José Hierro en doce palabras
“Como todas las cosas / que hablan hondo, será / tu palabra sencilla”, sentencian unos versos de 'Quinta del 42' a los que siempre fue fiel. Este diccionario retrata su vida y su obra a través de sus términos esenciales.
4 abril, 2022 01:34Alucinación
Concepto fundamental en su poesía, José Hierro lo definió como “no saber si estás viendo, o recordando, o presintiendo. No saber si vives en el presente, o en el pasado, o en una mezcla de ambos. No saber siquiera si sabes”. Tituló como Libro de las alucinaciones (1964) el poemario con el que puso una suerte de punto y final a su intuición poética primera. Tras él vendrían veintisiete años de silencio...
Bares
Quizá por sus años en la cárcel tras la guerra, o por superstición, el poeta era incapaz de escribir en su casa y buscaba la inspiración en los más pintorescos bares. De hecho, era habitual verlo en La Moderna, cerca de su casa, fumando compulsivamente y bebiendo chinchón seco, acompañado de una bombona de oxígeno en los últimos tiempos, mientras perseguía la palabra precisa.
Discípulo
Decía Hierro que discípulo es sinónimo de ser humano, que todos “seguimos a alguien”, y que él lo era “de todos cuantos me han precedido”, y, en poesía, “de Jorge Manrique, de San Juan de la Cruz, de Lope de Vega, de Juan Ramón Jiménez, de Rubén Darío, de Manuel Machado, y, en general, de los maestros del 27. Sin olvidar a muchos que nacieron después de mí, y que han sido mis maestros también [...] Sabemos cómo se renueva la poesía leyendo también a los más jóvenes.”.
Guerra
Aunque no solía hablar de la guerra ni de esos años de privación y miedo, a menudo recordaba cómo fue juzgado por pertenecer a una red clandestina de ayuda a los presos, y cómo le obligaron a mentir sobre su edad (tenía solo 17 años) para poder condenarle a doce años de cárcel. Con todo, definió la guerra como “algo tan terrible como, al parecer, inevitable. Nunca dejamos de estar en guerra ni siquiera con nosotros mismos. La guerra siempre empieza en nosotros mismos. Dentro de cada uno están siempre los dos bandos”.
Homenaje
Uno de los hitos de la conmemoración del centenario será la gran exposición antológica que recogerá parte importante de su legado literario y plástico y que tendrá lugar en la Biblioteca Nacional, entre el 20 de octubre de 2022 y el 22 de enero de 2023, organizada por la BNE, la Fundación Centro de Poesía José Hierro, la Comunidad de Madrid, el Gobierno de Cantabria y el Ayuntamiento de Getafe.
Inspiración
Consciente de que “nunca llega a escribirse el poema con que uno había soñado”, a menudo afirmaba que “la poesía viene cuando quiere, no cuando quiere el poeta”, que tiene un ritmo secreto que se impone a la voluntad del creador. Tampoco, decía, había tenido nunca prisa en publicar “ni miedo a que me olviden”.
Nayagua
Tras ganar una beca de la Fundación Juan March, Hierro se compró un terreno yermo en Titulcia (cerca de Chinchón) donde construyó una casa y plantó unas cepas de vino. La llamó Nayagua y allí se refugió los casi 30 años que permaneció sin publicar, rodeado de su familia (fue padre de cinco hijos) y dedicado a cuidar de sus viñas, sintiendo el ritmo callado de la vida.
Pintura
Artista de vocación, decía que la pintura era “la lengua extranjera que me hubiera gustado dominar, y en la que sin embargo me expreso con una dificultad enorme. Me hubiera gustado que fuese mi trabajo, expresarme por medio de ella como lo he hecho a través de la poesía. Pero desgraciadamente nunca ha pasado de un divertimento”.
Poesía
En una conferencia retrató su poesía definiéndola como “seca y desnuda, pobre de imágenes. La palabra cotidiana, cargada de sentido, es la que prefiero. Para mí, el poema ha de ser tan liso y claro como un espejo ante el que se sitúa el lector. Del lado de allá está el poeta, al que el lector ve cuando cree que se está mirando a sí mismo. Me importa que un poema mío sea recordado por el lector no como poema, sino como un momento de su propia vida”.
Real Academia
Aunque a menudo había asegurado que no podía ser académico porque no tenía ni cultura universitaria ni una obra de verdadera importancia, y tampoco quería renunciar a viajar en metro y llevar alpargatas, finalmente en 1999 fue elegido miembro, pero no llegó a tomar posesión.
Santander
Era “el otro nombre de mi infancia. Parodiando aquello de Gerardo Diego de ‘Mi Santander, mi cuna, mis palabras’, no nací en esa cuna, pero sí fue mi palabra”. Vinculado siempre a Cantabria, que lo nombró hijo adoptivo en 1982, allí ganó su primer premio literario (1936), publicó su primera crítica de arte (1948) y fue varios años profesor de la Universidad Menéndez Pelayo, que este verano le rinde también homenaje.
Vergüenza
Galardonado con los premios mayores de nuestra literatura, como el Príncipe de Asturias (1981), el Nacional de las Letras (1990), y el Cervantes (1998), al obtener este último confesó que sentía “orgullo y vergüenza. Orgullo por el reconocimiento y vergüenza porque siempre pienso que hay gente más importante. De hecho, considero que este premio se lo he robado a escritores más importantes que yo”.