Manuel Vilas. Foto: Destino.

Manuel Vilas. Foto: Destino.

Letras

'El mejor libro del mundo': Vilas recupera su impulso creativo y hace balance al llegar la sesentena

6 octubre, 2024 01:04

Manuel Vilas (Barbastro, 1962) fue una de las voces más originales de nuestras letras a comienzos de siglo. Una mezcla de inteligencia (aunque ahora sepamos que dio raquíticos resultados en un test) y de agudeza distinguía aquella poesía y prosa suyas de expresión también muy peculiar. Literatura minoritaria. Después, con Ordesa, le llegó el éxito con un alto precio. Sus obras siguientes o cayeron en la repetición o carecieron de exigencia literaria. Era de temer que este fuera su derrotero posterior, pero El mejor libro del mundo recupera en buena medida el impulso creativo inicial.

El mejor libro del mundo 

Manuel Vilas

Destino, 2024. 587 páginas. 22,50€

El título de hoy abriga una desiderata, no una presuntuosa afirmación. Se refiere a lo que Vilas desearía conseguir alguna vez, si bien consciente de lo imposible de su anhelo. A través de los tiempos, sostiene, tal meta nada más la han logrado Miguel de Cervantes, o el otro máximo gran escritor, Franz Kafka, a quienes eleva a su personal pódium.

Esta línea principal de su nueva obra confluye con otra que la justifica, el hecho de cumplir sesenta años. Alcanzada tal señalada edad, que siente como un tanto definitiva, Manuel Vilas acomete un balance general de su vida, un recuento que dé dimensión orgánica a los muchísimos datos autobiográficos que han sido moneda corriente de su escritura desde antaño.

Tal voluntad englobadora sería lo distintivo de estas memorias dispersas en muchos breves fragmentos. En ellas aparecen cantidad de pormenores biográficos que Vilas manipula en un telar en el que confecciona un espeso tejido con los hilos de recuerdos y reflexiones, de notas existenciales y de observaciones literarias.

Estas páginas memorialísticas recuperan temas habituales de la escritura de Vilas. En este sentido, más que la reiteración destaca la perseverancia en ciertos asuntos, inquietudes y obsesiones. Ya es definitorio de su mundo mental y literario el motivo de España, algo que le distingue de casi todos sus coetáneos nacionales.

También incide en los padres, apelación permanente en esta otra vuelta de tuerca a la meditación acerca de la genealogía. Y tiene envergadura sustancial el amor, en su dimensión fisiológica, como gran motor de la existencia.

Carácter más novedoso, por su intensidad, y en cierta medida dramatismo, alcanza la vivencia fatalista de la muerte desde una postura de radical agnosticismo y con vislumbres nihilistas abrumadores. En el ámbito de la vida común, llama la atención la entidad que la políticay la ideología alcanzan ahora; y más que el peso, lo explícitos de sus comentarios, libres de la corrección política que tanto está atenazando la libertad de expresión.

Vilas somete su umbraliano memorialismo a un juego retórico en el que vida y literatura van de la mano

Al presidente del Gobierno lo nombra con un seudónimo, “Égolo”, revelador de una actitud política. El ideario comunista merece inapelables condenas que provienen de unas creencias en principios humanitarios y de solidaridad humana.

El otro pivote del libro gira en torno a la literatura. Hay apuntes meritorios sobre el proceso obsesivo de escritura, pero más que el taller del escritor interesan el reflejo de su situación angustiosa, un tanto esquizofrénica, en la sociedad literaria y la zozobra causada por lograr reconocimiento y fama.

Manuel Vilas somete su umbraliano memorialismo a un constante juego retórico. Por este gusto tan suyo resulta en exceso artificioso y algo impostado, e incluso suscita sospechas acerca de su sinceridad. Pero el saldo es positivo: unas memorias intensas y emocionantes en las que vida y literatura van de la mano sumergidas en humoradas, paradojas y sarcasmos.