Nicaragua y Sergio Ramírez
Sergio Ramírez
Hay escritores que nacieron para serlo e identificarse con su país sin ser nunca nacionalistas. Hay escritores que han nacido para ser protagonistas de su país y en su país, desmintiendo la técnica de la mezquindad, de la que hablaba el artista universal Manuel Millares, siguiendo la vieja e inicua proclama de que nadie es profeta en su tierra. Hay escritores que nacen para ser su propio país, escribir su historia, vivir ellos mismos la historia de su país, ser parte de él y, sin embargo, trascienden en todos los sentidos de su país, sin dejar de ser parte integral de su país y cronistas poéticos de la tierra. Ahí, entre esos escritores, tan contemporáneos como clásico, está Sergio Ramírez gracias a su obra y a su vida. Su obra literaria está tan enraizada en su país, y en la poética de lo que es Nicaragua, que no se puede concebir que, en los recovecos de sus textos, no esté la fotografía de su nación. Un pequeño país centroamericano que ha luchado en viejas y coetáneas temporadas contra dictaduras, desafueros, tiranos y sátrapas (como el que ahora mismo gobierna en Managua, Daniel Ortega).Nicaragua es poética, desde su propia historia y canción, hasta la manera misma de vivir y vestirse de su gente; en el modo de hablar del pueblo y en la manera de escribir de sus escritores; en la gastronomía y en el paisaje, en la cercanía de sus gentes y en la lejanía exótica de su nombre, que viene y va al agua, elemento vital que a mí, al menos se me hace cuento que no haya nacido de la poesía. Y ahí está, en el centro de sus nombres, como un tronco que nunca ha dejado de dar al mundo su escritura literaria, el nombre de Sergio Ramírez. El nombre y el hombre, que es el estilo, un indio mestizo que aparenta siempre un mohín melancólico en sus gestos, pero en el que siempre hay, y no es mera apariencia, una incipiente sonrisa de optimismo en su rostro.
Sergio Ramírez llegó a ser un importante político de su país, en el momento histórico en que los sandinistas llegaron al poder en Nicaragua tras una cruenta y, como todas, injusta guerra entre hermanos. De esa época y de sus rupturas, Ramírez sacó unas memorias poéticas que no dejaban de ser también recuerdos ajustados de su paso por la vida política del país: Adiós muchachos. Magnífico texto que nos hace entender tantas cosas de su país. De sus novelas, siempre preferiré Margarita está linda la mar, título que toma de su gran padre Dios literario, Rubén Darío, el poeta que se paseaba por Madrid tambaleándose y la gente creía que estaba borracho, cuando en realidad llevaba sobre sus espaldas todo el peso de la poesía de la lengua española. De ahí, de Darío venimos casi todos, pero Sergio Ramírez va y viene de Darío en la manera de entender tan pasionalmente la literatura en general y su escritura literaria en particular. Por todo eso y por muchas más cosas era un Premio Cervantes cantado. Más tarde o más temprano, Ramírez estaba llamado a engrosar por sus propios méritos al lista de los galardonados por el Cervantes.
Hay quienes creerán que le ha llegado en su justo momento. O quienes creerán que debieran haber esperado unos años más. Yo, sin embargo, soy de los que creen que se lo deberían haber dado hace ya algunos años. Creo, también, que está linda la mar, como siempre, y más el día mismo de Santa Margarita (16 de noviembre). Y está contenta la poesía, toda Nicaragua y quienes queremos tanto a Sergio que no nos queda más remedio que conservar nuestra alegría. Enhorabuena, maestro y amigo.