Sospechosos en tránsito
Varios autores
21 abril, 2017 02:00Cristina Peri Rossi, Méndez Guedez, Gabriela Wiener y Clara Obligado
Doménico Chiappe, a quien debemos la selección que conforma esta antología de relatos titulada Sospechosos en tránsito. Las vueltas abiertas de América Latina, ha titulado su prólogo con un término seductor, "Micronaciones". En su Atlas de micronaciones (muy bien traducido al catalán por Lucia Pietrelli, pero inédito en castellano), el italiano Graziano Graziani nos recuerda la "naturaleza excéntrica" de las micronaciones y aventura la conveniencia de que el destino del hombre sea "superar la idea del estado-nación para asumir una federación global de estados-individuos en la que cada ciudadano tenga plena soberanía sobre sí mismo".Pensando en los autores integrados en este volumen desde esa perspectiva, el programa de Graziani sigue irresuelto: no parece que estos latinoamericanos "en tránsito" entre sus países natales y la España que los acoge hayan logrado una soberanía cívica más plena que la de cualquiera de nosotros, tan precaria. Al contrario. Que Chiappe titule al volumen con un "sospechosos" nada sospechoso de ser ajeno a sus connotaciones fiscalizadores lo reafirma. Pero si partieron "para encontrar una voz narrativa" soberana, en ese caso el libro registra un buen número de micronaciones exitosas (toda micronación es una victoria de lo poético sobre lo político, no por ello menos política), aunque la sospecha opere igualmente sobre sus estéticas desde el discurso canónico (que suele ser, caramba, macronacional).
Encabezados por una cita del cantante Charly García (el desequilibrio de su popularidad a un lado u otro del Atlántico es otra prueba de la persistencia de ciertas formas de alteridad), Sospechosos en tránsito recoge veinte relatos de autores unidos por sus circunstancias vitales (latinoamericanos en España, insistamos). Son tres grandes epígrafes ("Relaciones", "Violencias" y "Exilios") bajo los que se relacionan con naturalidad unas piezas que, reducidas a estadística, se reparten entre siete mujeres y trece hombres; o bien, cuatro voces argentinas, seis peruanas, tres venezolanas, dos ecuatorianas, una uruguaya, una cubana, una guatemalteca, una mexicana y una colombiana.
Y aunque esta antología presenta diferencias temáticas de una amplitud sorprendente, la lectura conjunta permite indagar en las consecuencias del exilio. Y eso que el asunto pocas veces es el centro explícito de los relatos, siendo María Fernanda Ampuero, Consuelo Triviño y Clara Obligado quienes lo enfocan de un modo más directo, notable en los tres casos.
Así, es significativa la recurrencia de los espacios de transición o propiedad difusa (los aeropuertos y su sección de Objetos Perdidos, los hospitales y hoteles, las terrazas comunitarias, los taxis... También el sexo, ese espacio moral compartido una noche o tres décadas); es igualmente lábil o conflictivo saber a qué se refieren los narradores cuando cruzan geografía y posesión ("nuestra ciudad", escribe Karina Sáinz), y ellos mismos se preguntan por el papel del espacio en la construcción de la memoria (Elisa Fuenzalida), o por el peso sobre su propia vida de una historia nacional violenta (Casciari, o Salem y el sortilegio de pronunciar ‘Perón'); ¿y por qué es tan representativo del volumen un personaje como la madre descrita por Gabriela Wiener, que a veces "no sabe dónde está", lo mismo que su propia hija? Confusiones, vacilaciones, intersticios identitarios o institucionales, deslocalizaciones: tránsitos. Con ellos y con los tópicos que producen y de que se alimentan, también se puede hacer cachondeo, como demuestran Fernando Iwasaki o Juan Carlos Méndez Guédez.
Y aunque citaré velozmente a Santiago Roncagliolo y Sergio Galarza porque me parecen muy logradas sus contribuciones, quiero acabar con el mismo Méndez Guédez, que se sirve de la idea de isla para pensar el exilio. Las islas tienen un poder imantador poderosísimo para sus habitantes, pero el venezolano nos recuerda que, sin embargo, "la esencia de una isla es su movilidad invisible". La metáfora sirve para identificar otra consecuencia de Sospechosos en tránsito: confrontado con la experiencia del nomadismo en el siglo XXI, un sedentario del XXI descubrirá que muchas amenazas que acechan a su micronación supuestamente arraigada son compartidas con las micronaciones en tránsito. Que hoy todos somos desarraigados de un modo u otro. Pesan sobre nosotros sospechas terribles, inducidas, culpables.