Emma Cline. Foto: DV Devincentis

Emma Cline. Foto: DV Devincentis

Letras

'La invitada': una pícara del siglo XXI sin escrúpulos en la novela de Emma Cline

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En 2016 Emma Cline (Sonora, California, 1989) publicó su primera novela, Las chicas, en lo que resultó ser una recreación sui géneris de los crímenes de Charles Manson a través de los ojos de Evie, seguidora del grupo en aquella época, con apenas 14 años. El éxito de la publicación fue inmediato y, más allá de los numerosos premios obtenidos, le supuso un contrato millonario con Random House para futuras publicaciones.

La invitada

Emma Cline

Traducción de Inga Pellisa. Anagrama, 2024. 291 páginas. 19,90 €

La que ahora se publica en nuestro país, La invitada, mantiene ecos de la anterior, pues la protagonista, Alex, es una joven de 22 años que lleva una vida ajena a las convenciones sociales. Vive –malvive– como "buscona" de adultos que puedan ayudarle económicamente –me resisto a calificarla de prostituta–, hasta que en un bar se topa con el cincuentón Simon, que, desconocedor de las actividades de Alex, la invita a pasar un verano en su exclusiva casa de la playa.

Un par de desgraciados incidentes motivará que el "novio" le pida que abandone la casa con la excusa de que su hija vendrá a visitarle, pero Alex no tiene donde ir, pues la expulsaron del piso compartido donde vivía porque no pagaba su parte de renta. Falta menos de una semana para el día del trabajo –2 de septiembre en Estados Unidos– y Simon organizará una fiesta. Su objetivo será arreglárselas para "sobrevivir" hasta entonces en el convencimiento de que Simon volverá a recibirla con los brazos abiertos.

"… Alex había descubierto que no era lo bastante guapa para trabajar de modelo./…/ Aunque sí era lo bastante alta y lo bastante delgada como para que la gente diese por hecho que era más guapa de lo que era. Buen truco" (p. 34). Esta introspección pone de manifiesto la cualidad más destacable de Alex: la astucia. No en vano, el valor fundamental de La invitada tiene que ver con un interés por explorar, según principios próximos al existencialismo, la realidad de una joven expuesta a situaciones límites. Apenas si disponemos de información sobre la protagonista más allá de saber que un antiguo "cliente" la acosa para retomar la relación, y la referida expulsión del apartamento.

La protagonista deambulará durante los cinco días siguientes entre quienes son más afortunados que ella... Alex es en cierta forma una pícara del siglo XXI y sabrá sacar partido de quienes viven ajenos a una realidad social de necesidades y privaciones: "Es como un niño. Totalmente incapaz de estar en el mundo real. Un inútil. Si no fuera por mí seguramente se moriría de hambre" (p. 71) es una reveladora descripción de Simon en contraposición a la genuina "buscavidas" que es Alex.

Cline nos sitúa en una disyuntiva de compleja resolución. La caracterización de la protagonista no es precisamente la de una persona modélica: más allá de su cuestionable manera de ganarse la vida tiene escasos escrúpulos ante cualquier oportunidad de mejorar su situación y vive en un continuo flirteo con estupefacientes y alcohol. Sin embargo, todos sus intentos por "ser como los demás" (p. 9) fracasan sin que podamos responsabilizarla por ello. Su vida parece estar regida por una suerte de fatalismo. Quienes la rodean, por el contrario, parecen gratuitamente tocados por la fortuna de solucionar cualquier problema “a base de talonario" (p. 241).

El desenlace parece dejarse en manos del propio lector y, si bien en estas mismas páginas he manifestado mi agrado con este tipo de (re)soluciones, me cuesta encontrar la motivación que lo justifique en esta novela. La sensación de perplejidad al ser abandonados a nuestra suerte sin claves resolutivas se traducirá en una comprensible insatisfacción para algunos lectores.