Image: No vendrá el diluvio tras nosotros

Image: No vendrá el diluvio tras nosotros

Ensayo

No vendrá el diluvio tras nosotros

Joseph Brodsky

28 junio, 2000 02:00

Ed. de R. San Vicente. Galaxia Gutenberg, 2000. 222 págs. 2.400 ptas. DEL DOLOR Y LA RAZÓN. Trad. A. Martí. Destino, 2000. 464 págs. 3.500 ptas.

La antología de San Vicente propone la lectura de un Brodsky metafísico y casi intemporal. En el libro de ensayos, el Brodsky profesor y el Brodsky poeta se encuentran juntos y de una sola y misma vez

Para Brodsky -como para Maragall- la poesía es un "estado térmico del lenguaje", que renominaliza la realidad al convertir la experiencia del mundo en escritura. Brodsky escribe al dictado de la lengua que, en el exilio, ha sido para él algo así como su escudo protector. Por eso insiste en la higiene y cuidado continuo de ésta y advierte del peligro que la amenaza: la demagogia, la incultura y el intenso proceso de vulgarización: "Hoy día -dice- se halla muy extendida la opinión de que el escritor, en concreto el poeta, debería utilizar en su obra el lenguaje de la calle, el lenguaje de la masa. Pese a su apariencia democrática y a sus evidentes ventajas -advierte- tal consigna representa un intento bastante absurdo de subordinar el arte, en este caso la literatura, a la historia. La literatura -afirma- debería hablar el lenguaje de la gente sólo en el caso de que queramos que el Homo sapiens detenga su evolución. De lo contrario, es la gente la que debería hablar el lenguaje de la literatura".

Formado en el simbolismo del siglo XIX y en los distintos modernismos y estilos del XX, metrifica en eslavo las líneas poéticas más productivas de la tradición clásica occidental. Como Auden, al que de continuo cita y al que en más de un aspecto se parece, cree que las reglas métricas "impiden las respuestas automáticas" y que nos liberan "de las ataduras del Yo". Como expone en su "Gran elegía a John Donne", "toda estrofa duerme. Duerme el códice severo de los yambos", y, en ellos, "los ríos de palabras" que constituyen nuestra verdad interior. El epigrama es el espacio textual en que mejor se mueve, como prueba este dístico sobre la forma de medir el tiempo: "No hay sólo andar, también silencio, en tu reloj,/ que además ignora el caminar en círculo". Y Wallace Stevens late en el fondo del poema "El candelabro", y, de modo muy claro, en su verso final, como Cavafis en "Post aetatem nostram", y Yeats y Eliot, en "24 de diciembre de 1971", un poema que supera a sus fuentes y que es uno de los mejores textos escritos en nuestro siglo sobre la Navidad.

Horacio informa "Noche de invierno en Yalta"; Marcial sirve de base a "Carta a un amigo romano"; un Homero postmoderno inspira "Ulises a Telémaco"; y la poesía inglesa da apoyo estructural a las series de textos descriptivos, en los que hay imágenes parecidas a algunas del primer Claudio Rodríguez. Así, ésta: "La línea limpia del horizonte/ con una nube parece una cuerda con camisas tendidas". La poesía "consiste/ en la ausencia de fronteras claras", y el poeta sólo debe sentirse solidario con el dolor: "De noche conversamos/ con nuestro propio eco", que "empaña el cristal/ de un acuario de mármol, vacío e ideal/ para la resonancia". El espacio es "la ausencia del cuerpo en cada punto; no hay causas en el mundo,/ sino tan sólo efectos"; y "Lo mejor es/ no tener nada que ver con la verdad". Tal vez por eso busca lo único a lo que siempre vuelve: "la anónima franqueza del lenguaje" que, como sucede en el lienzo de "Ritratto di donna", es "la ruta/ para dar con el lugar adonde no hay/ otra manera ni modo de llegar". La antología de Ricardo San Vicente facilita y propone la lectura de un Brodsky metafísico, histórico y casi intemporal: un Brodsky que es la suma de sus distintas tradiciones y la resta de sus diversos ejes de simultaneidades; un Brodsky clásico y -¿por qué no decirlo?- occidental en la línea de los grandes poetas rusos del siglo XIX.

No otra cosa viene a confirmar sus ensayos recogidos bajo el título Del dolor y la razón, que constituyen una miscelánea tan diversa como sorprendente, en la que los géneros -como diría Kroll- se entrecruzan y el resultado es poliédrico y multicolor: desde las memorias hasta el diario, desde el discurso hasta el ataque, desde el homenaje hasta la reflexión. Y, en todo ello, un tema casi único: la literatura y todo su disperso y disparatado mundo de espectros, sombras, sueños y fantasmas. En "Botín de guerra" -escrito en 1986- explica que "en el mundo occidental, en la civilización, reconocíamos algo propio; quizá más que en lo de nuestro país. Y además íbamos a tener que pagar por esa sensación. Y un precio muy alto: el resto de nuestra vida". En los siguientes se insiste en que "la literatura constituye el único seguro moral posible para una sociedad" y se hacen observaciones pertinentes sobre Marco Aurelio, Horacio y Stephen Spender, al que se presenta y recuerda en su caballleresca mezcla "de sutileza y sobriedad". El aburrimiento como signo de civilización, la meditación sobre la historia europea última y, sobre todo, "Pieza de coleccionista", un ensayo sobre el espionaje británico y soviético visto en sus figuras más representativas, dotan del máximo interés a un libro cuya unidad reside en su coherencia ideológica, y ésta, en su insobornable estructura moral. El Brodsky profesor y el Brodsky poeta se encuentran aquí juntos y de una sola y misma vez. Leerlo procura un placer doble: el de la inteligencia conmovida y el del lenguaje convertido en cultura, memoria y emoción.

me han culpado de todo...
Me han culpado de todo, salvo del tiempo,
yo mismo me he solido amenazar con un duro rescate.
Mas pronto me arrancaré, como se dice, los galones,
y me convertiré en una simple estrella.
Y brillaré en el adiós como un teniente de los cielos,
cuando oiga el trueno, me ocultaré entre la nube
sin ver cómo la tropa, bajo el empuje de los saldos,
huye bajo el acoso de la pluma.
Cuando alrededor ya no hay lo que una vez estuvo
no importa si es un blitz o si os cogen prisionero.
Así el escolar, al ver en sueños el tintero,
mejor dispuesto está a multiplicar que tabla alguna.
Y si, por la velocidad con que va la luz, no esperas premio,
al menos el blindaje del común no ser
valore tal vez los intentos de mudarlo en cedazo
y por la brecha que abrí me dé las gracias.