La rebelión de los superventas
Julia Navarro, Javier Sierra, Santiago Posterguillo y Eva G. Sáenz de Urturi
Julia Navarro lleva más de cinco millones de ejemplares vendidos de sus siete novelas; la trilogía de Santiago Posteguillo sobre Escipión superó el millón de copias; Javier Sierra alcanzó los tres millones de volúmenes de La cena secreta y ocupó un lugar de privilegio entre los best sellers del New York Times, y Eva García Sáenz de Urturi es un secreto a voces, con más de cien mil volúmenes vendidos en tres días de su último título, Los señores del tiempo. Los superventas arrasan, y no hay prejuicio que valga ni que les calle. Ya no.
A Santiago Posteguillo (Valencia, 1967), último premio Planeta, en cambio, no le importa mostrar sus cartas. Cree que debe su popularidad a que sabe recontar la historia narrada en los clásicos latinos y griegos pero en un lenguaje actual “que tampoco cae en una informalidad impropia”. Y lo hace, dice, “con una narrativa lo más cinematográfica posible, cruzando historias, argumentos, plano contra plano, intentando transmitir al lector la sensación de que está viendo una película o una serie de televisión muy entretenida. Sólo que, complementariamente, los lectores saben que soy fiel a los hechos históricos y a mucha gente le gusta disfrutar y, al tiempo, aprender historia”. Pero llegar al lector no siempre resulta fácil. Eva García Sáenz de Urturi (Vitoria, 1972) lo sabe bien. Licenciada en óptica y optometría, gestionaba la biblioteca de la Universidad de Alicante cuando escribió La saga de los longevos, su primera y exitosa novela, en el tiempo que robaba al trabajo y a sus hijos, entonces de cuatro y un año respectivamente.
Del rechazo al triunfo, vía web
Como ningún editor quiso publicar el libro, se lo autoeditó en Amazón en 2012 y, de boca en boca, en pocas semanas se había convertido en uno de los más vendidos en las redes, superando incluso a Ken Follet y cosechando grandes críticas en los blogs. Los internautas no dejaban de recomendarla, así que La Esfera de los Libros se adelantó a otros sellos y la contrató, multiplicando el éxito. El resto es historia: tras fichar por el grupo Planeta, cada nueva novela ha seguido sumando miles de lectores. Su última trilogía, La ciudad blanca acumula 700.000 devotos (“700.000 krakenianos”, dice ella), treinta y cinco ediciones y cinco traducciones. De ahí su orgullo: “Todavía hay quien prefiere obviar las cifras o no da la importancia que merece al hecho de que una escritora que no viene del mundo mediático y no es conocida por el gran público haya vendido tantas novelas a golpe de una masa silenciosa de lectores que la están recomendando. Pienso que es una buena noticia para el mundo literario y es muy bueno que los medios sepan verlo”."En las sociedades católicas el éxito ajeno se lleva mal. Es algo que como sociedad deberíamos hacernos mirar". Javier Sierra
En la cultura de las etiquetas
Javier Sierra es más contundente. A su juicio, “vivimos en la cultura de las etiquetas. Nos encanta clasificar el universo en blancos y negros, en izquierdas y derechas. Y en la mayoría de ocasiones esos apriorismos lo único que muestran es la ignorancia de quien los aplica. Antes me enfadaba que me etiquetaran de esto o de lo otro. Hoy me da igual. Apelo a mis lectores. Ellos saben la realidad compleja que esconden mis obras”. En cuanto a qué motiva los tópicos, apunta sobre todo a la envidia, porque “en las sociedades católicas el éxito ajeno se lleva mal. Por alguna razón se entiende que lleva implícitos ‘pecados capitales' como la soberbia, la vanidad o la avaricia, y rara vez se estudia el trabajo que hay detrás de cada logro. Es algo que deberíamos hacernos mirar cómo sociedad. Nos cuesta admirar al exitoso, pero no al tramposo, del que terminamos apiadándonos. Así somos”.En cambio, Julia Navarro niega la mayor. Aunque reconoce que en nuestro país se suele mirar con reticencia a los autores que venden libros, estima que se trata de un planteamiento un tanto arrogante además de falso. E insiste: “En cuanto a la ‘sospecha' sobre los libros que se venden, se demuestra su falta de base en las obras extraordinarias que han sido superventas. El nombre de la rosa, Cien años de soledad, Las Memorias de Adriano... ¿sigo? Y sí, tambien hay libros que han sido superventas que evidentemente nada tienen que ver con estas obras maestras. Ese es el gran misterio que encierra el mundo de los libros y los lectores”.
Prejuicios prejuiciosos
De hecho, considera que plantearse el origen de los prejuicios ya es prejuicioso, al dar por hecho que existen respecto a sus propias novelas: “Sinceramente no es así, no creo que me acompañe ningún prejuicio o al menos no lo he notado. Todo lo contrario”. Entre otras cosas, explica, porque no cultiva ningún genero y sólo escribe novelas que tienen tantos lectores mujeres como hombres. "En nuestro país somos muy dados a las etiquetas, pero hasta ahora yo me he ido salvando. En cuanto a lo de que vendo mucho... solo puedo decir que agradezco a los lectores que me hayan acompañado hasta ahora. Pero tengo los pies en la tierra y sé que eso no significa que tenga asegurado que les van a interesar las siguientes. Cada vez que una novela mía llega a las librerías yo aguardo impaciente el veredicto de los lectores. No doy nada por hecho”."Distinguir alta literatura y literatura popular es una tontería de dimensiones colosales. ¿Y Dickens, y Lope de Vega o Tolstói?". Santiago Posteguillo