Image: Estaciones de tren (3)

Image: Estaciones de tren (3)

Letras

Estaciones de tren (3)

17 agosto, 2016 02:00

La historia de "Estaciones de tren" se acerca a su final y la relación entre los dos protagonistas se va complicando y enrareciendo al darse cuenta que la realidad se interpone entre ellos. Este relato pertenece al libro de cuentos Piscinas vacías (Alfaguara), de Laura Ferrero, que llega a las librerías el 6 de octubre .

- Primera parte
- Segunda parte

V
UELVE de Milán en un avión lleno. Ha salido con retraso y se ha pasado horas deambulando por el duty free, sin comprar nada, con la mirada perdida entre cremas antiedad y perfumes caros. Solo quiere llegar a casa.

Antes de entrar en el avión ha hablado con él. Sí, estaba cansada. Pero sí, quería verle.

Cierra los ojos mientras el avión despega y se eleva, lentamente, hacia un cielo helado. Un cielo de invierno. Junto a ella, en el asiento del pasillo, se ha sentado un hombre guapo. Es francés. Al otro lado, viajan dos niñas y su mujer.

Piensa entonces en los hijos de él, a los que ha visto en fotos. Son guapos. Piensa también en su mujer, a la que no ha visto en fotos. A la que seguramente tampoco querría ver. Ni en fotos.

"Te recogeré a las nueve. Tengo ganas de verte."

El hombre de al lado dibuja en un cuaderno. Su hija pequeña le pide que le dibuje el fondo del mar. Él se esfuerza: corales, peces, un pulpo de largos tentáculos.

-Pero, papá, ¡falta un tiburón! ¡Yo quiero un tiburón!

Y él lo intenta otra vez y dibuja un tiburón con una aleta deforme y una mandíbula exorbitante. Las niñas ríen.

La mujer también. De repente la miran como si formara parte de aquella familia.

-¿Tienes hijos?

-No. No tengo.

Fuera, a través de la ventana del avión, no se ve nada. Solo oscuridad.

Allí estás. Has aparcado el coche en una estrecha calle del centro. Escuchas cómo la lluvia golpea las ventanas del vehículo. La esperas desde hace unos minutos. Te viene a la cabeza de nuevo el asunto de los budistas y la conciencia. Mientras estás ahí, atento por si aparece, has salido de tus tres estados habituales. Sonríes. No sabes cuántos estados budistas ocupa la alegría, la felicidad. Lo que sabes es que en tu vida ella empieza a abarcarlos todos.

Está lloviendo mucho. Piensas en tu isla, que estos últimos tiempos está extrañamente presente en tu vida. Recuerdas cosas de tu infancia y no sabes por qué, pero sientes el deseo de contarle esas cosas a ella. Como si fuera un recipiente. Como si pudiera saber algo de esos trenes con los que soñabas de pequeño.

Te gusta ver cómo los trenes abandonan raudos las estaciones. Eres un buen espectador.

Lo sabes. Como sabes que ella también lo sabe.

De repente la ves. Está ahí, sonriéndote frente a una tienda de telefonía móvil.

Lo que más te gusta de ella no es que sea guapa. Hay muchas chicas que lo son. Te gusta cómo te mira, cómo se ríe de ti, cómo tú se lo permites.

Os decís hola y la abrazas. Te gusta tenerla así, tan cerca.

Te gustaría besarla, pero nunca lo has hecho y crees que probablemente nunca lo harás.

Tienes miedo de que te rechace.

Empezáis a andar mientras te explica sus peripecias de estos días. La escuchas atento, y te cuenta, al final de su relato, que ha visto a un hombre en el avión que le recordaba a ti.

Le dices que esperas que fuera guapo y ella se ríe.

Vais bajando por la calle y te lleva a una tienda de decoración que aún está abierta. Te pide que entres con ella y la ayudes a escoger una taza de desayuno para una amiga.

-A ti no te puedo regalar tazas para desayunar. No sabrías dónde ponerlas, ¿verdad? ¿Qué le contarías a tu mujer?

La observas hablar con la dependienta, y te suena el teléfono. Es tu hija.

Sales de la tienda, pero sigues observándola a través del cristal. Te ves a ti mismo hablando con tu otra vida, con esa vida a la que ella no pertenece.

Tu hija te pregunta si el viernes puede ir al cine con unas amigas. Le dices que sí. Quiere saber si podrías ir a recogerla a las nueve y media, y vuelves a asentir porque no quieres alargarte. Cuelgas cuando ella sale de la tienda.

-Era mi hija -le dices.

Entonces ella te da la taza que ha comprado.

-Ponla donde quieras. Es una tontería, pero me gustaría que la tuvieras. Feliz Navidad.

- Primera parte

- Segunda parte