Ensayo

Isabel la Católica

Peggy K. Liss

23 mayo, 1999 02:00

Editorial Nerea. Madrid, 1999. 382 páginas, 3.900 pesetas

Escrito con amenidad sin por ello faltar al rigor, sería conveniente un mayor distanciamiento de los testimonios de la época y pulir ciertas expresiones que resultan anacrónicas, como la concepción demasiado moderna de la monarquía que se atribuye a ambos soberanos

publicada en inglés en 1992, esta historia de Isabel de Castilla pretende trazar la semblanza de una mujer poderosa y compleja sobre cuya imagen pública se han proyectado todo tipo de leyendas. Personaje contemplado durante mucho tiem-
po en función de los condicionamientos ideológicos de los historiadores que pretendían estudiarlo, desde el halo romántico de que le rodeó W. F. Prescott hasta la visión ejemplarizante y nacionalista con que la presentó el franquismo, su significación real a veces se pierde debido al peso de los estereotipos. Es más, la misma dinámica interna de su reinado, en el que se suceden acontecimientos de gran trascendencia, parece favorecer esta confusión ya que, sin querer minimizar su obra, se suele olvidar que tuvo la fortuna de gobernar un reino en plena expansión. Inteligente y pragmática, Isabel supo también crearse su propia imagen pública y proyectarla más allá de su tiempo, gracias a la eficaz pluma de unos cronistas cuyos testimonios aparecen abundantemente citados en esta obra. Parece, incluso, como si el gobierno dual con su marido Fernando obligara a estudiosos y aficionados a inclinarse en favor de uno u otro, atribuyendo a cada cual méritos y competencias específicas, o valorando desde una perspectiva antagónica su labor de gobierno. Que el monarca tuvo el protagonismo militar parece indudable, así como que la reina se mostró decidida a llevar a cabo la reforma religiosa en el territorio castellano, pero en el resto de los asuntos de gobierno no resulta fácil diferenciar la voluntad de uno y otro. Pero la obra que nos ocupa no se centra en la política, aunque trate de ella, sino en la trayectoria vital y en la personalidad de una gobernante que dejó bien clara su firmeza a la hora de ejercer el poder, que cosechó éxitos, pero también fracasos y que temió, en sus últimos años, que sus sucesores no fuesen capaces de mantener su obra.
La autora, profesora visitante en The Johns Hopkins University y especialista en historia de la América Colonial, cuenta con una larga trayectoria de investigadora y también en el campo de la divulgación científica, haciendo gala de ambas a lo largo de las páginas de este libro que es, sobre todo, una síntesis de otras investigaciones. Estructurado en 19 capítulos, y tres partes, en la primera nos presenta a la infanta educada en Arévalo, en el relativo aislamiento del entorno portugués de su madre. Más tarde, cuando pasó a vivir en la Corte de su hermanastro Enrique, también se mantuvo en un relativo retiro, aunque, sin duda, las intrigas internas de aquellos años fueron decisivas en su formación. Valedora de sus propios derechos, dio muestras muy claras de conocer bien sus prerrogativas, siendo su boda con el heredero aragonés una clara prueba de la firmeza de su carácter. Matrimonio político por excelencia, pues sólo se conocieron unos días antes del enlace, en las capitulaciones, más que de unir las dos Coronas lo que se trató fue de apaciguar los temores castellanos ante una posible conquista aragonesa del poder. Isabel se mantuvo así como propietaria única del reino de Castilla, aunque su marido fue, sin embargo, algo más que un príncipe consorte.
La Inquisición y la conquista de Granada son los dos acontecimientos centrales en torno a los cuales se estructura la segunda parte, en la que, al hilo de los acontecimientos, la autora se deja llevar por el entusiasmo del cronista Fernando de Pulgar, ferviente admirador suyo. La tercera y última, bajo el título no muy adecuado de "Camino del Imperio", trata del período comprendido entre 1492 y 1504, y de cuestiones tan significativas como la expulsión de los judíos, y las relaciones con cristóbal Colón y las Indias. El último capítulo está dedicado a las relaciones de la reina con sus hijos, especialmente con la que sería su heredera, la princesa Juana y a sus últimas disposiciones.
En la obra se cuentan muchas cosas, quizá en perjuicio del personaje central que a veces se desdibuja, tal vez por que no es fácil hacer hablar a las fuentes, ni sustraerse al cuerpo definido de opiniones tejido en torno suyo. También se echan en falta una mayor atención a la sociedad de la época y a ciertos aspectos del entorno inmediato de la reina que hubieran contribuido a dar mayor verosimilitud a su peripecia vital. Es más, si como se señala, uno de los rasgos que mejor definen su carácter fue, precisamente, su aplicación al saber a partir de 1482, quizá se hubiera podido profundizar más en esta dirección, porque Isabel supo rodearse de una corte culta y abierta a las novedades, en la que los libros empezaban a ser un signo de distinción y el mecenazgo una pauta de conducta. Se insiste en su religiosidad, y en los condicionamientos que tuvo por el hecho de ser mujer, aunque, quizá, algunas de estas afirmaciones deberían estar más contextualizadas.
Obra seria y oportuna, responde claramente al interés que la biografía está despertando en nuestros días y al deseo de revisar figuras históricas controvertidas desde la perspectiva de una historia más actual. Sigue de cerca los trabajos de reconocidos especialistas como Suárez y Ladero, maneja recientes síntesis como la de Joseph Pérez, y se apoya en una bibliografía, si no exhaustiva, sí bien seleccionada y bastante actual. Se dirige a un público amplio, interesado en temas históricos y no solo a los especialistas, de ahí que esté escrito con amenidad, sin por ello faltar al rigor, aunque sería conveniente un mayor distanciamiento de los testimonios de la época y pulir ciertas expresiones que resultan anacrónicas, como la contraposición entre cristianismo y catolicismo, o la concepción demasiado moderna de la monarquía que se atribuye a ambos soberanos.

Mª Victoria LóPEZ CORDóN