Un año rico pero sin grandes nombres
Lo mejor de 2015: Letras | Análisis
24 diciembre, 2015 01:00
nuestra lista de la mejor narrativa en castellano de 2015, huérfana por primera vez de la rigurosa aportación de Ricardo Senabre, procedamos a un cómputo estadístico frío: siete mujeres, tres hombres. Los cuatro primeros títulos publicados por Anagrama. Sólo dos latinoamericanos, un argentino y una colombiana. Cinco títulos que se relacionan de forma directa y explícita con la memoria biográfica de sus autores. De ellos, dos responden a géneros de la memoria debatiblemente narrativos, el diario y la correspondencia: uno es póstumo, el otro recupera textos escritos a lo largo de años. Hay un libro de relatos. Las editoriales independientes y pequeñas asoman la cabeza más que otras veces en las listas individuales de los críticos, aunque en el cómputo final sólo entre un título de una independiente que no es minúscula, Libros del Asteroide. Caballo de Troya, en su primer año ensayando la fórmula del editor residente (Elvira Navarro), logra estar representada en la lista. No hay literatura de género: no hay negra, ciencia-ficción ni terror, salvo en algún extremo de los relatos de Fernández Cubas. Por hacer un corte generacional que admitimos arbitrario, digamos que sólo tres autores tienen menos de 40 años: Sara Mesa, Pablo Gutiérrez, Gabriela Ybarra. En fin, aunque podríamos discutir durante horas qué cosa es una literatura política -en el año en que se fue Chirbes, uno de sus exponentes-, un criterio de mínimo consenso permite establecer que hay, al menos, dos libros que toleran bien esa etiqueta.
En lo más alto del podio, Farándula de Marta Sanz es una novela de solidez indiscutible que tiene que afrontar la paradoja de lograr el éxito (premio Herralde, aplauso crítico, etc.) desde una voluntad confesa de incomodar. No es extraño que todos los críticos la hayamos incluido en nuestras listas. Y si este año se ha publicado un libro importante más allá de gustos, ese ha sido el primer volumen de Los diarios de Emilio Renzi, a.k.a. Ricardo Piglia, tanto tiempo anticipado como vertebral para entender la literatura argentina y latinoamericana de las últimas décadas. La invasión de Anagrama resulta llamativa pero no del todo injustificada, si bien También esto pasará de Milena Busquets es, de sus cuatro apuestas reconocidas aquí, la que ha suscitado posturas más encontradas entre los lectores y entusiasmos más súbitos en el mercado.
La escasa presencia de narradores hispanoamericanos resulta extraña en un buen año al otro lado del Atlántico, cuya literatura aún asimila la pérdida de la topoderosa Balcells. En cambio, la mayoría de autoras es una fotografía exacta de la narrativa del curso, y eso que en la lista no ha entrado, por ejemplo, Samanta Schweblin, junto a Sara Mesa una de las escritoras más mencionadas de los últimos meses entre lectores exigentes. Ojalá ese reconocimiento de la realidad se repita en años con mayor presencia de Grandes Nombres Inesquivables Oficiales, casi todos ausentes en 2015. Por otro lado, algunas de las propuestas estéticas más rarunas y periféricas del año no se recogen en el mapa que traza la clasificación final, tal vez porque su obligación es, precisamente, quedar fuera; cabe preguntarse cuál es la de los cartógrafos. Sea como sea, la lista que se presenta en este número habla de un año narrativo más rico de lo que pueda parecer, por disperso y poco jerárquico.
El curso poético se caracterizó por la consolidación de jóvenes sellos de indudable calidad como La Isla de Siltolá o La Bella Varsovia. También se confirman dos grandes líneas: la de la poesía a pie de calle, contagiada por la indignación ante la realidad y el desaprendizaje necesario, y otra línea contemplativa que exalta la luz y el goce de existir.
En cuanto al resto, por primera vez distinguimos entre ensayo español y extranjero, pues es difícil encontrar, en el año de la política ilusionante, demasiadas semejanzas entre lo que se escribe, en el apartado de la no ficción, dentro y fuera de España. Nuestros ensayistas atienden con insistencia a temas actuales, mirando atrás en busca de explicaciones: el soberanismo -que ya el año pasado colapsó las mesas de novedades-, los avances científicos, la democracia movilizativa, las clases sociales, los desafíos del nuevo milenio o las enseñanzas de la Transición; con respecto a 2014, en fin, más política y menos economía. Solo dos libros de historia digamos cultural -el de Ramón Andrés y el de Manuel Alberca- tienen su sitio entre lo mejor del año. De fuera nos llegaron propuestas notables sobre la Ilustración, la Segunda Guerra Mundial o la historia de las religiones, acaso como un intento de entender el fanatismo y la sinrazón, no lejos de ser hoy los principales retos a que se enfrenta Occidente.
Para leer En lo más alto del podio, Farándula de Marta Sanz es una novela de solidez indiscutible que tiene que afrontar la paradoja de lograr el éxito (premio Herralde, aplauso crítico, etc.) desde una voluntad confesa de incomodar. No es extraño que todos los críticos la hayamos incluido en nuestras listas. Y si este año se ha publicado un libro importante más allá de gustos, ese ha sido el primer volumen de Los diarios de Emilio Renzi, a.k.a. Ricardo Piglia, tanto tiempo anticipado como vertebral para entender la literatura argentina y latinoamericana de las últimas décadas. La invasión de Anagrama resulta llamativa pero no del todo injustificada, si bien También esto pasará de Milena Busquets es, de sus cuatro apuestas reconocidas aquí, la que ha suscitado posturas más encontradas entre los lectores y entusiasmos más súbitos en el mercado.
La escasa presencia de narradores hispanoamericanos resulta extraña en un buen año al otro lado del Atlántico, cuya literatura aún asimila la pérdida de la topoderosa Balcells. En cambio, la mayoría de autoras es una fotografía exacta de la narrativa del curso, y eso que en la lista no ha entrado, por ejemplo, Samanta Schweblin, junto a Sara Mesa una de las escritoras más mencionadas de los últimos meses entre lectores exigentes. Ojalá ese reconocimiento de la realidad se repita en años con mayor presencia de Grandes Nombres Inesquivables Oficiales, casi todos ausentes en 2015. Por otro lado, algunas de las propuestas estéticas más rarunas y periféricas del año no se recogen en el mapa que traza la clasificación final, tal vez porque su obligación es, precisamente, quedar fuera; cabe preguntarse cuál es la de los cartógrafos. Sea como sea, la lista que se presenta en este número habla de un año narrativo más rico de lo que pueda parecer, por disperso y poco jerárquico.
El curso poético se caracterizó por la consolidación de jóvenes sellos de indudable calidad como La Isla de Siltolá o La Bella Varsovia. También se confirman dos grandes líneas: la de la poesía a pie de calle, contagiada por la indignación ante la realidad y el desaprendizaje necesario, y otra línea contemplativa que exalta la luz y el goce de existir.
En cuanto al resto, por primera vez distinguimos entre ensayo español y extranjero, pues es difícil encontrar, en el año de la política ilusionante, demasiadas semejanzas entre lo que se escribe, en el apartado de la no ficción, dentro y fuera de España. Nuestros ensayistas atienden con insistencia a temas actuales, mirando atrás en busca de explicaciones: el soberanismo -que ya el año pasado colapsó las mesas de novedades-, los avances científicos, la democracia movilizativa, las clases sociales, los desafíos del nuevo milenio o las enseñanzas de la Transición; con respecto a 2014, en fin, más política y menos economía. Solo dos libros de historia digamos cultural -el de Ramón Andrés y el de Manuel Alberca- tienen su sitio entre lo mejor del año. De fuera nos llegaron propuestas notables sobre la Ilustración, la Segunda Guerra Mundial o la historia de las religiones, acaso como un intento de entender el fanatismo y la sinrazón, no lejos de ser hoy los principales retos a que se enfrenta Occidente.