Rafael Reig, desatado y libérrimo en 'Cualquier cosa pequeña', una novela de espías llena de humor
El escritor se sirve de la ironía y el sentido lúdico para poner en pie un relato disparatado que, a cambio, esconde un fuerte mensaje vitalista.
31 mayo, 2024 02:07El comienzo de Cualquier cosa pequeña tiene todo el aire y su inherente seducción de una clásica novela de aventuras. Algo mantiene este tono buena parte del libro, pero el narrador bien facultado y malicioso que es Rafael Reig (Cangas de Onís, 1963) deriva enseguida la historia hacia una querencia suya que le ha granjeado aciertos y éxitos, la novela criminal o policíaca, la cual ciñe ahora al mundillo del espionaje.
Pronto tenemos un inapelable indicio del peculiar carácter del relato: la acción se emplaza en una isla llamada Dragonera, igual que el islote balear, solo que se halla en el Atlántico, enfrente y cerca de Portugal. La isla, antaño parte del Imperio británico, alcanzó la independencia con el nombre actual en 1952 y es desde entonces un lugar de raro perfil institucional. Tiene apariencia de nación dotada de organismos públicos, disfruta de un papel estratégico en el mundo y funciona como un paraíso fiscal.
En este imaginario y atípico lugar funciona un Centro de Documentación donde trabajan –por así decir– cinco personas que han ido a parar a la también llamada Casa Desolada "por haber cometido algún error". La extraña tropa de tal pintoresco organismo de inteligencia recoge información y la manda no se sabe bien adónde y ni con qué fin.
[La vida a destiempo de Rafael Reig]
Toda su energía se consume en complicadas relaciones personales, en misiones tan difusas como confusas. La novela acumula sus acciones fútiles y derrocha pormenores etílicos, gastronómicos, sentimentales o eróticos. Ninguna verosimilitud debe pedírsele a esta escritura desatada y libérrima en la que Rafael Reig cultiva al máximo el distanciamiento irónico y burlesco posmoderno.
De todos modos, para que no sea absoluta la impresión inevitable de totum revolutum, de puro anecdotario plagado de naderías, Reig pone anzuelos argumentales. Con este fin incluye el robo de información secreta y, sobre todo, cuenta el asesinato de un candidato a la presidencia del país, eco del magnicidio de Kennedy.
Es esta una novela amenísima que ofrece un magnífico y reivindicador ejercicio del puro arte de narrar
Este asunto aporta un arquetipo literario, el killer profesional y frío, que el autor reelabora hasta convertirlo en un personaje de gran atractivo. Con el bucle de personajes y peripecias, Reig construye un artefacto imaginativo que compite de buena ley con ciertas locuras de Eduardo Mendoza.
Elemento fundamental de Cualquier cosa pequeña es el narrador, una mujer también implicada en el chocante CNI isleño que cuenta la historia en primera persona saltándose todas las exigencias formales. Su omnisciencia le permite, aparte opiniones sobre variedad de asuntos, agregar un copioso número de apuntes culturales, sobre todo literarios.
La biblioteca amplísima y diversa (lo mismo Apollinaire que Machado o Galdós) depara sorpresas que alimentan el fondo juguetón del relato: así debe entenderse que el jefe de los espías tenga "en la más alta estima" la novela de Sánchez Mazas La vida nueva de Pedrito de Andía. Ese sentido lúdico impregna todo el relato: a un ocasional personaje que “pasó muchos años en la URSS” se le da el nombre del olvidado poeta social Eladio Cabañero.
No todo, sin embargo, es farsa en las estrambóticas peripecias. La tercera parte del libro, que abre un frente realista bastante emotivo, consolida un fuerte mensaje vitalista. La vida está por encima de las muchas adversidades. Esta idea positiva gobierna una novela amenísima que ofrece un magnífico y reivindicador ejercicio del puro arte de narrar.