'Soy un hombre solo', la antología de Joan Vinyoli, el poeta atemporal que nunca siguió modas
- José Ángel Cilleruelo y Vicente Valero vierten con maestría en un solo volumen la obra de casi cinco décadas de trayectoria del poeta catalán.
- Más información: Gaziel, el periodismo literario en castellano y catalán
La recepción en español de la poesía de Joan Vinyoli (Barcelona, 1914-1984) —que trabajó desde los 16 años y hasta su jubilación en la editorial Labor y fue un “bebedor de fondo”, al decir de Vázquez Montalbán—, empezó con aquellos 40 poemas que José Agustín Goytisolo reunió en 1980, ampliados a 50 poco después en edición de Josep M. Sala-Valldaura, y nunca ha cesado.
De la mano de solventes traductores: Corredor Matheos, Panero, Valls, Marzal, Vitale, Agudo… Dos poetas, José Ángel Cilleruelo y Vicente Valero (que traduce un solo libro, el último), se ocupan en esta ocasión, y con qué pericia, de verter su obra poética. 216 poemas, un 40% del total, según su editor, el citado Sala-Valldaura, autor de Joan Vinyoli. Introducció a l’obra poética y El vuelo y la cuerda. Sobre la poesía de Joan Vinyoli, así como de la introducción (un exhaustivo ensayo) de esta amplia antología.
Se recogen versos de todos su libros: Primer desenlace, De vida y sueño, Las horas rescatadas, El Callado, Realidades, Todo es presente y nada, Aún las palabras, Ahora que ya es tarde, Viento de cobre, Libro de amigo, Cantos de Abelone, El grifo, Poemas en prosa, Círculos, De madrugada, Dominio mágico y Paseo de aniversario. En orden cronológico. Pocos de las primeras entregas y muchos más de las de madurez. Por completo, Libro de amigo y Cantos de Abelone –un singular díptico–, Dominio mágico y Paseo de aniversario, acaso los mejores.
Se le sitúa entre el romanticismo alemán, la poesía pura francesa y el postsimbolismo. Nunca fue un realista ni siguió las modas, por lo que fue excluido de los recuentos generacionales. Un lince tachó su obra de “obsoleta, evasiva, hermética”. Lo resume bien su hijo Albert: “Era simplemente poeta, y a veces las cosas sencillas no acaban de entenderse del todo”. Alguien, sí, que “desdeñaba toda afectación o efusividad”, señala el editor, que “va al misterio raigal del hombre”, como buen humanista. Fue nocturno y solitario.
En 1977 rechazó el Premio Nacional de Poesía por razones “exclusivamente políticas”
Según Goytisolo, “su poesía evolucionó de la temática cotidiana en tonos optimistas a un reflejo angustiado por la fugacidad de la vida”. Joan Margarit (que lo antologó) prefería al “poeta arisco y elíptico, a menudo desolado”. Valentí Puig habló de su “incertidumbre vital irremediable” y calificó la suya como “poesía de la existencia”, “una lírica de las enfermedades silenciosas”.
Su voz es contemplativa, evocadora, pesimista, elegíaca, moral y melancólica. De atisbos metafísicos: “Bastante sé que la claridad / germina en lo oscuro”. “La poesía se me ha convertido en la respuesta más grave y sencilla a las grandes preguntas que salen del fondo más íntimo de nosotros”, confiesa. “No es cosa de sentimientos, sino de experiencias”. “Cuestión de trabajo y no de repentinas iluminaciones”. “Aleja de las apariencias”.
“Las palabras me llevan no sé dónde: / en ellas ya me quedo, y es un mundo”, afirmó. “En verdad las palabras / no están para entendernos por lo que significan / solamente, sino para descubrir / aquello que, transparentes, ocultan”. Vienen “de muy lejos”, de los adentros, donde todo son dudas, paradojas. Van del canto al silencio, siempre cerca de la música. A lo hondo.
No ha tenido mala suerte Vinyoli en castellano y eso que en 1977 rechazó el Premio Nacional de Poesía por razones “exclusivamente políticas”. “Mi nación es Cataluña”, aseveró. En 1985 le fue concedido póstumamente el Premio Nacional de Literatura (sin distinción de género) por Passeig d’aniversari. Nuevos lectores constatarán que esta poesía está destinada a vencer al tiempo.