Cruz Sánchez de Lara. Foto: Javier Carbajal

Cruz Sánchez de Lara. Foto: Javier Carbajal

Letras

Cruz Sánchez de Lara arma una fabulosa aventura épica en la turbulenta corte de Catalina la Grande

La escritora, abogada y vicepresidenta de El Español une en su nueva novela las biografías del español José de Ribas, fundador de Odesa, y de la emperatriz rusa.

26 junio, 2024 02:33

En una calle de Odesa, una pequeña ciudad del sur de Ucrania que, a pesar de los destrozos derivados de la actual invasión, sigue conservando el nombre de su fundador, José de Ribas, está el motivo desencadenante de esta tercera novela de Cruz Sánchez de Lara (la preceden Cazar leones en Escocia y Maldito Hamor).

En la corte de la zarina

Cruz Sánchez de Lara

Espasa, 2024. 568 páginas. 22,90 €

Cuenta la autora (Almería, 1972) que la curiosidad por rastrear los orígenes de este español, hijo de un noble catalán que le instó a unirse al ejército ruso sin imaginar que ocuparía un destacado lugar en la expansión de ese imperio, le impulsó a indagar en los motivos que le condujeron a la corte de la zarina Catalina II de Rusia, la Grande.

Acercarse a ella, a su vez, le llevó a hacerse cargo de las biografías de ambos, y revolver en sus vidas incentivó la posibilidad de narrar, con estrategias propias de las ficciones históricas, lo que pudo haber sido la historia del español José de Ribas “en la corte de la zarina”.

Esta novela es una entusiasta invitación a instalarnos en la corte de Catalina la Grande

Desde este plano histórico, mezclando realidad y ficción sobre un escenario ambientado con los rigores de la historia documentada en el período que va de 1772 a 1801, en San Petersburgo, la esplendorosa capital del imperio ruso, diseña la escritora con esmero a los personajes que servirán de soporte a la aventura épica que justifica el relato, que no es otra que la peripecia vital y militar de José desde su llegada a la corte hasta la fundación de Odesa.

Junto a los dos protagonistas estarían el carismático Potemkin, todo un líder de la expansión y estrategia de conquista de las ciudades griegas; Nastia, la dama de confianza de la zarina; y Betskói, el más leal consejero. Y sobre ese fabuloso escenario, en el que no falta detalle ambiental, se impone la historia de Catalina, la emperatriz, mujer única que sufrió toda clase de desdenes y humillaciones por parte de su marido, el zar Pedro II (un Romanov), de quien se vengó derrocándole con la ayuda de los Orlov.

Como mujer “cultivada, segura, dotada para la política y extremadamente ambiciosa”, dirigió los destinos de su corte con los principios de los ilustrados del momento, pero no pudo evitar vivir despechada por el daño recibido, así que optó por sucumbir “ante la lírica de la seducción” y acogerse a la promiscuidad y a toda clase de costumbres licenciosas bien recibidas entre los suyos.

Sus aventuras componen gran parte del turbulento mosaico de acciones amatorias de la corte, respaldadas por todos los pormenores que sustentan la verdadera realidad histórica y las numerosas leyendas sobre los hitos de la vida y el reinado de Catalina la Grande.

En un segundo plano estaría toda la corte de personajes secundarios que animan la acción con amores, intrigas, rencores y venganzas entre nobles y aristócratas: luchas por el poder, descendencias indeseadas o ilegítimas, tramas y subtramas que van asaltando el argumento con giros que vienen servidos, en ocasiones, por lo que la propia historia real ofrece a la sustancia novelesca.

Ahí reside uno de los desafíos de un proyecto novelesco muy ambicioso: la inmensa documentación es a la vez riqueza y reto constructivo. Y, aunque podría parecer que ralentiza el ritmo, juega no obstante a favor de lo descriptivo, proponiendo un ejercicio de ambientación fabuloso.

A cambio, el recurso de ofrecer una narración a tres voces incrementa el interés y ameniza el relato. La voz dominante la lleva un narrador omnisciente que descansa en José a través de las cartas de este a un hermano, donde ofrece su punto de vista sobre lo que sucede a su alrededor a lo largo de los años. La tercera mirada es la de Nastia, dueña de secretos que únicamente confía a sus diarios personales.

Lo que resulta es una entusiasta invitación a instalarnos en esa corte e imaginar todo lo que nos propone su lectura.