Truman Capote sentado con un libro entre las manos y ante un micrófono en 1966. Foto: Library of Congress

Truman Capote sentado con un libro entre las manos y ante un micrófono en 1966. Foto: Library of Congress

Letras

'A sangre fría', la obra que encumbró a Truman Capote como el padre del Nuevo Periodismo

Con ella nació la novela de no ficción. La crítica la recibió como una cima de la literatura, por su estilo y por su ruptura con la narrativa anterior.

30 septiembre, 2024 01:13

El escritor fue coronado "padre del Nuevo periodismo". Solo unos pocos se atrevieron a cuestionar que más que de "no ficción", se trataba de una historia novelada, una historia que hoy se presentaría como "basada en hechos reales".

En 1959, ya convertido en una celebridad, Truman Capote atravesaba una de sus muchas crisis creativas. Sus novelas y sus entrevistas de impacto –Brando, Marilyn, Chaplin...– habían sido recibidas con alabanzas. Pero quería más. Mucho después, revelaría cuáles eran sus pretensiones en aquel momento. "Me gustaba que lo verosímil fuera real para poder cambiarlo [...]. De pronto los periódicos me parecían objetos vivos y comprendí que mi faceta de novelista corría un grave peligro".

Precisamente fue la prensa la que le sacó del atolladero. El 16 de noviembre de 1959, ojeando The New York Times, llamó su atención una noticia de apenas 300 palabras, perdida en la página 30. El titular rezaba: "Rico agricultor y tres miembros de su familia asesinados". Fechada el día anterior en Holcomb, Kansas, el texto empezaba así: "Un rico agricultor, su esposa y dos hijos fueron encontrados hoy en su casa muertos a tiros. Les dispararon a quemarropa después de haberlos atado y amordazado".

Capote, como la mayoría, nunca había oído hablar de Holcomb y apenas sabía nada del remoto estado de Kansas. Pero aquel suceso era el tipo de acontecimiento real, y por tanto verosímil, que estaba buscando. Tenía que verlo con sus ojos. Consiguió que el New Yorker aceptara su propuesta y convenció a su íntima amiga Nelle Harper Lee (Matar a un ruiseñor) para que le acompañara.

Solo dos días después del entierro de las víctimas, Capote llega a Holcomb, a 2.500 kilómetros de Nueva York. Se encuentra con un pueblo conmocionado, aterrorizado, incapaz de comprender el sinsentido de la matanza. El escritor, con la ayuda decisiva de Harper Lee, que inmediatamente se hace amiga de las esposas de los implicados, entrevista a fondo a los vecinos.

Sorprendentemente, el escritor no toma notas. Memoriza las conversaciones y, al acabar, anota las citas que más le interesan. Sostenía que la textualidad de sus recuerdos estaba garantizada al noventa por ciento. Durante su exhaustiva investigación de más de cinco años, se van sucediendo los acontecimientos. Los asesinos, Perry Smith y Alvin Hickock, son detenidos, juzgados y condenados a muerte.

Se gana la confianza de Alvin Dewey, responsable de la investigación, quien le facilita el acceso a los asesinos, con quienes mantendría una estrecha relación. Sus testimonios son esenciales para justificar la ambigüedad del título A sangre fría, que sirve tanto para explicar la brutalidad de los asesinatos como para elaborar un alegato contra la pena de muerte.

Tras la larga espera a que se ejecutaran los ahorcamientos –seis años después del crimen–, finalmente la novela se publica en 1966, primero por entregas en The New Yorker y después como libro. Se venden más de trescientos mil ejemplares y permanece en la lista de los más vendidos del New York Times durante 37 semanas.

La mayoría abrumadora de la crítica se deshace en elogios. Se habla de una nueva era de la literatura y el periodismo fusionados en un género inédito: la novela de no ficción. Pero ya entonces surgen voces –apagadas por el éxito arrollador– que cuestionan su fidelidad a los hechos. Y si es así, ¿se puede considerar periodismo? Si el escritor, en su ansia por hacer historia, no hubiera insistido en su veracidad, no habría nada que reprocharle. Pero desde el mismo subtítulo ya lo proclamaba: Un relato real de un asesinato múltiple y sus consecuencias.

El mismo año de la publicación, el crítico Phillip K. Tompkins realiza un exhaustivo estudio en el que destapa innumerables falsedades en A sangre fría. Viaja a Holcomb, muchos vecinos confirman que Capote había distorsionado sus palabras y comprueba que algunos pasajes son falsos.

El resultado de su investigación se publica en Esquire con el significativo título In Cold Fact. "Capote ha logrado, en resumen, una obra de arte –concluyó Tompkins–. Ha contado muy bien una historia terrorífica a su manera. Pero, a pesar de la brillantez de sus esfuerzos por autopromocionarse, ha cometido un error táctico y moral que le perjudicará: insistir en que ‘cada palabra’ de su libro es cierta".

'A sangre fría' dañó al periodismo pero también lo sacó del acartonamiento

Hoy, en España, tenemos noticia del muy documentado artículo de Tompkins gracias sobre todo a la labor divulgativa de Arcadi Espada, que no solo impulsó su traducción al español, sino que ha escrito sobre las falsedades de la influyente novela de Capote.

A sangre fría ha hecho mucho daño al periodismo, tan necesitado de credibilidad, y mucho bien al sacarlo de su acartonamiento. Hay que reconocer, como asegura Leila Guerriero, que literariamente "es una obra muy potente, sobre todo teniendo en cuenta el contexto en el que se produjo: Capote no era un periodista, nadie le enseñó a ser periodista".

Probablemente sea su amiga Harper Lee quien mejor ha explicado la relación de Capote con el periodismo. "Sabe lo que quiere y no ceja en su empeño –explicó a Newsweek–. Y si no es como a él le gusta, lo arregla para que lo sea".