La bendición de la tierra
¿Merece Hamsun salir de los infiernos? ¿Su literatura está fatalmente contaminada por su identificación con el nazismo? El 7 de mayo de 1945 el escritor noruego publicó un estremecedor obituario de Hitler: "Fue un guerrero en lucha por la humanidad, un apóstol del Evangelio del Derecho de todos los pueblos". Aclamado por autores como Thomas Mann, André Gide y H. G. Wells, Knut Hamsun (1859- 1952) obtuvo un merecido Nobel de Literatura en 1920. En 1943 regaló la medalla a Goebbels como gesto de adhesión incondicional al Tercer Reich alemán, provocando la desolación de todos los demócratas.
Cuando Noruega fue liberada, Hamsun fue procesado, multado e internado en un psiquiátrico. Sus compatriotas quemaron sus libros y hoy en día sólo unos pocos lugares honran su obra, que no su memoria. La bendición de la tierra apareció en 1927. Es una novela brillante, emotiva, de profundo lirismo, que narra las peripecias de un matrimonio campesino, Isak e Inger. Isak es un hombre corpulento, tenaz y algo primario, que responde a cualquier reto con su asombrosa, casi titánica, capacidad de trabajo. Inger es una mujer poco agraciada, con el labio leporino, que también se esfuerza para convertir una tierra salvaje en una próspera granja, con campos sembrados de cereales, patatas y árboles frutales. Una pequeña cabaña ganadera, con cerdos, vacas y un caballo, les ayudará a soportar los duros inviernos en un paisaje que sólo parece apto para la supervivencia de los lapones. Hamsun no disimula su ternura hacia los personajes: "Seres solitarios, toscos y robustos, pero buenos el uno para el otro, para los animales y la tierra".
La vida en la naturaleza no es edénica, pues a veces no llueve y las cosechas se malogran. La imperfección del ser humano se manifiesta en su incapacidad de convivir con sus semejantes sin herirles, agraviarles o incluso matarlos. Inger alumbra a sus hijos sola, aguantando el dolor con estoicismo. No quiere perder ni un día de trabajo, pero tampoco desea tener un hijo con el labio leporino. Cuando su temor se cumple, reacciona de forma brutal. A pesar del trágico incidente, el mundo rural encarna para Hamsun las virtudes que no existen en las grandes ciudades: "sembrar es un acto de devoción", 2el grano equivale a la vida", "las tierras yermas" son una promesa de feracidad. Hamsun describe el mundo exterior como un exilio. Las grandes ciudades son tumultuosas y hostiles. "El mundo es extenso y rebosa lugares", pero la paz sólo se obtiene al volver a casa. Los campesinos no suelen ser los protagonistas de los grandes cambios históricos, pero son el pan de la humanidad, el suelo fértil que garantiza la continuidad de nuestra especie.
Hamsun escribe con una prosa elegante, sencilla, con la hondura de un arado que fecunda la tierra. Sus páginas poseen la luz tranquila del norte de Europa, la serenidad de sus lagos, el ritmo tranquilo de unas regiones en los confines del mundo. ¿Se advierte alguna relación entre su exaltación de lo telúrico y la mística nacionalsocialista? Yo no he podido evitar pensar en Heidegger, enamorado de la Selva Negra, con sus sendas en penumbra y sus claros que propician la manifestación del ser. Sería injusto negar el genio del filósofo alemán o la maestría narrativa de Hamsun, pero ambos participan de esa nostalgia por el mundo preindustrial que caracteriza al pensamiento reaccionario. Afortunadamente, La bendición de la tierra puede leerse como una obra poética, libre de una carga ideológica que apunta hacia la utopía del "granjero-soldado". De hecho, ese aspecto sólo se aprecia al distanciarse de la novela y ubicarla en un contexto histórico posterior.
Por otro lado, el infanticidio de Inger, lejos de ser justificado desde un punto de vista eugenésico, se presenta como un ejemplo de la crueldad de la sociedad con los más débiles y enfermos. Y, en ningún momento, se aprecia racismo hacia los lapones, sino simpatía y complicidad.
Knut Hamsun es uno de los grandes creadores del siglo XX, pero desgraciadamente nada podrá evitar que siga caminando al lado de Céline, Ezra Pound y Pierre Drieu La Rochelle, extraordinarios escritores y seres humanos que se enredaron con una sombría utopía.