La ficción ha muerto, viva la ficción
Los escritores Agustín Fernández Mallo y Sergio del Molino en la Casa del Lector
Los escritores Agustín Fernández Mallo y Sergio del Molino debaten sobre la muerte de la ficción en la novela contemporánea en la octava y última Master Class Iberdrola de este curso del Máster en Crítica y Comunicación Cultural de nuestra revista. Ambos plantean en la Casa del Lector que la ficción no puede morir ya que cualquier texto, hasta el ensayo más riguroso, es en sí mismo una ficción.
"En líneas generales estoy muy de acuerdo con Agustín, al contrario, estamos asistiendo al triunfo superlativo de la ficción, ya que ésta lo puede abarcar todo", coincide Sergio del Molino (Madrid, 1979), autor cuya trayectoria narrativa apuesta decididamente por una literatura narrativa no ficcional con obras autobiográficas y ensayísticas como La hora violeta o La España vacía. "A lo que hemos asistido es a una demolición lenta, a lo largo de varias décadas, de un pacto de lectura acerca de lo que convencionalmente se consideraba ficción y no ficción, líneas que ahora mismo ni a lectores ni a escritores ni a críticos les sirven para interpretar lo que es la literatura", opina el escritor.
"El psicoanálisis, que se reveló como una cosa profundamente científica y muy dañina a nivel médico, sin embargo nos ha dado el privilegio de releer toda la literatura universal y de darnos cuenta de que buen parte de lo que considerábamos ficciones, pura fantasía, en realidad eran construcciones, máscaras para esconder el yo en las que se pueden rastrear las raíces autobiográficas", ahonda del Molino. Por eso para Fernández Mallo toda novela habla de uno mismo y el concepto de autoficción es una redundancia. "Las novelas que tan aparentemente hablan de un mundo ajeno al yo como Cien años de soledad, en realidad hablan de su autor, en este caso García Márquez. Habla de su cosmos, de sus odios, de sus anhelos, y por eso solo la podría escribir él, como solo cada uno de nosotros podemos escribir nuestras propias novelas. Aunque transformemos el relato con unas máscaras, en él reside nuestro yo". Aunque sí reconoce el gallego que lo que está cada día más en desuso son esas mismas máscaras como género, "la novela naturalista o novela del yo".
Todo es ficción...
Pero ambos escritores hacen extensivas estas reflexiones a ámbitos que trascienden la pura literatura, como la ciencia o la historia. "Existe un debate en el mundo de la física teórica sobre presentar la física como una narración del universo, como un relato mítico de hipótesis que no se pueden demostrar. Es un génesis, como los relatos religiosos", explica del Molino. "Incluso los recuerdos son ficción. Todo recuerdo es una ficción porque el cerebro humano recuerda muy mal, así que rellena nuestros recuerdos con narraciones", apunta. "Es por eso que la narrativa de inspiración autobiográfica, tan en boga hoy, se basa en realidad en construir ficciones porque los propios recuerdos son ficciones. Y el lector en general es consciente de eso, por lo que estamos ante un nuevo pacto de lectura, no ante una muerte de la ficción, que existe y existirá siempre porque forma parte de nuestra manera de fabular y de relacionarnos"."Conozco a muchos historiadores que están convencidos de que la historia es una narración y como tal es una construcción literaria, una ficción que tiene una intencionalidad, lo que no quiere decir, por supuesto, que no existiera, pero sí que tiene interpretaciones distintas en función de multitud de factores", valora el madrileño. Entonces, ¿dónde se queda el dato, la realidad objetiva, el hecho? Fernández Mallo asegura que sí que hay hechos objetivos, pero que lo que nos hace humanos no es ese hecho en sí, sino la interpretación que hacemos de él, una interpretación cultural. "El hecho no puede estar aislado, necesita una interpretación para que aparezca el relato, la ficción. Se convierte así en una ficción consensuada. Todos hemos consensuado lo que es una mesa, pero si ahora llega aquí un extraterrestre y le preguntamos lo que es esa mesa, hará su propia teoría "marcianológica". Es decir, lo que importa es el relato que él construye".
"Y en realidad, yo creo que eso es lo que es, centrándonos en la ficción, ser un escritor", sentencia Fernández Mallo, "el que vive como un extraterrestre recién aterrizado en el planeta Tierra y comunica a sus congéneres cosas ya vistas mil veces pero de otro modo, un poco desenfocadas. Por eso para ser escritor no hace falta irse a lejanos desiertos, porque la realidad susceptible de ser poetizada está aquí, ahora, y alguien con una capacidad de penetración suficiente podría hacer con cualquier cosa la mayor novela de la historia", incide el también poeta. "Proust hizo toda una obra gigantesca, entre otras cosas, a través del sabor de una magdalena, ¿hay algo más prosaico que una magdalena? Pero él la vio como nadie la había visto antes. Es decir, la vio como un extraterrestre. Eso es lo que es ser un creador y construir una ficción", concluye.
...pero todo es realidad
Una ficción, que por supuesto parte de la realidad, de alumbrar la realidad de otra manera. "Es un problema filosófico muy viejo el de la relación con la realidad. Sí, es cierto que hay una realidad y lo que narramos tiene que ver con esa realidad", admite del Molino antes de proponerse ahondar en el periodismo, que es "un intento de contar esa realidad. En el periodismo lo que hay es un pacto de lectura, no se da tanto una realidad objetiva como un cruce de visiones. El periodista tiene el pacto, no de contar la verdad, que todos sabemos que es incognoscible y que fuera de ser un problema filosófico no tiene sentido; sino de ajustarse a una realidad desprejuiciada y transmitirla fielmente. No puedo eliminar la subjetividad, porque tendría que matarme, pero reflejo honestamente lo que veo y siento", explica. "Todo es realidad, pero la propia realidad es cambiante según quien la perciba o la relate y ahí es donde entra en juego, de nuevo, la ficción".Por esta difícil simbiosis entre realidad y ficción, los dos narradores se muestran muy reacios a la moda, primero cinematográfica, ahora literaria, de etiquetar los productos como Basado en hechos reales. "No quiero ser duro, pero me parece un puro analfabetismo funcional. ¿Qué no está basado en hechos reales? Todo está basado en hechos reales, hasta la ficción más ficción. El ser humano no puede narrar nada que le sea totalmente ajeno. Tú no puedes contar nada que previamente no esté dentro de ti, y si está dentro de ti es que es real", zanja Fernández Mallo. "Hay otro aspecto que me interesa más que se da mucho en la literatura anglosajona, ese apartado que aparece al principio del libro y dice: cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, lo que ya supone una alerta, y que en realidad lo que dice es: estoy hablando de mi padre. Cuando insistes mucho en que un personaje o una historia no es real, es todo lo contrario", añade del Molino.
El escritor exhibicionista
Pero como apuntaba Sergio del Molino, la lectura psicoanalítica ha desmontado en la actualidad ese tipo de pactos de ficción, vemos que las ficciones no son entidades inocentes, sino que esconden otra cosa y que además el lector las traspasa muy fácilmente. Quizá por eso, en la literatura de hoy la desaparición de las máscaras a la hora de escribir favorece la aparición y proliferación de temáticas en torno a la vida personal, incluso íntima de los escritores, que se transforman en narradores exhibicionistas. Pero para ambos autores el problema no reside en la temática. "Las cosas, grandes o pequeñas, no tienen importancia por sí mismas, sino en la medida en cómo se presenta el relato. ¿Qué me importa más, la Batalla de las Ardenas o la magdalena de Proust?", se pregunta del Molino. "Hoy por hoy es más importante un trozo de magdalena, porque la importancia la da la narración en sí misma. Un buen relato puede hacer de algo banal la cosa más grandiosa. Depende del talento. Lo que reprochamos a algunos escritores no es que cuenten pequeñeces, sino que las cuenten mal. Lo que hay es un exceso de mala literatura, porque no todos somos Proust".En cualquier caso, lo que parece estar claro es que la llamada autoficción de hoy no supone ni puede suponer por reacción, una vuelta a la literatura del siglo XIX, a lo que ésta significó y a cómo se conformó. "Nunca se puede volver atrás en nada, ni en la novela. Lo que importa es como las capas de conocimiento van conformando nuestro presente. Podrá volver la novela de corte naturalista, pero nunca podrá ser como la de antes, porque el escritor no podrá obviar toda la literatura del yo que ha transformado la historia de la literatura", opina Fernández Mallo. "Ahora hay incluso a nivel social, miremos el facebook, una inflación del yo, de la sentimentalidad y la subjetividad". Por su parte, del Molino cree que en un sentido cíclico sí puede darse un regreso a modelos pasados. "Ahora estamos volviendo al tipo de literatura que hacían Montaigne o Marcial, yo creo que no es ir hacia atrás o adelante, sino que es un diálogo con la tradición que se reactualiza en función de la sensibilidad de cada tiempo y de lo que nos interesa".
Una ficción mutante
Como conclusión, ambos escritores apuntan que la ficción goza de buena salud y de que lo único que ocurre es que el pacto de ficción, el concepto de novela que todos tenemos en la cabeza, ya no existe. Lo cual ninguno de los dos ve como un problema en sí mismo. "El tipo de novela que hasta ahora conocíamos está en vías de extinción, pero no la novela como género. Sencillamente, muta. Son mutaciones, necesarias para, precisamente, su supervivencia", analiza Fernández Mallo. Pero entonces, ¿cuáles son las alternativas que se les presentan a los escritores, a la literatura, para conectar con los lectores? "Cuando el pacto de la ficción se agota y el lector pierde esa ingenuidad, los escritores vamos buscando otras estrategias. No es que la ficción no sirva, es que la forma de presentar la ficción no sirve porque ya no estimula al lector, entonces se buscan otras vías", admite del Molino. "Hemos pasado del narrador omnisciente al lector omnisciente, muy descreído y muy consciente de los juegos de la ficción por lo que entra jugar con el escritor y se relaciona de una forma mucho más rica a todos los niveles. Es capaz de aceptar aproximaciones que un lector de hace 50 años no aceptaría. Por eso es un lector mucho más lúdico y mucho más abierto".Pero además, por si caemos en la tentación de vernos perdidos en una modernidad de reciente invención, Sergio del Molino ya nos advierte de que este tipo de literatura que ahora consideramos el último girito, no nació ayer. "Cuando Cervantes escribe El Quijote, se preocupa mucho de recalcar que él es únicamente el traductor o el narrador, pero no el autor. Todos los componentes de la autoficción, de la posmodernidad, del juego de autores, ya están contenidos en El Quijote, no hemos inventado nada", concluye el escritor.