Alejandro Gándara. Foto: Jeosm

Alejandro Gándara. Foto: Jeosm

Letras

Alejandro Gándara: "No es fácil hablar del amor sin parecer idiota"

Tras un silencio narrativo de cinco años, el escritor publica 'Primer amor', un relato de pasiones imposibles de juventud y de lo que pudo haber sido y no fue

21 febrero, 2023 01:21

Ganador del premio Nadal de 1992 con Ciegas esperanzas; del Anagrama de ensayo con Las primeras palabras de la creación (1998) y del Herralde de novela de 2001 por Últimas noticias de nuestro mundo, hubo un tiempo en el que Alejandro Gándara (Santander, 1957) era referencia obligada de nuestras letras. Luego, voluntariamente, vino un cierto silencio y algo de olvido. Quizá por eso, explica a El Cultural, “tengo una mirada absolutamente distinta sobre lo literario y sobre mi propia labor de escritura. Es como si algo del tiempo o de la experiencia hubiera cuajado en la mente y se comunicara directamente con el corazón. Creo que pienso de otra manera y que escribo de otra manera”.

Pregunta. ¿En qué sentido?

Respuesta. Creo que tiene que ver con lo que espero de la escritura. Antes esperaba que sucedieran cosas en algún ámbito, que, por ejemplo, surgieran interlocutores con los que hablar sobre lo que me importaba. Ahora no espero nada ni en general ni en particular. El acto de escribir se ha convertido en un acto que se basta a sí mismo, porque no se trata de escribir y publicar, sino de aceptar la vida sirviéndose de lo mejor que tiene. Y sin duda, crear y aprender está entre lo mejor.

P. Hace cinco años publicó La vida de H., un cuento de hadas. ¿Tiene algo que ver con este Primer amor (Alfaguara)...?

R. La vida de H era un cuento de hadas porque lo que quería contar es que la vida es eso, un cuento de hadas no necesariamente buenas. Primer amor es en cambio un cuento de fantasmas: esa clase de fantasmas que nos persigue toda la vida. A veces tengo la impresión de que yo me muevo entre ambos mundos sin nada enmedio.

P. El libro tiene dos partes muy definidas: en la primera se narra el mal de amores de Andrés Aja y Brígida y la vida en un pueblo de la España franquista, y en la segunda, que transcurre cuarenta años después, Andrés regresa para enfrentarse a aquel amor frustrado. ¿Tuvo clara desde el principio la estructura de la novela y a sus protagonistas?

R. Para escribir una novela los personajes deben estar tan vivos como las ideas que los van a alimentar. Y ambos cambian durante el proceso de escritura. Los personajes se van volviendo otros, las ideas se van depurando y se transforman hasta adquirir determinación, voluntad propia. Lo que cuentas al final no es lo que querías contar al principio: la razón es que has aprendido por el camino. La literatura es una metamorfosis. Y tan emocionante es sufrirla como contemplarla.

“El principal problema del libro fue contener el llanto. El pasado, cuando el paso del tiempo lo hace profundo, nos hace daño”

P. ¿Cuáles fueron entonces los principales problemas que Primer amor le planteó?

R. Era una novela difícil de escribir, porque iba a hablar del sentimiento amoroso, y no es fácil hablar de amor sin ser tópico o parecer idiota. Y personalmente era dura, porque tenía que ver con gente conocida y amada, también conmigo. Entre la pena y la nada, como decía Faulkner… Sentimientos melancólicos y de vacío alternándose. Lo cierto es que eran mis propios sentimientos respecto de una época de mi vida. El principal problema fue contener el llanto y conseguir que se escribiera. El pasado, cuando el paso del tiempo lo hace profundo, nos conmueve y a veces nos hace daño.

P. ¿No cree que el personaje de Candela merecería por si sola una novela entera?

R. Este es uno de los casos en que los personajes se agrandan extraordinariamente. Me permitió decir justamente lo que yo nunca había pensado del amor…, y me convenció. Candela está llena de vida, de fuerza, de amor, sin necesidad de reflexionar sobre el amor, solo a partir de lo que siente. Quiero decir que no es reflexiva en el sentido conceptual o demostrativo, porque todo en ella está pensando desde el momento en que todo en ella siente. Sus palabras se acercan a la poesía porque son esenciales, porque vienen de un corazón dispuesto a jugarse la vida, a desafiarla como una heroína antigua. Sí, en algún momento pensé que merecía su propia novela.

P. ¿A qué se debe que mime tanto a sus secundarios?

R. En el amor, los otros son fundamentales, son los que intentan comprenderlo, quienes tratan de suministrarnos conocimiento cuando estamos perdidos o desbordados. A través de ellos tratamos de entender cómo es nuestro amor. Alguien lo llamó “la red social del amor”. No amamos solos. Nadie que ame es un corazón solitario.

P. Hablando de protagonistas y secundarios, ¿a quien le ha prestado más recuerdos de su propia juventud?

R. Sin duda a Andrés Aja, el protagonista.

P. ¿De qué tipo?

R. De dos tipos: los que se refieren a la vida cotidiana en los 70, alrededor de la muerte de Franco, en la que, desde la perspectiva del mundo rural y provinciano, parecía que nada cambiaría nunca (y hay cosas que no han cambiado, como la agobiante presión social y el rechazo de lo diferente y anticonvencional). Y los que se refieren a mi biografía sentimental: básicamente, la situación familiar, por un lado, y el descubrimiento de que el amor y el dolor se confunden incluso cuando parece que no está pasando nada, por otro.

“En las obras de la vida no hay justicia ni injusticia excepto con uno mismo. La opinión de los demás es un subterfugio”

P. En la segunda parte del libro aparecen varias alusiones a la Covid

R. Me pareció que la Covid encajaba con el sentimiento de amenaza, de final de todo que planea sobre los personajes. Y que servía también para mostrar que en esta vida es muy fácil confundir los finales con los principios.

P. Volviendo a esos años 70, ¿comparte el cuestionamiento que se hace hoy a la Transición? ¿Habría que haber sido más audaces?

R. Nadie puede contestar a eso, porque nadie conocería el resultado de decisiones que no llegaron a tomarse y de cosas que no pasaron.

P. De todas formas, ¿qué siente cuando ve a Tamames, uno de los héroes de aquellos días, coqueteando con Vox?

R. Que nos hacemos mayores.

P. Formó parte de la llamada Generación de los 80. ¿Cree que el tiempo (y la crítica y los lectores) han sido justos con ustedes, más allá del caso de Javier Marías?

R. Puede que forme parte de una generación, pero no me he enterado y espero seguir así. Por lo demás, no creo que pueda juzgarse nada por el éxito de crítica o de lectores, suponiendo que sepamos en qué consiste la crítica y en qué consisten los lectores. Personalmente, prefiero un crítico que sepa de qué estoy hablando o que se arriesgue a saber de qué estoy hablando, y que a partir de ahí examine cómo lo he hecho y dicte su opinión.

P. Muchos de los grandes nombres de aquellos años han sido olvidados. ¿Se trataban de falsos prestigios?

R. En las obras de la vida no hay justicia ni injusticia excepto con uno mismo. La opinión de los demás es un subterfugio. Lo que importa es lo que uno sabe acerca del destino u objetivo que persigue, la honestidad con que ha hecho su trabajo y si, al final, ha encontrado algo de lo que buscaba. O si ha iluminado algún aspecto de lo que nos rodea que antes estaba en sombra.