Ray Loriga. Foto: Diego Lafuente

Ray Loriga. Foto: Diego Lafuente

Letras

Ray Loriga publica 'TIM': "De rebelde nada, me tiro el día escribiendo, poco rock 'n' roll"

Después de 'Cualquier verano es un final' (2023), el escritor nos trae una historia en la que el protagonista se despierta en un lugar desconocido sin recordar su pasado. 

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Ángel Mora
Publicada

"Hoy no me puedo levantar" es el título de una de las canciones más cantadas del grupo de pop Mecano pero tambien el planteamiento principal de TIM, la última novela de Ray Loriga (Madrid, 1967). No es Ana Torroja, sin embargo, la que no puede salir de la cama esta vez, sino un tipo de nombre desconocido, historia indeterminada y que nos cuenta en primera persona que "solo sabe que no sabe nada". 

Por no saber, no sabe ni tan siquiera si "el fin de semana le sentó fatal", o si se ha despertado en una cárcel, un hotel o un convento. Le tocará, a partir de entonces, dilucidar de dónde viene y a dónde va recurriendo a las piezas desperdigadas e inconexas del puzle de su memoria. Nosotros, sus lectores, lo acompañamos en este flujo —o chorro— de conciencia fragmentaria mientras que él se empecina en no moverse del lugar donde le encontramos en las primeras páginas. 

Ray Loriga —que tiene un DNI que insiste en que en realidad se llama Jorge— habla con El Cultural en la mañana del 5 de marzo, día de su cumpleaños. Cumple 58 años y llueve en Madrid. "Yo ya voy diciendo que tengo 60 años para acostumbrarme y acostumbraros", dice. 

Pregunta. Un fulano del que no se sabe nada y que comparte con nosotros todos sus devaneos mentales... Recuerda al protagonista de Apuntes del subsuelo, de Fiodor Dostoievski. ¿Es una conexión intencional? ¿Está de acuerdo con este paralelismo?

Respuesta. Desde luego que sí. Con todas las distancias y los respetos hacia Dostoievski, que es palabras mayores en la literatura. También se ha relacionado con Kafka, por la cuestión de despertarse en una cama sin saber qué ha ocurrido. Pero ese libro en concreto, Apuntes, es una materia literaria que siempre he querido abordar y en este libro me he atrevido a abordarla del todo. Me atraía esa manera de "no construir" una novela pero que, al mismo tiempo, haya una novela. 

P. Es una novela muy diferente a sus anteriores trabajos, ¿qué le ha llevado a plantear este nuevo tipo de narrativa?

R. El motor que me hace seguir escribiendo, el interés por la propia literatura. Me gusta moverme por los lugares donde vuelvo a encontrar ese vértigo de funambulista, ese que me hace preguntarme: ¿Podré ir de aquí hasta allí en un cable tan fino o acabaré estrellándome? Esa duda constante es lo que me hace escribir. 

»He escrito libros de distintas formas, pero siempre buscando una manera de volver a ponerme en esa situación de vértigo literario. Me apetecía mucho escribir una novela que tuviese esos márgenes de libertad literaria y, al mismo tiempo, todos esos miedos de cómo sujetar eso. La libertad siempre produce cierto pánico a la hora de abordarla. Pero era un reto que he sufrido y disfrutado en esta novela. O, bueno, que he disfrutado a ratos y he sufrido mucho más. Pero estoy satisfecho con el resultado. 

P. En algún momento del proceso creativo pensó "en menudo berenjenal me he metido"?

R. En cada frase, a cada rato y cada día [ríe]. Pero viendo que se construía ahí frente a mis ojos, porque cuando escribes no tienes a otro lector más que tú mismo, y viendo que se iba construyendo según lo que yo había imaginado... Finalmente me decía a mí mismo que merecía la pena continuar. 

P. ¿Es la dificultad que implica este tipo de relato el motivo por el que nos encontramos ante una novela de poca extensión (131 páginas)?

R. Sí, tenía claro desde el principio que este tipo de riesgo me daba para una novela breve, porque si no iba a ser pedir demasiado del lector. Tampoco le veía el sentido a llevarle por un camino muy largo que casi no va a ninguna parte, más allá de la música, de la propia escritura y de un cúmulo de reflexiones y dudas. Me parecía que no era sensato lllevarlo más allá del juego. Un juego serio, pero juego al fin y al cabo.

»Para mí hay historias que requieren de un formato determinado, del que no hay que excederse si no se tiene ni el talento ni la historia que esa extensión requeriría. En este caso concreto tenía muy claro que esta "broma" no podía ser infinita.

 "Aunque llevo ya unos 35 años publicando, no soy capaz de tirar de oficio. Cada vez que escribo es un desafío"

P. ¿Y usted no tienes ese talento?

R. "El que no tiembla no torea", decía José Tomás. Yo podría robarle la frase y decir "el que no tiembla no escribe". Aunque llevo ya unos 35 años publicando, no soy capaz de tirar de oficio. Cada vez que escribo es un desafío. 

P. ¿Qué define a esa "conciencia" que nos encontramos en TIM?

R. Una duda constante. A nuestro alrededor hay siempre una serie de certezas que a poco que te pongas a dudarlas, se tambalean. Se puede dudar de cualquier cosa, de cada formulación, de cada sueño. El lenguaje, la biología... Todo es más que cuestionable. Me parece muy interesante cuestionar incluso lo que se piensa que se piensa y en cada cuestionamiento añadirle más capas de significado o desafiarlo. 

P. ¿El Ray Loriga de hace 30 años podría haber escrito este libro?

R. No. Aquí hay capas de lectura, de experiencia vital y literaria, que no había entonces. No digo que sea mejor ni peor. Probablemente este que soy ahora tampoco sería capaz de escribir lo que escribía entonces con la fe de estar haciendo algo propio. Sería una impostura querer ser el escritor que era antes, porque no lo soy. 

»Cuando empecé pensaba que no quería darle demasiadas instrucciones al escritor que sería dentro de muchos años. Ahora pienso que tampoco soy quien para darle lecciones al escritor que era entonces.

P. En este sentido, los chicos de Carolina Durante nos decían en una entrevista que "si haces la misma música con 28 años que con 20 es probable que sea una basura infame". ¿Está de acuerdo?

R. Hombre, yo creo que no es muy sano, la verdad. A ver, cada uno es libre de vivir como quiera. No soy quién para dar lecciones a nadie, pero a mí me parece que es poco saludable no tener un proceso de evolución y de constante búsqueda tanto en tu oficio como en tu propio pensamiento. 

Portada de 'TIM', de Ray Loriga

Portada de 'TIM', de Ray Loriga

»Hay gente que lo ve de otra manera y dice ser "el mismo de siempre", como persona y como artista, como si eso les diera más autenticidad. Yo creo que es más aprovechable surfear esta ola que es el vivir según los picos y los valles que vayan viniendo. Me parece muy bien que los Rolling Stones lo hagan, pero yo no me veo cantando lo mismo que cantaba hace un año, sencillamente. 

P. Bueno, pero ellos han hecho un pacto con el diablo.

R. Y es un negociazo. 

P. En sus anteriores novelas, pienso sobre todo en la última, Cualquier verano es un final (2023), hay ciertos tintes autobiográficos... ¿Podemos encontrar algo de Ray Loriga en esta conciencia que nos habla en TIM?

R. En este libro muy poco, porque la mayoría de los fragmentos de memoria que aparecen son inventados. Aunque uno siempre tiene en su caja de herramientas los recuerdos propios, en este caso lo que se dice en el libro no tiene prácticamente nada que ver con mi experiencia ni con mi vida.

P. Siempre se le ha descrito como un "escritor rebelde". Ahora, además, después de su tumor cerebral, tiene el parche, que le caracteriza y contribuye a esa imagen de "escritor peculiar". ¿Le preocupa que hagan de usted un personaje y se olviden de la persona que hay detrás?

R. Me ha preocupado más en el pasado de lo que me preocupa ahora. Que me vean como persona a mí me da igual. El lector no tiene que preocuparse por mí, sino por lo que escribo. A mí no me importa si a Julio Cortázar le gustaban los sándwiches, lo que me interesa es su trabajo, que admiro. Lo que sí que me preocupaba es que los clichés me afectaran como escritor. Me parece que etiquetas como "rebelde" moldean las expectativas del lector. De rebelde nada, me tiro el día escribiendo, poco rock'n roll. Pero bueno, ya con casi 60 años he asumido que no puedo cambiar la percepción que los demás tengan de mí. Es un esfuerzo baldío.