés, a lo Poiro en los que la maestría (ya indudable) de Bartlett brilla como nunca y en los que el asunto de la lectura ágil y adictiva común al resto de su narrativa alcanza una nueva cima. Sus relatos son devorables.
Como nunca, devorables. Cada caso se devora, de hecho, en menos tiempo del que tarda la pareja (siempre en forma, porque lo suyo es ya un matrimonio que ha hecho del humor y la inocencia y el cinismo su bandera) en tomarse un par de copazos en su adorada Jarra de Oro. ¿Y qué decir de los casos? Que cuanto menos ponen a prueba la paciencia de la inspectora (o cómo convertir un cuartito de la limpieza en toda una sala de interrogatorios de cuyas paredes cuelgan mochos y escobas) y su talento para cazar (a lo Sherlock Holmes) a un puñado de mujeres fatales que lo mismo encierran a un borderline en una sauna que fingen crear una asociación de Bordadoras Reunidas. Bravo por Miss Bartlett. Bravo porque, como dice Garzón, "por algo somos los mejores". A lo que Delicado, siempre tan poco delicada, replica: "¿Lo somos?". Ante lo que Fermín añade un: "Yo siempre lo he creído, inspectora". Pues sigue así, Garzón, sigue así.