Manuel Calderón, el cronista inagotable de la guerra, la literatura... y la tristeza
'Descampados' impresiona por la calidad y la hondura de sus reflexiones, que van desde el apunte biográfico hasta la opinión sobre el conflicto catalán
19 abril, 2023 02:29No hay normas para deambular por un libro como Descampados, ni etiqueta que permita identificarlo. Su autor es un veterano del periodismo cultural, Manuel Calderón (Córdoba, 1957), autor de tres novelas que preceden a esta singular propuesta: una abrumadora miscelánea de textos narrativos, de saberes y motivos, de anotaciones, referencias, reflexiones… vertidas con un estilo resultado de sumar la mirada del lector contumaz, del cronista inagotable y del hombre habituado a lidiar con la trascendencia de cuanto es objeto de su escritura.
Impresiona la calidad y la hondura de lo que persigue, y su manera de hilar y trascender la metáfora ofrecida en el título. También desconcierta la aparente falta de orden y concierto que lo rige. Solo después de leer y releer cuanto contiene su libro es posible llegar a conclusiones sobre tan gran proyecto y proponer una ruta para disfrutar de lo que representa su particular “descampado”.
Se trata de un territorio personal, de “un refugio para las palabras que no encuentran una historia en la que existir”. Ahí residen los cimientos de esta idea que se ayuda de palabras propias y ajenas (Renzo Piano, Iris Murdoch, Samuel Johnson, Oliver Sacks y Rüdiger Safranski), pues el libro se articula en cuatro partes, cada una amparada en la cita de uno de los autores mencionados.
Es posible, por ejemplo, partir de una de las ideas que contiene y desarrolla con más acierto; el punto de vista, escribe, es un paisaje, la elección del lugar desde donde se mira y se escribe. Él lo hará todo el tiempo desde el primer recuerdo elegido para edificar su memoria de otro tiempo: la llegada de la familia, en 1970, a Barcelona, desde Peñarroya. Pero no va a desplegar nostalgia ni es crónica al uso lo que persigue. Más bien opta, con acierto, por la perspectiva técnica del pintor Edward Hopper en sus retratos: todo lo que cuenta tiene lugar en el interior de las personas.
No se pintan los conflictos (de hecho, cuando se inclina sobre el conflicto en Cataluña, rompe el hechizo que logra cautivar con lo que de verdad importa: la geografía personal, la cartografía emocional, el tiempo, el hilo argumental de acotaciones que vuelven los ojos sobre Orwell, Gil de Biedma, Borges, Pasolini, Marsé…¡ninguno sobra en este descampado). Y aun así, no deja de contar la guerra, la emigración, la vida triste de los padres, el desarrollo. Merece la pena, sin duda, deambular por tantos paisajes.