'Mapas y perros', una enciclopedia de los horrores: así es la premiada y brutal novela de Unai Elorriaga
- El escritor vasco publica en castellano la obra con la que ganó el Premio de la Crítica a la mejor novela en euskera en 2014.
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Mapas y perros, la novela en euskera con la que Unai Elorriaga (Algorta, 1973) ganó el Premio de la Crítica hace diez años y que ahora, traducida por él mismo, inaugura el catálogo de una nueva editorial, Plasson & Bartleboom, lleva varias semanas en las librerías sin haber llamado demasiado, me parece, la atención.
La abrí días pasados por echarle un vistazo sin grandes esperanzas, porque el narrador vizcaíno no había conseguido todavía, a mi parecer, conjugar en un texto del todo satisfactorio su animosa voluntad experimental y la grave problemática que suele ocuparle. Pocas páginas fueron suficientes para advertir un relato extremadamente personal que imanta con irresistible fuerza por la aleación perfecta entre un mareante discurso vanguardista y un mundo que respira por todas sus líneas máxima violencia, dolor y crueldad.
Lo que enseguida se presume que será una enmienda a la totalidad de la ominosa condición humana se encaja en una arquitectura narrativa compleja, aunque no muy dificultosa.
La novela del narrador vasco se distribuye en cuatro partes separadas por sendos bloques de relatos “descubiertos en publicaciones extranjeras”. Ambos grupos son por completo diferentes, en forma y contenido, pero se refuerzan para intensificar la brutal incriminación universal del conjunto de la obra.
Las cuatro partes integran una novela unitaria, si bien fragmentada. Refieren la historia de Irene Arrias y constituyen una novela familiar que incluye a su madre, a su marido y a su hija. El relato abarca desde finales del franquismo, 1971, hasta fechas recientes, cuando la niña alcanza los veinte años.
La guerra, asesinatos salvajes, violaciones terribles, matanzas indiscriminadas, genocidios, pogromos, antropofagia… ocupan muchas páginas
La narración encadena hitos vitales de la protagonista: nacimiento, infancia, colegio, estudios universitarios, matrimonio, maternidad y actividad laboral. Los jalones se conectan con una hipersensibilidad que le causa problemas cardíacos y con su obsesiva preocupación por la violencia, la cual da lugar al alucinatorio pasaje final en que paga tal fijación.
Resumida así, la trama parece una trayectoria común, y no deja de serlo en su recorrido externo. Unai Elorriaga le da, sin embargo, un alcance excepcional al apostillar todo momento de la vida de Irene con sucesos ocurridos en idéntica fecha en cualquier lugar del mundo y al apelar una y otra vez a personajes históricos, bastantes de ellos escritores.
El tono de la historia está pautado por la referencia a la sangre y al daño subrayada en el acto mismo del parto de Irene. Esa mención inicia un rosario de asociaciones relacionadas con brutalidades y horrores que suponen una enciclopedia de sevicias. En una melopea endiablada aparecen y reaparecen trágicos conflictos en Ruanda, Uganda, Rumanía, Croacia, España… La guerra, asesinatos salvajes, violaciones terribles, matanzas indiscriminadas, genocidios, pogromos, antropofagia… ocupan muchas páginas.
En el relato predomina una voz fría que congela la sangre, pero también admite el punto de vista discursivo y mortíferos sarcasmos. Todo ello, impregnado con copiosa escatología, vale como una crónica encorajinada de rigor notarial, pero no todo es testimonio. En esta novela libre de corsés artísticos, los cuentos interpolados se abren a la fabulación que aporta el sinsentido, lo kafkiano, lo inextricable.
Mapas y perros tiene por momentos una densidad que revuelve las tripas. Encierra un alegato inmisericorde contra nuestra naturaleza. Su gran virtud no está, con todo, en su radical y pesimista denuncia sino en su virtualidad de convertir una causa tan justa en un discurso de alto voltaje literario.