Ser español
Julián Marías
20 febrero, 2000 01:00Todos los trabajos de Marías aquí reunidos son piezas nacidas en razón de circunstancias diferentes, pero se presentan cosidas por su temática: todos se refieren de modo directo o indirecto a cuestiones propias de la historia intelectual de España y su interpretación.
paña y su interpretación
Como tanto en la producción de Marías, los puntos básicos de esta recopilación remiten al estilo y a conceptos orteguianos con su característica combinación de sugestión e incertidumbre. Así, un concepto de tan inequívoco cuño como "proyecto", sale al paso una y otra vez en forma de "proyecto español", pero en vano se buscará cualquier concreción precisa sobre el contenido de tal proyecto, por quiénes, cuándo y cómo se proyectó, en qué habría que reparar para juzgarlo cumplido o fracasado. Mayor calado tienen las nociones tan orteguianas de "ideas y creencias", presentes en el subtítulo del libro y vertebradoras de un ensayo de 1982 sobre el mundo hispánico, también incluido aquí. Ese texto es muy indicado como muestra del argumento implícito que subyace a todos ellos. Según Marías, la diferencia de la historia de España y de los países hispanoamericanos tras su emancipación respecto a otros occidentales se cifraría en un "arcaísmo" cultural derivado de la incapacidad para desarrollar una lengua filosófica propia que a finales del siglo XVIII pudiera tomar el relevo del pensamiento de matriz escolástica y expresión latina que había sido el suyo durante las centurias anteriores. Tal cosa habría concluido en una situación intelectual vicaria, de "ideas recibidas" y escindidas del "sistema credencial" de españoles y americanos. Ya es sabido que, según la explicación orteguiana, ideas y creencias son dos niveles cognitivos distintos, racional y consciente el uno, vital e inconsciente el segundo: "las ideas se tienen, en la creencias se está", diría él. Las ciencias sociales han llamado a ese conjunto de nociones y actitudes colectivas que para Ortega eran creencias, "mentalidades" y han sistematizado mucho su conocimiento teórico y rastreado su papel en el pasado. De todo ello cabe deducir al menos una cosa cierta; las mentalidades o las creencias son mucho menos sólidas e inmutables de lo que puede suponer el observador desavisado y las generalizaciones al respecto, sin un buen examen empírico de por medio, acaban por resultar engañosas. Si hay creencias españolas, o mejor, de los españoles, son necesariamente circunstanciales, mutables. Así, las identidades, una expresión concreta de esas creencias, y la manera de expresarlas se suceden en el tiempo. Por ello, es difícil seguir a Marías en algunos puntos de su argumentación. Si es claro al explicar que la condición de español es algo que "acontece históricamente", es decir, es producto de cambios históricamente registrables, se hace complejo asentir, en la misma página, a que "el español se reconoce en cualquier forma española de cualquier tiempo", o cuando pregunta ante determinado acierto expresivo de Cervantes "¿no es esto España?" Es decir, no todos los persuadidos de lo indudable de una realidad histórica constituida por España y los españoles llegarán a compartir la visión esencialista -a base de estoicismo senequista, idealización e individualismo, según la interpretación menendezpidaliana que Marías glosó- a que parece derivar su planteamiento. Ni tampoco a su convicción de que la historia de España es esencialmente anómala, más sin haber explicitado cuál es el patrón de normalidad. Marías supone que la reflexión historiográfica ha sido poco lúcida para éstas y otras cosas por poco perspicaz al ver la literatura como documento. Algunos historiadores creerán que lo suyo es ante todo literatura, aunque pocos discutirán que lo es brillante y de la mejor.