José María de Pereda a Manuel Marañón, más de 200 cartas de amistad y literatura
La Fundación Banco Santander recupera en un volumen las 264 misivas que el autor de 'Sotileza' y 'Peñas arriba' envió al jurista, padre de Gregorio Marañón, entre 1877 y 1897.
3 febrero, 2024 01:37La intensa actividad epistolar de José María de Pereda tuvo entre sus destinatarios a Galdós, Clarín, Mesonero Romanos, Menéndez Pelayo y, destacadamente, Manuel Marañón. A lo largo de 20 años (1877-1897), el escritor envió al jurista, nacido también en Cantabria, padre del doctor Gregorio Marañón y personalidad de referencia en el Madrid político y cultural de la época, 264 cartas que se daban por perdidas y que integran, junto a un fragmento sin datar, el nuevo volumen de la Colección Obra Fundamental de la Fundación Banco Santander, Las cosas de la vida, con edición e introducción de Jaime Olmedo Ramos.
El epistolario, que ilustra las relaciones culturales entre el centro y la periferia en la España del momento, se hallaba en el archivo de la Fundación Cigarral de Menores de Toledo. Las misivas que le remitió Marañón sí son inencontrables porque Pereda no se preocupó de conservar las cartas recibidas.
Uno de los aspectos más interesantes de esta correspondencia es que el arco cronológico coincide con el periodo más importante de actividad creativa de Pereda (a quien Olmedo sitúa en la cima de la narrativa española del XIX, “a la altura de Clarín, Galdós, Valera y Pardo Bazán”), desde su primera novela (ya había publicado cuatro colecciones de cuadros regionalistas) hasta su ingreso en la Real Academia. Por ello, el tema principal de las cartas es el literario.
Pereda está obsesionado con triunfar en Madrid. Y en la estrategia que traza, el trabajo de Marañón es fundamental. Se suceden las peticiones, los ruegos, los encargos, las encomiendas. El paciente Marañón se convierte en gestor de los asuntos de su amigo (veinte años mayor) en la capital.
Pereda, que imprimió por cuenta propia varias obras en los talleres madrileños de Manuel Tello, se ocupa de todos los pasos del proceso editorial, desde la compra del papel y la elección del tipo de letra hasta la maquetación, la tirada y el precio de venta. También de la publicidad y la difusión, el diseño de carteles anunciadores y el despacho de libros tanto en Madrid como en provincias.
El tema principal de las cartas es el literario. Pereda está obsesionado con triunfar en Madrid. Y el trabajo de Manuel Marañón es fundamental
Le importa notablemente la repercusión en la prensa: envía ejemplares firmados a las redacciones, busca amigos que escriban reseñas positivas…, y obtiene de todo ello frecuentes sinsabores que quedan reflejados en las cartas (en expresiones como “la canalla periodística” y comentarios desencantados sobre Galdós, Clarín o Menéndez Pelayo).
Consciente de que sus continuos requerimientos (“tanto fárrago enojoso”) pueden rozar lo excesivo, Pereda es pródigo también en excusas, agradecimientos y elogios al carácter entregado y bondadoso de su amigo.
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En la carta del 27 de marzo de 1880, escribe: “Si con el encargo que le voy a dar, sobre los que ya tiene encima, no reniega U. del día en que me conoció, menester será decretarle una estatua en medio de la Puerta del Sol, para ejemplo de amigos abnegados y hombres de sobrehumana paciencia”. Le pide entonces un favor personal: que utilice sus contactos en beneficio de un párroco amigo suyo que busca una canonjía “en cualquier catedral de España”.
Marañón actúa como representante, intermediario y corresponsal del autor de Peñas arriba, que a veces le recrimina algún silencio epistolar más largo de la cuenta. Las labores que lleva a cabo son innumerables y variadas, desde gestiones de diversa naturaleza (como el registro de la propiedad de las obras ante el Ministerio de Fomento) hasta búsqueda de alojamiento. “No parece sino que he nacido para mortificarle”.
Pero también aflora el Pereda cotidiano y familiar que informa a su amigo de sus asuntos domésticos, le cuenta sus viajes a Polanco (su localidad natal) y le invita a visitarle. El epistolario es un testimonio de la evolución de las dos familias en esos años, con sus embarazos, enfermedades, azares, ocios, muertes.
Un suceso destaca por su carácter trágico: el suicidio en 1893 de Juan Manuel, el hijo mayor del escritor, que queda sumido en un silencio creativo y epistolar. No hay referencias explícitas en sus cartas a esta desgracia, pero sí una alusión, en octubre de 1894, a “aquel día de negra memoria para mí”, junto a la expresión de su voluntad de retomar la carrera literaria.
Más adelante se plantea la fabricación, en Barcelona, de una cruz con el hierro de los cañones de la escopeta con que su hijo se dio muerte, proyecto en el que implica a Menéndez Pelayo y, por supuesto, a Marañón, a quien solicita la gestión para que la bendiga el Nuncio, aplicándole “cuantas indulgencias pueda”.
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El asunto que centra el último tramo del epistolario es la entrada de Pereda en la Real Academia, ocupando la vacante de José de Castro y Serrano. El reglamento exige del aspirante la residencia en la capital, por lo que Pereda decide trasladarse allí y le pide a Marañón que le alquile, por dos o tres meses, “una casita, amueblada o sin amueblar, pues yo no he de habitarla probablemente aunque a Madrid vaya”.
También le solicita “inscribir el caso en el padrón municipal” y la redacción de unos sueltos para publicar la noticia en los periódicos (“con mucho tino, para que no se descubra la hilaza del fregado al primer golpe de vista”).
En la última carta, del 18 de marzo de 1897, describe el recibimiento en su tierra después del acto académico, celebrado el 21 de febrero. Finalmente (no sin ayuda), ha triunfado en Madrid.