Fernando Savater: "Que sigan considerándome un rebelde es el mejor homenaje que puedo tener"
El escritor, considerado un referente moral de varias generaciones de españoles, repasa su vida y su relación con la filosofía, el terrorismo o la muerte
11 julio, 2022 01:31Con sus setenta y cinco años recién cumplidos, Fernando Savater (San Sebastián, 1947) recibe a El Cultural en Madrid, en su casa de siempre, felizmente rodeado de mil cachivaches que disputan su lugar en el caos: en las paredes, Virginia Woolf contempla, quien sabe si secretamente encantada, al monstruo del pantano, acompañado del retrato de Peter Cushing caracterizado como Sherlock Holmes, de Boris Karloff, Lon Chaney, Vincent Price, Bertrand Russell, y, ¿cómo no?, Guillermo Brown.
Y más fotos, y un tigre de peluche en el sofá, y dibujos de caballos, y libros, cientos de libros en promiscuo desorden (Shakespeare y Lovecraft, el Corán y Borges, Camus y Stevenson, y Julio Verne y Baroja y...). En una mesa, junto al sillón, Gizmo, el gremlin bueno, nos vigila esta mañana abrasada, en vísperas de que el pensador salga de viaje con su nueva compañera y sus hijos, rumbo a Londres y a San Sebastián.
Considerado un referente moral de varias generaciones de españoles, dicen sus amigos que ante todo Savater es un hombre alegre, a pesar de que durante años tuvo que ir a dar clase a la universidad del País Vasco con escolta por su postura siempre beligerante y valiente contra el terrorismo y el nacionalismo, y de que vio morir a varios amigos, tan amenazados como él.
Se lo comentamos y se le achinan un poco los ojos, mientras sonríe y explica que sí, que es alegre "del mismo modo que siempre he sido más bien gordito… He tenido una especie de alegría que me ha acompañado incluso en momentos más dramáticos, porque la alegría no está ausente del drama".
Y continúa: "No sé, Unamuno decía que tenía el sentimiento trágico de la vida, y yo he tenido siempre el sentimiento cómico de la vida, lo que no quiere decir que no vea cómo son las cosas en realidad, sino que las observo siempre desde un prisma cómico que a veces es tan doloroso como el trágico. Eso sí, lo que no he soportado jamás es el aburrimiento, ni en literatura, ni en cine ni en nada, tengo una tolerancia bajísima para el aburrimiento; en cambio, las cosas que me divierten y que me exaltan, sean alegres o tristes, las soporto muy bien".
Pregunta. ¿Cree que el niño que fue se reconocería en el pensador de 75 años que es hoy?
Respuesta. ¿En el viejo, dices? Sí. Yo creo que los niños viven felices porque están seguros de que la vejez es cosa de sus padres, de sus abuelos, pero cuando les alcanza, lo hace siempre por sorpresa, se convierta uno en filósofo, en bombero o en profesor.
P. ¿Y de qué estaría más orgulloso?
R. Me podría felicitar por esta casa que tengo, llena de muñecos, y también porque el ámbito mental en el que vivo es el de alguien que ha envejecido, pero no ha crecido... Eso supongo que el niño me lo agradecerá.
[Santiago Auserón: "La izquierda está perdiendo gas por no ir a la raíz"]
P. Hace tiempo aseguraba que "la literatura ha sido mi vida, y la filosofía, mi profesión". ¿Para usted han sido, son las pasiones más importantes que la razón?
R. Sin duda. Yo he sido mucho más sentimental y mucho más pasional que racional. Hombre, la razón es básica para sobrevivir, pero lo que hace que la vida merezca la pena son las pasiones y los sentimientos, y yo desde luego no me he privado de ellos.
P. Se le define siempre como filósofo, pero prefiere que le llamen pensador...
R. Bueno, yo he sido profesor de filosofía, que no es lo mismo que ser filósofo, del mismo modo que ser profesor de solfeo no significa ser Glenn Gould. Además, no he pretendido elaborar ningún sistema, me ha gustado siempre el pensamiento libre, a contracorriente, más que el académico. Por eso soy un philosophe con minúscula, a la francesa.
P. Ahora vive entre Madrid y San Sebastián y...
R. ...en San Sebastián fundamentalmente; a Madrid vengo con frecuencia porque tengo familia, bueno, me he casado hace poco y mi mujer vive aquí, así que mi casa considero que es la de San Sebastián, pero mi centro vital ahora está aquí, en Madrid.
"Como tengo un espíritu borroka, combativo, me alegré mucho de tener un adversario tan vil como ETA"
P. ¿Y cómo ve hoy su ciudad natal, cuando han pasado más de 10 años del fin de ETA pero aún existe un movimiento separatista importante?
R. Hombre, lo veo con resignación porque hemos luchado contra el nacionalismo todo lo que hemos podido, nos hemos enfrentado nada menos que al nacionalismo terrorista, que también lo ha habido, y ahora por desgracia seguimos padeciendo una hegemonía nacionalista. Pero, por otra parte, yo vivo en la ciudad, en sus paisajes, en su mar y a la gente procuro mirarla lo menos posible.
P. Después de ver que hace unos meses le negaron la Medalla de Oro de San Sebastián a Pío Baroja, no esperará usted recibir una, o ser nombrado Hijo Predilecto, ¿verdad?
R. No, no, no. El gran homenaje que a mí me hace San Sebastián es que no tengo ningún premio oficial, ninguna distinción, o sea, que siempre me han considerado lo que soy, un rebelde dentro de la ciudad. Ese es el mejor homenaje que me pueden hacer, seguir considerándome rebelde a lo que significan todos esos prebostes nacionalistas.
P. ¿Qué precio ha tenido que pagar por haber luchado contra el nacionalismo?
R. Verás, yo lo he pasado bien haciendo lo que me ha gustado, que era dar clase y estar rodeado de gente joven. Ha habido momentos peligrosos, en los que he perdido amigos, he visto morir a gente estupenda que tuvo menos suerte que yo, porque yo, a fin de cuentas, me he librado de todas las asechanzas y de las amenazas, pero he visto sufrir a gente a la que yo quería mucho y que ha sufrido demasiado a causa de la impiedad nacionalista. Pero no he sido de los que más han padecido. A ellos, a los nacionalistas, les sienta muy mal oírme decir que yo me divertí mucho luchando contra ETA, pero es verdad, como tengo un espíritu borroka, como decimos allí, un espíritu combativo, me alegré mucho de tener un adversario tan vil para poder luchar contra él.
P. De todas formas, ¿cree que hoy somos conscientes del sufrimiento de esos años, o hemos perdido interesadamente la memoria?
R. Bueno, habrá gente que sí se acordará. El 13 de julio se cumplen veinticinco años del asesinato de Miguel Ángel Blanco y hace un par de semanas se cumplieron treinta y cinco años del atentado de Hipercor, en Barcelona. ¿Quién se acuerda de esas cosas, cuántos jóvenes recuerdan todo ese horror? Porque Miguel Ángel era un chico como ellos, era un muchacho… ¿Quién se acuerda? Pues desgraciadamente muy pocos. viendo las estupideces que hoy se manejan, la ley trans, esos disparates… Es imposible que un país se haya degradado hasta el punto de tener gente como los miembros de Podemos o como el propio Sánchez en el gobierno. En fin, si se recordara por todo lo que se ha pasado me imagino que eso no hubiera ocurrido, pero debe de haberse olvidado con mucha facilidad para que estemos como estamos.
P. Pero si lee a muchos jóvenes narradores vascos, parece que nada de eso ocurría, que lo importante era la lucha sindical, la Guardia Civil…
R. Y el franquismo. Todavía siguen queriendo contarnos lo que fue el franquismo, pero, en fin, es que los escritores vascos son para echarles de comer aparte. Salvo Aramburu y algún otro como él, como Guerra Garrido, la verdad es que los demás son verdaderamente canallescos.
"Los escritores vascos, salvo Aramburu y algún otro como él, son verdaderamente canallescos"
P. ¿Entiende que por impulsar el Manifiesto por la lengua común y firmar en 2017 el manifiesto Paremos el Golpe, esto es, por enfrentarse a los desmanes del nacionalismo, haya quien hoy le llame fascista y crea que se ha aproximado a Vox?
R. No tengo edad para preocuparme de lo que piensan los tontos. Francamente, ya me queda relativamente poco tiempo; tengo que concentrarme en recordar lo que piensa Kant, en lo que piensa Camus, pero no me interesa nada lo que opinan esos tontos que escriben en internet cada vez que publico un artículo en el periódico, hombre, no, no se me puede pedir tanta atención a los demás.
P. Decía hace unos días Jorge Herralde que "es grotesco que la derecha reivindique su papel en la cultura"...
R. La derecha tiene tanto derecho a escribir y reivindicar su papel como los demás. Qué quiere, hasta las personas que son inteligentes como Jorge Herralde, pueden decir tonterías, y eso es una estupidez. Los libros de Anagrama están llenos de autores a los que se calificaría de derechas con toda naturalidad y algunos de los mejores escritores de su tiempo, como Borges o Nabokov, etcétera, no son precisamente de izquierdas que digamos. Lo grotesco sería que alguien que se pretendiera culto o editor ignorase a esos autores fundamentales.
[Gonzalo Suárez: "Escribir es como boxear con tu sombra. El cine, la plenitud"]
P. Cómo cree que juzgará la historia a Pedro Sánchez en relación con Cataluña y País Vasco?
R. No me fío de los juicios de la historia, así que yo lo que quisiera es librarme de Pedro Sánchez, que hubiera otro mejor y que él se fuera a pasarlo bien a las islas Maldivas, pero, no sé, los juicios históricos no me preocupan, lo que me preocupa es cómo nos libramos hoy de la situación en la que estamos.
P. ¿Se refiere a que nunca imaginó que un gobierno socialista contase con Bildu como aliado y necesitase a Esquerra Republicana para sacar adelante la legislatura?
R. Desde luego, nunca he tenido tanta imaginación. Pensé que tendrían, como las han tenido siempre, complacencias con los nacionalistas, porque la izquierda ha sido siempre excesivamente acomodaticia con aquello que se supone que es lo contrario a lo que ella es, porque la izquierda ha sido siempre internacionalista, pero yo desgraciadamente conocí en el País Vasco complacencias culpables con el nacionalismo e incluso con personajes bastante próximos al terrorismo, pero, vamos, tener al ala política de ETA directamente incorporada a la gobernabilidad del país, francamente, para eso nunca he tenido tanta imaginación, no.
"Yo sigo enamorado de Sara, sigo hablando con ella todos los días, pidiéndole consejo. Pero la vida continúa"
P. Tragedias como la muerte de su mujer, Sara Torres, tras tres meses de sufrimientos atroces, ¿no le han ayudado a relativizarlo todo?
R. Por supuesto. Mi visión del mundo cambió completamente, las cosas que me parecían muy importantes dejaron de serlo. Cuando has pasado una experiencia personal verdaderamente trágica, después todo lo ves un poco a vista de dron, desde arriba. Y sí, me intereso por algunas cosas de la política, me indigno con otras, pero sin la pasión de otras épocas porque ya sé que la vida no va de eso.
P. Sí, pero ¿cómo es la vida después del gran amor? ¿Le sigue resultando abrumador "el ruido que hizo la alegría al marcharse"?
R. Desde luego. El problema de una gran ausencia como esa es que uno pierde el objeto de su amor, pero no su amor, es decir, yo sigo enamorado de Sara, sigo hablando con ella todos los días, contándole cosas, pidiéndole consejo permanentemente, pero, de la misma manera que tengo que comer todos los días, también la vida continúa, y he tenido la suerte extraordinaria de encontrar a una persona que me quiere, que me comprende, que me gusta muchísimo, y con la cual también estoy viviendo una cosa maravillosa. No olvidas, pero ya hay alguien que te propone otras metas, otras ilusiones, en fin, otra esperanza.
P. Quizá por eso en el libro que dedicó a Sara, La peor parte, repetía como un mantra que puedes no querer vivir, pero no por ello querer morir.
R. Sí, eso lo descubrí entonces. No es que sea demasiado profundo, pero siempre había creído que la vida y la muerte eran como vasos comunicantes, que, si estabas muy contento, y querías vivir, no tenías ganas de morirte, y si estabas triste, sí querías; pero aunque estuve agónicamente triste y todavía conservo mucha de la tristeza de los últimos meses de Sara y de la ausencia de Sara, eso no quiere decir que me quiera morir ni mucho menos. La muerte me sigue pareciendo tan antipática como antes.
"Es imposible que un país se haya degradado hasta tener a los de Podemos o a Sánchez en el gobierno"
P. Hablando de antipatías, ¿es el desdén por las humanidades de los nuevos planes de estudio un síntoma del poco aprecio que en España existe por la cultura?
R. Bueno, el descrédito o el abandono de la filosofía y de las humanidades en general es especialmente agudo en España, pero en Europa está bastante extendido; los países nórdicos tienen una visión del mundo muy pragmática, les interesa otro tipo de cultura, la cultura técnica, más o menos científica, la cultura de la superstición, como demuestra todo esto de la ley trans… Cuando se abandona la ciencia es para adoptar nuevas supersticiones. ¿Qué quiere? La ley trans se basa en cosas como las apariciones de Lourdes, y como mitos, son cosas totalmente fantásticas… La cultura humanista, que buscaba un sentido para la ciencia y no solo para la ciencia, es lo que se considera menos importante porque no es rentable.
P. ¿Qué libros suyos le explican mejor, con cuál se identifica más?
R. Bueno, ya sabes que los autores somos un poco como los padres, que al hijo tonto lo queremos más que a los listos, pero a mí, si tuviera que quedarme con un par de libros que me expresan bastante bien pues, para la parte literaria, cogería Las criaturas del aire, y para la parte filosófica, Las preguntas de la vida. Y el libro de Sara, que me toca muy dentro.
P. ¿Y a qué libros o autores regresa siempre?
R. A Borges. Yo soy un borgeano de estricta observancia, lo he leído todo, creo, y de vez en cuando vuelvo a reincidir para recuperar la cadencia; también me han gustado siempre mucho las novelas de acción, de aventuras, y no soporto las descripciones costumbristas, me aburren infinitamente, salvo algunos autores muy especiales. Por ejemplo, Pío Baroja me divierte siempre, es un autor que nunca aburre porque te cuenta cosas que algunas te interesan y otras nada, pero tiene una especie de viveza que lo hace muy agradable.
"La ley trans se basa en cosas como las apariciones de Lourdes, son cosas totalmente fantásticas…"
P. ¿A qué jóvenes filósofos sigue ahora?
R. No los conozco demasiado, llevo muchos años, alejado de la universidad. Hay autores que me interesan, como José Luis Pardo, que ya no es un jovencito, o Diego Garrocho.
P. ¿Y qué lee?
R. Leo sobre todo novela, ensayos literarios, muchos diarios, muchas memorias. Por ejemplo, me leí todos los diarios de Thomas Mann, que efectivamente no tienen un gran valor literario comparados con su obra narrativa, pero me gusta esa cotidianidad aunque no tenga un gran valor literario…
P. ¿Qué tiene de Guillermo Brown, al que dedicó una de sus últimas columnas, para ser su compañero desde hace más de sesenta años?
R. No sé, creo que los niños de mi tiempo empatizamos con él, que vivía en una época tan distinta a la nuestra y en un país tan diferente, por su apetito de vivir. Guillermo, estaba siempre ansioso de divertirse, y esa ansia era la misma que sentimos nosotros, niños que padecíamos el franquismo.
P. ¿Sigue queriendo saber, como Cabrera Infante y como Lewis Carroll, "de que color es la luz de una vela cuando está apagada"?
R. Cada vez más, precisamente porque estoy cada día más cerca de que la vela se apague. Ver esa luz me vendría muy bien…
San Sebastián, 1947. Ensayista, dramaturgo, articulista y narrador, Fernando Savater fue profesor de Ética en la Universidad del País Vasco. Entre sus libros de ensayo destacan Ensayo sobre Cioran (1974); La infancia recuperada (1975); Criaturas del aire (1979); Sobras completas (1982); El contenido de la felicidad (1986); Ética para Amador (1991); El mito nacionalista (1996); Historia de la filosofía (2009) y Contra el separatismo, (2017). En 2019 rindió homenaje en La peor parte a su mujer, Sara Torres, fallecida de cáncer tras 35 años en pareja.