Crítica de la nueva novela de Han Kang, Nobel de Literatura 2024: un tornado de dolor físico y psicológico
- La masacre de Jeju (Corea del Sur), donde fueron asesinados en 1948 más de 30.000 habitantes, entre ellos ancianos y niños, ocupa el centro del relato.
- Más información: La escritora surcoreana Han Kang gana el Premio Nobel de Literatura 2024
Gran parte del pensamiento de Han Kang (Gwangju, Corea del Sur, 1970) puede interpretarse como la compasión y la resistencia frente a la violencia del mundo. Se podría decir que uno de sus rasgos literarios característicos es extraer la poesía del dolor íntimo de los seres. Por primera vez, una escritora del continente asiático ha recibido el Premio Nobel de Literatura. El jurado que le concedió en octubre pasado el Nobel 2024 explicó la elección por su "intensa prosa poética que enfrenta traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana".
La recién publicada Imposible decir adiós, Premio Médicis Étranger 2023, nos sumerge en un tornado de dolor físico y psicológico. En el centro está, relatada entre lo onírico y el testimonio de unos gastados cuadernos del pasado, una vieja tragedia: la masacre de la isla de Jeju, en 1948. Más de 30.000 habitantes, entre ellos ancianos y niños, sospechosos de rebeldía fueron asesinados, y muchas aldeas campesinas arrasadas por las fuerzas del gobierno de Seúl.
El trauma colectivo que dejó este baño de sangre surgirá en la segunda parte de la novela, titulada "La noche". En la primera parte, "Los pájaros", el personaje de Gyeongha, voz narradora en primera persona, relata un sueño recurrente. El mar arrasa una especie de cementerio de troncos negros, en realidad tumbas anegadas cuyos restos serán arrastrados por la marea.
No conocemos apenas detalles de la vida anterior de la protagonista, sabemos que ha alquilado un viejo apartamento en las afueras de Seúl, en una especie de autoencierro voluntario y asfixiante "para poder escribir".
En estas primeras páginas hay un paralelismo entre la escritora de ficción y la propia Han Kang. Las coincidencias entre la realidad de la escritora y las vivencias de sus personajes suelen ser habituales en Kang. La protagonista, Gyeongha, habla de que ha publicado un libro sobre la masacre de Gwangju. Han Kang, por su parte, dedicó su impresionante novela Actos humanos, Premio Malaparte en Italia, en 2017, a reflexionar sobre la rebelión contra el Gobierno dictatorial de Chun Doo-hwan, liderada por estudiantes en la ciudad de Gwangju, en mayo de 1980, y la brutal represión que siguió con cientos de muertos civiles asesinados. Un círculo parece enlazar estas dos novelas testimonio.
El sentimiento de angustia por la pesadilla de los troncos negros y por su desmoronamiento personal es un rasgo central de Gyeongha. Lleva una alimentación deficiente, sufre de migrañas, duerme mal, tiene espasmos estomacales, el verano tórrido le es insoportable y toma analgésicos con alto contenido en cafeína. Las sensaciones de los personajes de Han Kang están dotadas de tal fuerza que el vínculo con el público llega a ser directo y casi podemos vivir los mismos tormentos mentales y físicos descritos.
En su discurso en la Academia Sueca la autora coreana afirmó utilizar su cuerpo cuando escribe: "Utilizo todos los detalles sensoriales de ver, de escuchar, de oler, de degustación, de experimentar sensibilidad y calidez y frío y dolor, de notar mi corazón acelerado y mi cuerpo necesitado de comida y agua, de caminar y correr, de sentir el viento y la lluvia y la nieve en mi piel, de sostenerme con las manos". Esa identificación de su escritura con lo corporal encuentra su pleno sentido en la odisea en la nieve que vivirá la protagonista de Imposible decir adiós, pero también marca el estremecimiento de las escenas eróticas en la novela que la dio a conocer internacionalmente, La vegetariana, Premio Booker internacional 2016.
La amistad es otro de los temas de la obra. Pasado el verano abrasador, Gyeongha sigue su aislamiento sin contestar el teléfono pero sí lee los mensajes de texto del móvil: "Se había creado una frontera sombría que me separaba del resto del mundo". Pero a finales de diciembre recibe un enigmático mensaje de su amiga Inseon. Han trabajado juntas, Gyeongha como periodista e Inseon como fotógrafa y realizadora de documentales, y les une una amistad de veinte años.
Inseon, que dejó la fotografía y se dedica a la carpintería en la isla de Jeju de sus ancestros, le pide que vaya a verla a una clínica de Seúl. Con varios dedos amputados en un accidente en su taller, Inseon, que sufre un tratamiento de injerto descrito con un realismo aterrador, le suplica que tome el primer vuelo a la isla y trate de salvar a su cotorra antes de que se quede sin agua y sin comida. La odisea de Gyeongha empieza en ese viaje con una tormenta de nieve que trastornará la llegada a casa de su amiga, a las afueras de Jeju.
La lectura metafórica de la vulnerabilidad de los seres frente a las circunstancias son un pozo sin fondo de significados
A partir de ese momento, en las dos partes finales de la novela, "La noche", y "La llama", lo onírico y lo espectral van configurando una aventura pesadillesca por la nieve, por un lado, y un reencuentro imposible con Inseon, que a través de unos cuadernos reconstruirá los fusilamientos de las gentes de la isla en 1948. El relato de dicho episodio, en el que están implicadas la madre y la familia de Inseon, aparece en primer plano con una vividez que llega a conmocionar.
El discurso de Inseon, marcado por cursivas, narra las matanzas en la playa, a partir de una imagen de restos óseos hacinados: "Debajo de la foto, el texto del artículo explicaba que probablemente los habían alineado de diez en diez al borde de la fosa y que les habían disparado por la espalda para que cayeran dentro. Y que ese acto de alinear a la gente delante de la zanja y acribillarlos se habría repetido muchas veces".
El vigor de la novela se condensa en las dos partes finales, sin que el público llegue a desentrañar si se trata de una pesadilla o de las visiones finales de la protagonista, que se pregunta varias veces en su delirio si está soñando, o si la intrincada historia, al menos la llegada a la casa a través de la nieve, está sucediendo en un plano real.
Las imágenes plásticas de Imposible decir adiós, por ejemplo la idea concebida por las dos amigas de hacer un documental instalando troncos negros sobre la nieve como homenaje a los muertos, son de una belleza estremecedora. La gran nevada y el jeroglífico del camino perdido de Gyeongha, las cotorras enterradas en la nieve, la lectura metafórica de la vulnerabilidad de los seres frente a las circunstancias son un pozo sin fondo de significados.
Las ficciones de la Nobel Han Kang tienen un contenido complejo y exigen un esfuerzo por parte del público, o quizás más bien, un dejarse llevar por una prosa de un esteticismo intenso, para penetrar en el sentido último y llegar a descifrar sus visionarios simbolismos.