Image: La literatura del siglo XX

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Ensayo

La literatura del siglo XX

Luis Blanco Vila

2 enero, 2000 01:00

Luis Blanco Vila

Maeva. Madrid, 1999. 237 páginas, 1.280 pesetas

La enseñanza de la literatura debe enfocarse como un fenómeno vital y no como hecho de estudio si no queremos espantar a los lectores primerizos. Sin detrimento de los trabajos filológicos y eruditos -imprescindibles, pero que tienen su propio fin-, la explicación literaria alcanza su cabal sentido cuando, conjugando rigor y amenidad, despierta el interés curioso y estimula a la lectura. En este terreno se coloca Luis Blanco Vila al emprender La literatura del siglo XX, cuya trayectoria -Contada con sencillez, apostilla el título- recorre desde el parnasianismo y simbolismo decimonónicos hasta superado el existencialismo en nuestra centuria.

El autor afronta su reto con inusual valentía, pues una obra de este tipo se arriesga a inmediatas descalificaciones. Periodista y narrador también, emplea un recurso alejado de la solemnidad académica: remeda a un profesor que se dirige a sus alumnos, los interpela y les da consejos. Este hilo narrativo tenue facilita el discurrir en cortas pinceladas (a veces demasiado sintéticas y hasta cercanas al inevitable listín) de cuantos nombres importantes han dado en los últimos cien años las letras universales. O, mejor dicho, occidentales, pues a ellas se ciñe el relato, en el cual se echan en falta referencias a las creaciones orientales y de la negritud, si bien supongo que la laguna se debe a la honestidad de hablar de lo conocido de primera mano.

Las hipotecas de esta clase de trabajo las asume Blanco Vila de entrada al obligarse a tratar tan caudaloso curso en un muy limitado número de páginas, las cuales tienen un propósito documental parejo a la exposición de descripciones y juicios. Todo ello, además, se hace no desde la asepsia documental, sino a partir de un atractivo punto de partida que explica los frecuentes apuntes biográficos: la literatura se presenta en el contexto de la experiencia de unas personas, los escritores, que adoptan muy diversas posturas frente al irresoluble misterio del mundo.

El reparo mayor del libro está en el laconismo con que se abordan algunas obras señeras, excesivo incluso pensando en un lector virginal. Pero era inevitable que así ocurriera dados esos condicionantes previos. No hay, en cambio, ausencias notables y sí abundantes menciones de autores poco conocidos. También llama la atención el escaso chauvinismo que equilibra la presencia de los autores españoles según su peso proporcional en un contexto casi planetario.

La voluntad informativa de Blanco Vila no impide que dé a conocer sus preferencias, con lo cual, de paso, abre un fecundo diálogo con el destinatario. A las claras confiesa que Azorín no le "gusta" y lo explica: "Le falta jugo, carece de eco, es correctísimamente monocorde, es riquísimo en léxico y pobre en humanidad". Sin matizaciones sostiene que Gide es el mejor escritor del siglo XX en lengua francesa. Estas afirmaciones invitan a la discusión razonada. Alguna otra parece buscar la polémica, así su opinión sobre Alberti, a quien tiene por "un gran poeta que ha sacrificado su excepcionalidad entregándola a las ideas políticas".

He señalado pareceres rotundos de Blanco Vila que no comparto para indicar el enfoque personal de su trabajo, una nota añadida a otra infrecuente, su desenvoltura expositiva, visible, por ejemplo, cuando aclara que de las tres cualidades del buen irlandés (católico, patriota y borracho), Joyce solo cultivaba la última. Con estos rasgos, el libro cumple su propósito, limitado y ambicioso a la vez, de ser guía de las letras contemporáneas y estímulo de nuevos lectores.