¿Por qué trabajamos como trabajamos? Remedios Zafra, contra la burocracia y la hiperconectividad
La filósofa hace una llamada a la insubordinación en su nuevo ensayo 'El informe', donde critica que vivimos en un 24/7 ininterrumpido en el que trabajo y ocio se difuminan.
27 mayo, 2024 03:18“Este informe […] podría, por tanto, ser una oportunidad para abordar preguntas que normalmente escapan a estos proyectos: ¿por qué trabajamos como trabajamos? ¿Qué está en juego si el trabajo intelectual no se rebela y cede a este desafecto de un hacer obediente, burocrático, hiperproductivo y de cualquier manera?”.
Con estas preguntas, reveladoras del programa fenomenológico que la autora lleva décadas desplegando sobre el sentido del trabajo intelectual contemporáneo, Remedios Zafra regresa con un nuevo ensayo. Continúa esa interesante voz experimental, autobiográfica, donde la autora sigue invitando a sus lectores a un desaprendizaje de la insoportable carga de ser un yo en el siglo XXI.
En este ensayo, además, el buen cuidado de sí conecta con el cuidado de los otros. Lejos de un frívolo ejercicio de estilo, advertimos una escritura tensa, aún más afinada si cabe, que busca delimitar con exactitud aquellos barrotes mentales y objetivos que bloquean y aplazan nuestro tiempo de existencia. En un mundo donde el trabajo y el ocio se difuminan desdibujándose en un 24/7 ininterrumpido, el escribir y, sobre todo, el escribirse, ¿no se revelan como tareas éticas irrenunciables?
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Sobrevuela en El informe una atmósfera neokafkiana, un tono donde también brilla una llamada a la insubordinación. La escritura de Zafra vibra especialmente en la descripción de un clima general que condiciona no solo la producción de cultura, sino también la regulación del trabajo y la educación; que actúa como una barrera invisible que impide el pensamiento y la acción creativos.
Se nos había prometido que, con los procesos tecnológicos y digitales, tendríamos una descarga del trabajo burocrático y, sin embargo, nos vemos sometidos a otra carcasa de acero: "A medida que la tecnología se infiltra en mi vida, mi sensación es la opuesta a la pronosticada: que la disponibilidad de tiempo decrece".
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El "castillo" que nos describe Zafra está tan cerca que apenas lo detectamos con claridad: tristeza, apatía, cansancio, hiperactividad. El vaciamiento y la impotencia del sujeto, sin embargo, no suponen una detención de su actividad. Al contrario, se opera en él una intensificación neurótica. ¿Cómo recuperar otro tiempo, otra relación con el presente? ¿Cómo contarse de otro modo más allá de esa interpelación incesante a construirnos como marcas en la esfera digital o como empresarios de nosotros mismos?
"Todo lo sólido se disuelve en el aire", pero esta corrosión del sentido de las pertenencias espacio-temporales ha conformado una subjetividad agotada diferente de las anteriores patologías del sujeto moderno. Este nuevo yo, interpelado a ser un agente incesantemente móvil en un mundo en movimiento, dista de ser ese sujeto pasivo o sometido a la "masa" que tantos diagnósticos críticos generó en el pasado siglo. Zafra caracteriza cómo esta ingravidez se define por su feroz renegación de todo lastre material.
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En el punto opuesto de los diagnósticos optimistas que describen un horizonte inmaterial donde las flaquezas y la materialidad de género son superadas, Zafra muestra que sí sabemos algo: qué significa habitar hoy un cuerpo harto de interpelaciones a la ingravidez. Que en estas páginas percibamos no tanto "energías" y "disposiciones", "resiliencia", "proactividad", potencias, en suma, sino la lucidez de las fatigas y vulnerabilidades, no es en absoluto irrelevante para una nueva forma de pensar la política.