Cómo Stalin construyó la avenida central del comunismo y otras historias alucinantes de Rusia
El periodista Manel Alías ha publicado su libro donde recoge su experiencia como corresponsal de Moscú durante siete años.
23 agosto, 2023 01:39"Difícilmente encontraréis en el mundo una calle como la Tverskaya. No es que me parezca muy bonita. Es más bien gris y no me convencen que los vehículos tengan toda una autopista de veinte carriles. Suerte tenemos, los que vamos a pie, de que para cruzarla haya varios perikhods, pasos subterráneos. No obstante, insisto: no creo que tenga equivalente". Así comienza la historia de la calle Tverskaya, en Moscú.
Iósif Stalin, presidente de la Unión Soviética, quiso agrandar dicha calle: "Stalin quería que la avenida central de la meca del comunismo fuera imponente y amplia. Y, a sus ojos, era decepcionadamente escuchimizada". Sin embargo, había muchos edificios históricos en aquella zona, por lo que no quería derruirlos. El plan fue el siguiente: moverlos.
Y así se hizo, gracias al ingeniero Emmanuil Gendel y a su máquina consiguieron mover toneladas de cemento, ladrillos, paredes, camas y personas. Los vecinos se despertaron a la mañana siguiente con su casa en otro sitio. Este rocambolesco proyecto lo recuerda el periodista Manel Alías en su libro Historias Alucinates de Rusia (Arpa), donde narra en primera persona todas las anécdotas e historietas que se han ido posando en sus manos (suyas o de otras personas) durante sus siete años trabajando como corresponsal allí.
Rusia es uno de los países más grandes del mundo, con una población diversa, compleja, étnica y diferente. Podría ser descrita de muchas formas, pero se puede comenzar hablando de su historia, tan cambiante durante el siglo XX, desde los zares, la Revolución Rusa, la Unión Soviética, hasta la actualidad. Es un país con la libertad puesta contra la espada y la pared y, actualmente, en conflicto con Ucrania.
Quizás esta sea la mejor forma de entender a este pueblo plagado de sucesos, a partir de anécdotas del día a día de su ciudadanía. Así que poco a poco, capítulo a capítulo, Alías va narrando las situaciones cotidianas de amigos, vecinos o desconocidos y va vistiendo una Rusia desconocida para el habitante de a pie.
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Las anécdotas son dispares y van de un punto a otro. Por ejemplo, en varias ocasiones aparece la falta de burocracia decente. Tatiana explica que una vez que volvía de fiesta y quería irse cuanto antes a su casa, un agente de policía la paró. La joven debía adjuntar suficientes rublos entre la documentación del coche para poder continuar, sin embargo, no tenía suficiente dinero en efectivo así que el policía preguntó por su tarjeta de crédito: "Pues si se desvía por ese callejón a la derecha, a cincuenta metros verá un Sberbank con cajero abierto veinticuatro horas. La estaré esperando".
Es por ello por lo que hay triquiñuelas para evitar las retenciones de tráfico: "Una posibilidad es viajar en ambulancia. Se acuerda un precio con el servicio de emergencia, te pasan a buscar, activan las sirenas y tú dirás a dónde quieres ir".
Estas situaciones no solo se viven con la policía. Su cuñada, Lena, también narra una situación parecida en el hospital. Iban a operar a su hija, Ulia, de la rodilla, pero cuando llegaron al hospital les explicaron que o pagaban 40.000 rublos por la pieza o tendrían que esperar por ella un año: "Ahora les ha tocado ajustar un agujero más a la hebilla del cinturón y desviar 40.000 rublos por un imprevisto. Ulia ya ha sido operada y reposa en casa. Tiempo para pensar que carrera escoger el año que viene. Tenía decidido hacer Medicina, pero la vocación se ha evaporado".
Fosas comunes
Por supuesto, el libro no narra solo las partes malas de Rusia, también las buenas, como su gente: "Eduard me hizo pensar en lo que representa aquí tener un amigo. Son vínculos que en Rusia se ponen a prueba más a menudo. Quizás es una reacción natural en un país que durante generaciones las ha pasado canutas y que ha aprendido que recurrir a la justicia o a las autoridades puede ser inútil o incluso, agravar el problema. Así que hoy te ayudo yo con la seguridad de que, cuando lo necesite, podré contar contigo".
Alías destripa su vida en Moscú con un lujo de detalles apasionante. No se limita solo a narrar la vida de su alrededor, también su propia experiencia. Explica los momentos más íntimos de su vida en aquella época, desde su casamiento con Gènia, el nacimiento de su hijo, sus clases de ruso o las complicaciones con el hijo de su mujer, Prókhor, cuando quisieron irse a vivir a Barcelona y él no pudo irse con ellos.
Entre líneas, te enseña Rusia y rehace un país desde cero, mostrando las personas y la ciudad tal cual es. Con sus defectos y sus virtudes. Alías se enamoró de Rusia desde el momento en el que llegó y con cada palabra o frase se lo hace ver al lector. Incluso, en varios momentos de su vida, se ha replanteado seriamente vivir allí de forma permanente. Sin embargo, siempre termina echando esa idea a un lado.
Las historias van de un lado a otro. Igual que habla de su vida, también explica la de otros. Como es el caso de Galina Brok, una mujer que trabajó en la esfera de los servicios de inteligencia después de la guerra, es decir, una espía: "Galina acabó frecuentando el Teatro Bolshói. A los americanos les gustaba mucho el ballet clásico ruso o, simplemente, iban allí a pasar el rato. Algunos, más de una vez a la semana. Ella los tenía bien localizados, y en los entreactos procuraba estar siempre cerca".
Brok no le explicó a Alías tanto de su trabajo, sino de los problemas que le llegó a suponer en su vida diaria con su marido: "Pero los momentos más delicados los pasaba, evidentemente, con su marido. Los días que llegaba tarde a casa sin poder dar explicaciones convincentes eran cada vez más frecuentes".
Por otro lado, está Svetlana Vladímirovna, que acompañó a Alías a las fosas comunes estalinistas de Bútovo y de Communarka: "Hasta los años 2017 y 2018, las víctimas no consiguieron un reconocimiento tan simple como ver escritos los nombres de sus familiares en una placa. Svetlana tarda un buen rato en encontrar a su padre en una lista abarrotada de letras minúsculas. Está indignada".
Las purgas de Stalin eran abrumadoras, un día podías ser el verdugo y al siguiente la víctima. La cuestión es que mucha ciudadanía rusa no ve a Stalin como el malo de la historia: "Rusia está llena de esculturas y de placas monumentales dedicadas a militares soviéticos y a personalidades condecoradas por Stalin. En cambio, las víctimas de la represión tienen que organizarse para ser recordadas".
La realidad es que el libro es un conjunto de vivencias del propio periodista, incluso algunas muy personales como el aborto natural de su hija Lorqueta. Al final, cuenta su matrimonio, sus amigos, explica su vida con detalle... ¿Qué es vivir en Rusia? Alías proyecta su respuesta.