Bette Howland. Foto: Jacob Howland

Bette Howland. Foto: Jacob Howland

Letras

Bette Howland, la escritora fénix renacida de las cenizas del tiempo

Con 'Mar en calma y feliz viaje', la editorial Tránsito salva del olvido a la autora de Chicago fallecida en 2017 y borrada del mapa literario desde 1984.

22 junio, 2024 02:12

Bette Howland (Chicago, 1937- Tulsa, 2017) es una irreemplazable escritora renacida de las cenizas del tiempo. La editorial Tránsito la ha salvado del silencio sepulcral que la castiga desde 1984, cuando ganó la beca MacArthur. Pero Bette Howland, cuyo nombre de soltera era Bette Lew Sotonoff, no murió hasta 2017; solo estaba desaparecida y borrada de los mapas literarios.

20 Mar-En-Calma-y-feliz-viaje_Bette-Howland_Transito

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Mar en calma y feliz viaje

Bette Howland

Traducción de Esther Cruz. Tránsito, 2024. 440 páginas. 23,95€

En El mar en calma y feliz viaje, sus relatos y nouvelles alcanzan una altura que hacen aún más extraño su olvido. Tránsito ya publicó en 2022 El pabellón 3, relato autobiográfico de Howland sobre su estancia durante un año en un psiquiátrico. La escritora se había tragado un tubo de somníferos en casa de Saul Bellow cuando este estaba de gira. Con razón se la compara con Lucia Berlin en esa bajada a los infiernos mentales y en su talento singular para mirarse con caustico humor a ellas mismas y al mundo. Igualmente coinciden en una radiante recuperación póstuma de su obra.

Brigid Hughes, directora de la revista y editorial neoyorquina A public space, rescató de un cajón de libros a un dólar El pabellón 3, de Howland. Impresionada por no conocer a su extraordinaria autora, investigó hasta dar con uno de los hijos de Bette Howland y publicar los relatos de El mar en calma, en 2019, y resultó el Mejor Libro de ese año para Chicago Tribune, Booklist y Vogue. La editora publicó también parte de su correspondencia con el Premio Nobel Saul Bellow, su amante y amigo.

Hija de una familia judía de la clase trabajadora instalada en Chicago, Bette Sotonoff se casó a los 19 años con el biólogo Howard Howland. No tardó en ser una divorciada con dos hijos, trabajos precarios y un talento descomunal para escribir. Los personajes principales en estos relatos son la familia de la narradora; se mueven en el Chicago de los años 70, en los barrios de los inmigrantes judíos, en los límites de una decorosa precariedad. Los vemos en las bodas, en entierros familiares, en las comidas gratuitas para "la tercera edad" del Golden Diners Club, estridentes, entrometidos, descritos con una ironía más comprensiva, que devastadora.

En este libro, los relatos y nouvelles alcanzan una altura que hacen aún más extraño su olvido

Cuando Howland aborda las relaciones madres e hijas nos recuerda a Vivian Gornick batallando con su madre. La descripción de los barrios marginales de Chicago es también el relato de la marginalización y el abandono de los perdedores. En el relato "Edad de Oro", la abuela de la familia no quiere moverse de su barrio. "El Uptown es el hogar de los desplazados, de los desheredados. Apalaches, indios americanos, aquejados de nostalgia; los pobres, los viejos [...]. Todos acaban llegando aquí por el mismo proceso natural, el final del ciclo de la vida de un barrio urbano", afirma la autora.

Bajo la superficie y las descripciones geniales de estas historias, hay huecos que se abren para reflexionar sobre la inmigración y el desarraigo. En el relato Instalaciones públicas, una biblioteca de barrio se convierte en refugio de vidas patéticas. La historia final, Mar en calma y feliz viaje, es una nouvelle de más de cien páginas. Se trata de la muerte de un intelectual ególatra llamado Victor Lazarus, relatada por su amante. Una narradora-testigo que se siente "outsider" describirá con lucidez el narcisismo del amado, su enfermedad y lo verá manoseado por la exmujer y los rituales oficiales.

Si la existencia de una inconmensurable retratista de la sociedad que la rodeó quedó eclipsada por la incertidumbre personal y el olvido de sus historias, ha llegado el hermoso, aunque tardío momento, de comprobar de qué material estaba hecha su afilada pluma. No se pierdan a Bette Howland.