El otro Yo de Juan Ramón Jiménez
"Son, sin ser de otros, lo menos mío que es posible”, decía el poeta sobre los textos de 'Poemas impersonales'
14 diciembre, 2020 10:20Que Juan Ramón Jiménez (Moguer, Huelva, 1881-San Juan de Puerto Rico, 1958) es el poeta español más importante del período contemporáneo está fuera de toda duda y, por tanto, una nueva publicación de su obra es siempre una noticia excelente. Como es bien sabido, su dedicación a la poesía fue, por decirlo así, a tiempo completo —ahí están las casi seis mil páginas de poesía y prosa editadas al cuidado de Javier Blasco y Teresa Gómez Trueba—. Y no es solo que escribiese poemas nuevos y otros textos con una tenacidad admirable, sino que parte de su tarea fue la elaboración y reelaboración de proyectos de su obra, corregir los libros ya publicados, reordenar los poemas en otros conjuntos y todo quedaba anotado, de manera que los papeles que se conservan —otros se perdieron durante la Guerra de España, para nombrarla con expresión del poeta— vienen dando un trabajo ingente a los especialistas, entre otras cosas por la difícil escritura de los manuscritos…, y el que darán.
"Son, sin ser de otros, lo menos mío que es posible”, decía el poeta sobre los textos de 'Poemas impersonales'
Soledad González Ródenas, a quien se deben ya otras publicaciones de libros juanramonianos y trabajos sobre su obra, presenta ahora una nueva edición de Poemas impersonales, uno de los libros proyectados por el andaluz universal y que, aunque anunciado en diversas ocasiones por el poeta, quedó sin publicar durante su vida.
Como se recoge en la introducción, JRJ dejó explicado en una de sus anotaciones el porqué de la impersonalidad que se predica de este conjunto de poemas: “De dos maneras ha de entenderse este título. Impersonales porque no son de inspiración propia, es decir que son reflejados; e impersonales porque no se refieren a mi persona, es decir porque son objetivos”. ¿Apuntaba a la impersonalidad del poeta que Stéphane Mallarmé exigía a la poesía? Aunque conociese la propuesta, más bien parece que no, el hecho es que poco tienen que ver estos textos con los poemas que construyó el gran simbolista francés.
La impersonalidad a la que recurre JRJ, más que al borrado del yo, lo que hace es construir un otro, pese a que en otra nota dejó escrito que “No son imitaciones, pero son, sin ser de otros, lo menos mío que es posible”. A esa conciencia de otredad apunta la invención de una serie de pseudónimos, Jaime Luis Piquer, Elías Gonzalo de Roxas, etc. Incluso publicó algún poema con el nombre del primero. Es imposible no poner en relación todo ello con la creación por aquellos mismos años de la galería de heterónimos de Fernando Pessoa y los poetas complementarios de Antonio Machado, síntomas evidentes de la crisis del yo.
Bajo el título Poemas impersonales se presentan así poemas del período 1911-1923, que no es poco tiempo, aunque la mayoría se redactaron en el primero de los años, y esta es otra de las razones de que no se trate de una colección que responda a un único ideario, como sí sucede con el resto de sus libros. A no ser que se deba, como también escribió, a que todos estos poemas “Tienen un parecido entre sí: el ser diferentes a los demás versos”. Sea. González Ródenas ha reunido hasta ciento diecinueve poemas en los que se indica su pertenencia al libro proyectado y unos pocos que a la editora le han parecido muy próximos a estos.
Es de destacar que son cuarenta y siete los inéditos y unos pocos de los ya publicados con anterioridad ofrecen versiones distintas. Así pues, esta edición es un libro nuevo. El resultado es un volumen heterogéneo en temas y formas y de hecho, ya en los planes juanramonianos, los poemas se distribuían en cinco secciones: “Prosodias”, “Versos a, por, para…”, “Iconolojías”, “Al encausto” y “Dejos”.
Ya los sienta el lector impersonales , ya no, lo esencial para él es que este tomo contiene un buen puñado de algunos de los mejores poemas juanramonianos
Esta edición se completa con “Miscelánea” y “Borradores”, con poemas conservados sin que el poeta señalase adscripción a alguna de las secciones anteriores. Se reproducen también fotografías de personas vinculadas a alguno de los poemas e imágenes de portadas diseñadas por el poeta y de textos mecanografiados y manuscritos, y también el aparato filológico que una edición como está requería.
Si bien los poemas no le parecían a JRJ propios, como anotó en diversos momentos, se diría que desmiente esta opinión el que no pocos de ellos acabarían publicados en algunos de sus libros y también que no son escasos los rasgos reconocibles por cualquier lector como característicos de la obra juanramoniana.
No faltan las reflexiones sobre el escribir y el nombrar, sobre la poesía, esa preocupación que le llevaría a exclamar “¡Intelijencia, dame / el nombre exacto de las cosas!”, y que aquí se expresará en la consigna “Creemos los nombres” y la convicción de la primacía del lenguaje sobre el mundo, “sólo quedará el mundo de los nombres”. Tanto es así que en un poema, tras que la mujer lo olvide, podrá decir, en lugar de lamentarse, que ha sido eso su salvación: “Mi amada es hoy la idea”. La aspiración, el deseo de belleza, de eternidad (véase el poema que se reproduce aquí) son voces que incluso darían título a libros, esa pulsión a la totalidad, como en “Mi alma toda entera / quiere cojer los sueños infinitos”. Tampoco faltan la desnudez, ni el erotismo más o menos difuso ni la joven muerta de tantos otros poemas; como tampoco el cromatismo de tantas de las páginas del poeta: “oro”, “malva”, “rosa”, “azul”, etc.
De todos modos, escrito en muy buena parte, como decíamos, en 1911, Poemas impersonales es testimonio de un tiempo en el que ha entrado en crisis su poética anterior y, por tanto, de la búsqueda de una voz otra o de la voz de otro. “¡No me conocen! / ¡Que soy yo, que soy yo!” se lee en uno de estos poemas ¿impersonales?, se pregunta el lector. Ya los sienta como tales, ya no, lo esencial para él es que este tomo contiene un buen puñado de algunos de los mejores poemas juanramonianos y eso, es bien sabido, es garantía de la más alta poesía.
A LA CLARIDAD
(EN INVIERNO)
Tú, claridad sagrada,
con que te prendería
porque fuese dorada
siempre mi poesía.
De eternidad tocada,
en limbos de armonía,
como alta bandada
mi palabra erraría.
Pero la hora cae…
La penumbra me trae
otra vez la tristeza.