Ensayo

Ser español

Julián Marías

20 febrero, 2000 01:00

Planeta. Barcelona, 2000. 368 páginas, 2.200 pesetas

Todos los trabajos de Marías aquí reunidos son piezas nacidas en razón de circunstancias diferentes, pero se presentan cosidas por su temática: todos se refieren de modo directo o indirecto a cuestiones propias de la historia intelectual de España y su interpretación.
paña y su interpretación

Ser español, que se reedita ahora en versión ampliada, es una excerta de ensayos, artículos y conferencias de su autor. El más antiguo de esos trabajos data de 1947; los más recientes de 1999, si bien la mayoría de ellos son de la primera mitad de la década de 1960. No es infrecuente que colecciones de este tipo se caractericen por una cierta heterogeneidad, a veces simple dispersión, que hace del conjunto algo artificioso y de ficticia unidad. No es el caso. Todos los trabajos aquí reunidos son piezas nacidas en razón de circunstancias diferentes, pero se presentan cosidas por un doble hilo que les otorga conexión. Por un lado, su temática: todos se refieren de modo directo o indirecto a cuestiones propias de la historia intelectual de España y su interpretación. Por otro, lo que cabría llamar el enfoque personal de su autor respecto al sentido de su obra. Marías, en una conferencia de 1971 aquí recogida, decía que su disposición a reimprimir se basa en la fidelidad a los propios proyectos y metas, una especie de paladín frente a modas e inconsecuencias. Lo que parece incuestionable es que los mismos o muy parecidos asuntos han ocupado continuadamente su interés a lo largo de toda su biografía intelectual.

Como tanto en la producción de Marías, los puntos básicos de esta recopilación remiten al estilo y a conceptos orteguianos con su característica combinación de sugestión e incertidumbre. Así, un concepto de tan inequívoco cuño como "proyecto", sale al paso una y otra vez en forma de "proyecto español", pero en vano se buscará cualquier concreción precisa sobre el contenido de tal proyecto, por quiénes, cuándo y cómo se proyectó, en qué habría que reparar para juzgarlo cumplido o fracasado. Mayor calado tienen las nociones tan orteguianas de "ideas y creencias", presentes en el subtítulo del libro y vertebradoras de un ensayo de 1982 sobre el mundo hispánico, también incluido aquí. Ese texto es muy indicado como muestra del argumento implícito que subyace a todos ellos. Según Marías, la diferencia de la historia de España y de los países hispanoamericanos tras su emancipación respecto a otros occidentales se cifraría en un "arcaísmo" cultural derivado de la incapacidad para desarrollar una lengua filosófica propia que a finales del siglo XVIII pudiera tomar el relevo del pensamiento de matriz escolástica y expresión latina que había sido el suyo durante las centurias anteriores. Tal cosa habría concluido en una situación intelectual vicaria, de "ideas recibidas" y escindidas del "sistema credencial" de españoles y americanos. Ya es sabido que, según la explicación orteguiana, ideas y creencias son dos niveles cognitivos distintos, racional y consciente el uno, vital e inconsciente el segundo: "las ideas se tienen, en la creencias se está", diría él. Las ciencias sociales han llamado a ese conjunto de nociones y actitudes colectivas que para Ortega eran creencias, "mentalidades" y han sistematizado mucho su conocimiento teórico y rastreado su papel en el pasado. De todo ello cabe deducir al menos una cosa cierta; las mentalidades o las creencias son mucho menos sólidas e inmutables de lo que puede suponer el observador desavisado y las generalizaciones al respecto, sin un buen examen empírico de por medio, acaban por resultar engañosas. Si hay creencias españolas, o mejor, de los españoles, son necesariamente circunstanciales, mutables. Así, las identidades, una expresión concreta de esas creencias, y la manera de expresarlas se suceden en el tiempo. Por ello, es difícil seguir a Marías en algunos puntos de su argumentación. Si es claro al explicar que la condición de español es algo que "acontece históricamente", es decir, es producto de cambios históricamente registrables, se hace complejo asentir, en la misma página, a que "el español se reconoce en cualquier forma española de cualquier tiempo", o cuando pregunta ante determinado acierto expresivo de Cervantes "¿no es esto España?" Es decir, no todos los persuadidos de lo indudable de una realidad histórica constituida por España y los españoles llegarán a compartir la visión esencialista -a base de estoicismo senequista, idealización e individualismo, según la interpretación menendezpidaliana que Marías glosó- a que parece derivar su planteamiento. Ni tampoco a su convicción de que la historia de España es esencialmente anómala, más sin haber explicitado cuál es el patrón de normalidad. Marías supone que la reflexión historiográfica ha sido poco lúcida para éstas y otras cosas por poco perspicaz al ver la literatura como documento. Algunos historiadores creerán que lo suyo es ante todo literatura, aunque pocos discutirán que lo es brillante y de la mejor.