'Primavera revolucionaria': las guerras olvidadas que alumbraron la Europa moderna y todavía resuenan
El historiador Christopher Clark profundiza en los procesos revolucionarios del Viejo Continente entre los años 1848 y 1849 en su nuevo libro.
15 junio, 2024 01:41Puede decirse que las revoluciones que se desarrollaron en la Europa continental entre 1848 y 1849 ocupan un lugar secundario en el imaginario político occidental; tanto la Revolución francesa como la Revolución rusa nos resultan más familiares. Y si bien la primera sirvió de modelo a los levantamientos que vinieron después, sería un error pensar que los sucesos de 1830 primero y 1848-1849 después representan apenas una versión fallida de 1789 o la confusa prefiguración de 1917.
En este monumental trabajo, el historiador Christopher Clark (Sidney, 1960) demuestra que la "primavera revolucionaria" que sacudió a buena parte de las sociedades europeas a mitad del siglo XIX jugó un papel determinante en la gestación de esa "alta modernidad" que cobra forma en la segunda mitad de aquella centuria y definirá el siglo XX. Además, el periodo que Clark recrea con mano maestra en este grueso volumen resuena en el nuestro: cuando el proyecto moderno parece encaminarse a un callejón sin salida aparente, el ejemplo de aquellas revoluciones puede servirnos –sostiene– de referencia.
Sea o no el caso, Clark entrega una suerte de historia total de las revoluciones de 1848-1849 que está llamada a cambiar el modo en que contemplaremos el siglo XIX de aquí en adelante. Exitoso autor de Sonámbulos, influyente crónica sobre el origen de la I Guerra Mundial, Clark se ocupa aquí de un tema más vasto y complejo, pues lo que venía resumiendo el sintagma escolar "revoluciones liberales de 1848" encierra nada menos que "la única revolución auténticamente europea que ha habido jamás".
'Primavera revolucionaria' seguirá leyéndose durante mucho tiempo. Mejor será no retrasar nuestro idilio con él.
Tuvo resonancias globales: lo sucedido en nuestro continente impactó sobre las colonias francesas en el Caribe, las élites políticas de las nuevas repúblicas latinoamericanas e incluso la lejana Australia.
Aunque el éxito inicial de las agitaciones de 1848-1849 dio paso a la previsible división entre quienes las habían impulsado, Clark subraya que sería un error considerarlas un fracaso; hacerlo supone compararlas con una noción idealizada de lo que una revolución puede llegar a ser.
De hecho, 1848 trajo cambios significativos: reformas constitucionales perdurables, cristalización de la idea nacional, reconocimiento de la importancia de la cuestión social, transformación de las prácticas políticas y administrativas. A cambio, la promesa de dar voz a las clases trabajadoras fue incumplida; liberales y radicales no supieron entenderse, lo que contribuyó a dividir a la izquierda entre reformistas y revolucionarios; la igualdad entre los sexos apenas prosperó. Así son los procesos sociales y políticos: contradictorios, complejos.
El lector puede orientarse con facilidad en el interior de ese mundo que Clark tiene el acierto de redescubrirnos. Nos presenta con detalle el precario mundo social de la Europa previa a 1848 y expone el contenido de los aún confusos idearios políticos del momento (incluido el feminismo); relata los disturbios y presta atención a sus repercusiones lejos de Europa, ponderando el legado de 1848 y preguntándose por las semejanzas que guarda con nuestro presente.
Su investigación se apoya en testimonios personales, cita obras literarias, realiza semblanzas magníficas y no desatiende la vertiente española de aquellas revoluciones. Se me ocurren pocas razones para dejar pasar este libro: seguirá leyéndose durante mucho tiempo y mejor será no retrasar nuestro idilio con él.