Image: Historia de las religiones

Image: Historia de las religiones

Ensayo

Historia de las religiones

G. Fioramo, M. Massenzio, M. Raveri, P. Scarpi

28 junio, 2000 02:00

Crítica. Barcelona, 2000. 445 páginas, 5.900 pesetas

Este libro parte de dos criterios: La valoración de las religiones como productos culturales de importancia capital y el reconocimiento de la misma dignidad cultural para todos los sistemas religiosos. La pluralidad de las culturas y la pluralidad de las religiones

Resulta sorprendente comparar la actitud de la cultura general frente a la religión y a las religiones, que existía a comienzos de siglo y la que existe al final. Los maestros de la sospecha del siglo XIX (Feuerbach, Marx, Nietzsche) habían legado, como nuevos dogmas, las dos convicciones siguientes: la religión es un fenómeno derivado y alienador para la vida humana. Por ello dos son las grandes tareas pendientes ante ella: "reducción teórica" a lo que la hace surgir (ignorancia del hombre sobre sí mismo, situaciones económicas, incapacidad para tomar el poder sobre sí mismo y el mundo) y lucha contra la "alienación histórica", que ha llevado consigo. Así establecido el diagnóstico de análisis y de lucha, sólo queda esperar su desaparición.

Junto a esta interpretación teórica estaba otro hecho decisivo: Europa había llegado a la convicción de que ella establecía los criterios de humanidad, de cultura y de religión; todo lo que estaba más allá de sus fronteras tenía que medirse por sus cánones. Todo lo ajeno y lejano eran culturas primitivas, pensamiento prelógico, religiones de magia. Europa era la cultura definitiva y el cristianismo la religión absoluta. Si, en el fondo, se daba a las religiones por superadas, al cristianismo se le otorgaba el derecho de futuro porque había hecho posible la cultura, la democracia y la ciencia en Europa. El final de siglo nos hace asistir justamente al vuelco de estas dos convicciones: la religión no ha sido reducida a lo previo sino redescubierta y vivida como un fenómeno originario, irreductible a ningún otro (los nombres de R. Otto, M. Eliade y G. van der Leeuw son clásicos en este orden), a la vez que ha reaparecido a la conciencia humana como una posibilidad y necesidad originarias. Europa se ha percatado de la inmensidad y diversidad tanto cultural como religiosa de otros mundos. Mientras que ella se sumerge en la perplejidad y abandona el monoteísmo por un polimitismo y politeísmo, en otras laderas del mundo se asiste al renacimiento religioso, a la afirmación de la trascendencia como ínsita a la entraña de la vida humana, y por ello a la reclamación de su reconocimiento, de sus signos y de su poder en medio de la vida pública. La reaparición de las religiones orientales (hinduísmo, budismo...) en Europa, y la nueva vigencia del Islam son dos exponentes de esa novedad.

A la luz de estos hechos sorprendentes hay que comprender este libro, que parte de dos criterios: 1) La valoración de las religiones como productos culturales de importancia capital. 2) El reconocimiento de la misma dignidad cultural para todos los sistemas religiosos. La pluralidad de las culturas y la pluralidad de las religiones. Occidente ya no dialoga a solas consigo mismo, sino sorprendido y acomplejado se abre a la diversidad del mundo, recuerda su historia, mucho más compleja y diversa que la que se había imaginado, a la vez que comprueba el hundimiento de la ideología del progreso de la que hasta ahora había vivido.

Lo original de este libro es que hace "historia de las religiones" y se pregunta por la "religión". "Un manual de historia de las religiones no puede eludir el problema de definir qué es la religión" (345), ni de verificar su situación presente y anticipar su posible futuro. El cuerpo de libro hace esa historia en tres partes: las religiones del mundo antiguo: los politeísmos; las religiones de salvación: monoteísmos y dualismos (aquí trata el judaísmo, cristianismo, islam a la vez que el zoroastrismo y otras religiones dualistas); las vías de liberación y de inmortalidad: India y Extremo Oriente. Las designaciones de las dos últimas partes hubiera sido necesario explicarlas, para ver la diferencia entre lo que los monoteísmos ofrecen como salvación (que también implica liberación y vida eterna) y lo que ofrecen las religiones de Extremo Oriente. En el fondo está la cuestión del carácter personal de Dios, del hombre y de la relación entre ambos.

Una cuarta parte analiza el lugar que la historia de las religiones ha ocupado en la cultura moderna, viéndola más desde el punto de vista de la ciencia y antropología que desde la filosofía. Los nombres clave de este recorrido son E. B. Tylor, Primitive Culture (1871); J. G. Frazer, La rama dorada (1890); B. Malinowski, Una teoría científica de la cultura (1942); R. Otto, Lo Santo (1917); G. van der Leeuw, Fenomenología de la Religión (1933); E. Durkheim, Las formas elementales de la vida religiosa (1912); Lévy-Bruhl y C. Lévy-Strauss. La línea divisoria aquí es la comprensión social-funcionalista de la religión o su comprensión real-personal.

Las páginas más iluminadoras son las diez últimas sobre: Religión y modernidad, los nuevos movimientos religiosos. Si el lector no tiene mucho tiempo, comience por aquí. Se sorprenderá de qué fermentación de empeños proliferan, verdaderos o pseudoreligiosos y pseudocientíficos, donde el miedo visceral y el anhelo profundo de Absoluto, la voluntad de verdad y los légamos de la subjetividad amenazada se mezclan. Este capítulo se abre con la frase: "Una de las características esenciales de la modernidad es la actitud destructiva que ha mantenido frente a distintas tradiciones religiosas". El libro se cierra enumerando las posibilidades y esperanzas que hoy se proyectan sobre la religión en el orden social, que reclama para sí legitimidad, integración, sentido y horizonte de esperanza, pero no se lo puede dar por sí solo.