Salir juntos a pelear: un año en Caballo de Troya
Lara Moreno y cuatro de sus autores publicados en 2017 hacen balance de su paso por el sello independiente alojado en las tripas del gigante Penguin Random House
15 diciembre, 2017 01:00Lara Moreno (izquierda) junto a autores publicados por Caballo de Troya en 2017
Dicen que mientras Picasso trabajaba en el cuadro Minotauro y caballo herido (1935), una señora muy distinguida le dijo que era un disparate pintar un caballo azul porque no existían animales semejantes. El artista le contestó: "Tiene usted razón, pero ¿no le gustaría que existieran?".Azul es también el Caballo de Troya que da nombre a la pequeña editorial del gigante Penguin Random House. Es el hijo díscolo y bohemio (y secretamente preferido) de un magnate y, como indica su nombre, nació para combatir a los imperativos del mercado editorial desde dentro del sistema. Constantino Bértolo fundó el sello como megáfono de voces literarias nuevas y diferentes y lo dirigió durante una década. Al jubilarse, el grupo matriz decidió que a partir de entonces invitaría cada año a un escritor a ejercer de "editor residente" de Caballo de Troya.
Como en las obras de Picasso, en la editorial se hacen los libros que a estos editores residentes les gustaría que existieran. En 2015 fue Elvira Navarro quien eligió los 8 títulos publicados ese año, un año después fue el turno de Alberto Olmos y este 2017 ha sido Lara Moreno la encargada de llevar las riendas del caballo. Invocando bajo el lema "No hay caballos azules" la anécdota del artista malagueño y antes de cederle el testigo a Mercedes Cebrián, la autora de Piel de lobo reunió el miércoles en la librería Tipos Infames de Madrid a los lectores y a cuatro de sus autores editados este año: Aroa Moreno Durán (La hija del comunista, recién galardonada con el Premio El Ojo Crítico de Narrativa), María Cabrera (Televisión), Mario Hinojos (Animal doméstico) y Florencia del Campo (Madre mía).
Además de ser jóvenes y hallarse en el despunte de su carrera literaria, los cuatro tienen en común que sus libros "hablan de la lucha", aunque con estilos, contextos y guerras muy distintas. Lara Moreno percibió este nexo a posteriori. "No tenía ningún plan, no suelo tener planes. Para mí la literatura en sí misma es una guerra, interna y externa. Si no es para guerrear, ¿para qué es esto?".
Para Hinojos, periodista cultural y escritor radicado en Barcelona, esto de "salir allá a pelear en compañía es algo difícil que suceda incluso en un sello independiente. Cuando ves que sale el primer libro, el primer round del combate, piensas ‘aún no me toca', pero es una sensación linda, aunque sabes de antemano que probablemente vas a perder la pelea contra todo lo que hay ahí fuera compitiendo contigo en cantidad y calidad".
Las referencias más explícitas al tema de la lucha física y la guerra se encuentran en el libro de Hinojos, que en Animal doméstico usa el estallido de una guerra en las calles como contexto para una indagación psicológica en el miedo y la memoria. También está muy presente el tema en La hija del comunista, cuyos protagonistas viven con las secuelas de dos guerras, la civil española y la segunda mundial. "No sé cuánto tiempo tiene que pasar en una familia y en la sociedad para que los efectos de una guerra se diluyan, ¿quizá tres generaciones?", se pregunta la autora.
Y si en el libro de Aroa Moreno la lucha del individuo contra el Estado tiene como escenario la propia identidad, en Televisión, de María Cabrera, la lucha contra el poder político y económico se dirime en el frente de la precariedad laboral, y parte de un caso real bien conocido: el ERE que hace cinco años afectó a más de 900 trabajadores de Telemadrid, donde trabajaba la autora del libro. Por último, en el caso de Madre mía, de Florencia del Campo, cuya historia también parte de su propia experiencia, la lucha es lingüística -ella la sitúa en el "terreno de lo indecible"- e interna, y se libra en el terreno de los roles familiares y en la obligación de los hijos en el cuidado de los padres durante la enfermedad.
Aunque le dijeron que podía publicar lo que quisiera, Lara Moreno asegura que sí se sintió bajo presión, impuesta por la autoexigencia de publicar títulos a la altura de los que eligieron sus predecesores. Además de escritora, es editora freelance, pero en esa faceta se dedica "a corregir libros, no a decidir nada". "Vivir la edición desde esta barrera es hermosísimo pero te carga de miedos y preocupaciones. El entusiasmo de los autores por esta oportunidad ha sido el mayor regalo", confiesa.
@FDQuijano