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Letras

Temporada de avispas

Elisa Ferrer escribe su primera novela, un relato psicologista que ofrece un emocionante retrato femenino

16 diciembre, 2019 23:34

Elisa Ferrer

Premio Tusquets 2019. 240 páginas. 18 €. Ebook: 9,99 €

La treintañera Nuria, protagonista y narradora de Temporada de avispas, pasa momentos difíciles: le han echado de la revista donde trabaja y ha roto con su pareja. Elisa Ferrer (Alcudia de Crespins, Valencia, 1983) hace, al precisar la circunstancia laboral del personaje, como bastantes narradores recientes: sitúa su novela en un marco verista bien reconocible y corriente. Pero no tiene intencionalidad crítica o social y no profundiza en el testimonio de actualidad aunque el despido se deba a las tretas empresariales post-crisis y señale las dificultades para lograr nueva ocupación. La novela va por el camino, casi opuesto, de un potente intimismo.

A partir de su cruda situación actual, Nuria lleva a cabo la revisión completa de su vida desde la niñez y hasta el presente del relato. Una circunstancia que funciona como un eficaz elemento de intriga hasta el final de la historia y estimula la rememoración: recibe la noticia de que su padre, desaparecido muchos años atrás, se halla ingresado en una UCI. El desconcertante aviso anuda dos asuntos un tanto autónomos, aunque relacionados, la infancia y la familia.

Elisa Ferrer se atreve a explorar el trillado territorio de la experiencia infantil. Lo hace con la conjunción de anécdotas significativas y de vivencias que marcan el futuro de una persona. Tiene buen tino al seleccionar episodios relevantes: momentos felices con el padre, enfrentamientos duros con la madre, desencuentros con el hermano, aparición en la familia de “ese señor”, el sustituto del padre… Los hechos se solapan con el ensimismamiento de la niña cavilosa aficionada a la lectura y al dibujo. Su precariedad halla compensación en los cómics, sobre todo en Batman, figura redentora que le lleva a inventarse su propia superheroína. Las oscuras asechanzas virtuales de la vida tienen correspondencia en el mundo real con su miedo a las avispas, que exorciza dibujándolas de mil formas.

La inestabilidad emocional de Nuria anda enraizada también desde sus primeros años en un medio de mentiras un tanto en el peligroso límite de lo folletinesco. Conocemos engaños del padre y de la madre y misterios traumatizantes para los dos hijos. Tanto lío familiar (hermana ignorada, pareja del padre desconocida, progenitor embustero con larga lista de amantes) supone un duro aprendizaje de la vida que provoca dolor y desequilibrio mental. También genera una rabia en la narradora que se manifiesta en su virulencia escatológica verbal (“mala hostia”, “joderle”, “puto”, “mierda”, “qué cojones”…).

Un intimismo tan fuerte como el que preside Temporada de avispas tiene el riesgo de una cierta parálisis narrativa. Pero Elisa Ferrer lo sortea incorporando una interesante materia anecdótica. A este propósito figuran las polémicas que mantiene con el hermano, los tensos encuentros con la recién conocida hermanastra y las relajantes relaciones con los amigos y compañeros de la revista. No son, sin embargo, simples añadidos sino que sirven para dotar de una sólida base argumental a un serio relato psicologista que así resulta suficientemente animado.

Elisa Ferrer ofrece un emocionante retrato femenino. Nuria se identifica con un perro “que anda sin descanso, sin saber adónde va y sin parar de dar vueltas en un bucle infinito”. La imagen define muy bien su estado presente y el acierto literario reside en construirla con gran sencillez argumental y estilística. Hay situaciones duras, pero no aparatosas. La estructura apenas presenta complicaciones y el relato lineal incorpora los viajes al pasado con sensación de fluidez. Una prosa nada retórica favorece la veracidad sentimental. Esta buena primera novela redondea su mérito con un complejo simbolismo –el de las omnipresentes avispas– que agrega misterio, profundidad y dimensión trascendente a lo que aparenta ser solo una estampa piscológicorealista.