Primera persona
'Primera persona' es un ejemplo sobresaliente de literatura auténtica y sincera. En ello radica una de sus virtudes
17 mayo, 2019 02:00Margarita García Robayo. Foto: Kaloian
Una característica común a un buen número de narraciones contemporáneas es la autoficcionalidad. Autoficción es un término que, pese a su vigencia (lo creó en 1977 el escritor y crítico francés Serge Doubrovsky para referirse a su novela Hijos), no aparece en el Diccionario de la Real Academia. La Wikipedia, no obstante, la define como un cruce entre la realidad de la vida del autor y la ficción, de manera que en las obras autoficcionales se da una triple identidad entre el autor, el narrador y el personaje principal, aunque el texto se presenta como ficcional. Primera persona, de Margarita García Robayo (Cartagena, Colombia, 1980) es un libro formado por narraciones que podrían encajar en la autoficción. Contadas desde la homodiégesis -en primera persona-, su narradora se parece mucho a la autora, aunque esa semejanza se manifiesta de forma indirecta, por medio de alusiones sutiles a aspectos o datos que encajan en una circunstancia que parece real. Así, constantemente alude a su vocación de escritora y cuenta pormenores de sus viajes en el ejercicio de la profesión. En uno de los relatos, incluso, la narradora se retrata a sí misma y parece que lo que describe es la fotografía que, a modo de marca identificativa, aparece en la solapa del libro. En otras ocasiones, la historia se presenta en forma de metaescritura, como resultado final de lo que la voz homodiegética está contando. Pero la mayor parte de las veces, esa identificación se basa en el tono de verdad que caracteriza la narración. Simplemente, el lector sabe, sin temor a equivocarse, que cuando la narradora habla de sus hijos o de su marido, se refiere a los hijos y al marido de la autora; o que cuando reflexiona sobre feminismo, lo hace desde su propia experiencia -integradora y no dogmática- del movimiento. De ahí que Primera persona sea, sobre todo, un ejemplo sobresaliente de literatura auténtica y sincera, y que en ello radique una de sus virtudes principales. Otra se define por la mezcla de lo real y lo ficcional que consigue García Robayo, y la tercera por una sutil ironía con la que no solo logra apartarse de la escritura -escindiéndose entre narradora y personaje-, sino también dibujar sonrisas en el lector.
El libro, cautivador, recoge diferentes situaciones que se erigen en universales y en las que cualquier lector -en algunos casos lectora- puede verse identificado con facilidad. Especialmente significativas, por fidedignas, son las reflexiones sobre la sensación de desubicación que nos domina en un viaje de trabajo y, sobre todo, la descripción de los sentimientos que nos abruman con la maternidad: el desplazamiento que supone para la madre la presencia del hijo, el cansancio por la imposibilidad de dormir, la necesidad obsesiva de hacerlo bien, la tormentosa lactancia, la enorme presión social, la incomprensión, el dolor o las lágrimas. Escritura genuina que toca las fibras sensibles. Y las demás.'Primera persona'