Ensayo

Raval

Arcadi Espada

7 junio, 2000 02:00

Anagrama. Barcelona, 2000. 257 páginas, 2.400 pesetas

Barcelona, verano de 1997. Los medios de comunicación levantan una monstruosa red de pedofilia. La policía detiene a once personas, cuatro en prisión incondi-cional, por prostituir menores y producir pornografía infantil. Los periódicos señalaban: "Una pareja alquilaba a su hijo de 10 años a un pederasta por 30.000 pesetas los fines de semana". Entre los detenidos se encontraban un consejero del PSOE-PSC en Ciutat Vella, miembros de la asociación Sida Studi y ex responsables del Casal d’Infants del Raval y de la Taula del Raval. Las edades de las víctimas iban de los 5 a los 14 años. A esto se añadía que un mínimo de 20 menores, quizá 50, había sufrido abusos y que el material pornográfico infantil requisado era ingente.

Conviene señalar con Espada que el espacio donde se desencadenan los hechos es el Raval, un barrio de miseria entre las Ramblas y el mar; allí el 18 de junio de 1997 se presentaba la policía en una casa roída por la desgracia para llevarse a Oriol y separarlo de unos padres acusados de prostituir a su hijo de 10 años. La denuncia de una vecina que aseguraba que el niño frecuentaba a un pederasta con el consentimiento -retribuido- de sus progenitores fue el origen del caso. Tras un "hábil" interrogatorio el menor declara haber sido sometido a abusos y se pone en marcha un proceso que supondrá el encarcelamiento de varias personas.

Pero este libro no es la reconstrucción de un hecho criminal a lo Capote, es la denuncia de un error. Nadie abusó de Oriol, los policías del Grupo de Menores se equivocaron igual que el juez y los psicólogos. Espada reconstruye la trama que sirvió para condenar unos hechos mal interpretados y a continuación levanta su denuncia: las instituciones y desde luego los medios de comunicación han producido un grave daño con su equivocación. Ben Bradley, el periodista del "Washington Post" que arruinó la carrera de Nixon, advirtió en sus memorias contra el "periodismo de queroseno", esa actitud que lleva a determinados periodistas a echar gasolina donde ven humo. Si la Prensa se hubiera molestado en comprobar la información, los titulares hubieran sido distintos y no se hubiera criminalizado a inocentes, a perdedores del Raval.

Aquí no queda títere con cabeza. Desde luego, no el juez catalanista del caso, ni los policías que manipulan las declaraciones. Las psicólogas que elaboran los informes técnicos salen despanzurradas y desde luego los medios de comunicación. Dañan, se olvidan del caso y no rectifican de modo público y notorio. Por si esta triste y dramática historia no fuera suficiente, Arcadi Espada, muy en el tono de su obra Contra Catalunya (1997), deja caer su ácida crítica sobre el entramado social e institucional de Cataluña. En el soliloquio que conforma este volumen compuesto de un tirón, el autor muestra su distanciamiento y su extrañeza dirigiéndose a sí mismo con melancolía. Con ello desasosiega aún más a un lector con algunos detalles de carácter fisiológico y una comprensión quizá excesiva por el amor de ciertos adultos a los niños.