El banco de San Fernando (1829-1856)
Pedro Tedde de Lorca
12 julio, 2000 02:00Pedro Tedde de Lorca
A Pedro Tedde se deben un conjunto de imprescindibles trabajos relativos a la génesis de la primera Banca moderna en nuestro país. Además de su labor como editor o coeditor de la Memoria histórica que Ramón Santillán redactó sobre los Bancos de San Carlos, San Fernando, de Isabel II y de España, y de las Memorias del mismo hacendista, es autor de una justamente alabada monografía sobre el banco que operó en la crisis del Antiguo Régimen, El Banco de San Carlos (1988); instituido en 1782 para el manejo de la especial deuda pública que fueron los vales reales, el San Carlos fue arrastrado por el desorden económico y la crisis política y bélica que conoció España desde el comienzo mismo del XIX. Durante el reinado de Fernando VII el Banco llevó una vida lánguida hasta su transformación en 1829 en el Banco de San Fernando.Este libro es, por tanto, continuidad en una línea de investigación que se afirma como una de las más sólidas en su especialidad. El Banco de San Fernando se basa en un completo examen de la documentación interna de la institución y en la utilización de la mejor bibliografía reciente relativa al período. Lo primero hace posible una detallada exposición de la estructura y funcionamiento del Banco; lo segundo, situarlo en el cuadro general de la evolución económica española de la primera mitad del XIX. Así, siendo ante todo historia de una institución económica, es también parte de una historia económica general, especialmente valiosa en las vertientes hacendística y financiera.
La estrecha relación entre ambos niveles de estudio se refleja en la misma estructura del libro, construida en función de la historia política de aquellos años. En la evolución del Banco de San Fernando, de acuerdo con la exposición de Tedde, se pueden distinguir tres grandes fases. Su surgimiento fue parte de un conjunto de iniciativas económicas -establecimiento de presupuesto en la Hacienda con sus implicaciones en cuanto a centralización del gasto y unidad de caja, etc- que apuntan una modernización técnica. El estallido de la guerra carlista sumiría al Banco durante los siete años del conflicto en una compleja situación impuesta por su funcionamiento como proveedor de crédito y aún gestor económico del Estado en la financiación de la guerra, de forma que el peso en su Activo del sector público llegó a ser muy considerable. Eso daría lugar a relaciones complejas con el ministerio de Hacienda, pero también beneficios nada desdeñables.
La paz, con una coyuntura expansiva en la década de 1840, tuvo para el San Fernando un asunto central, la aparición de otro Banco emisor, el de Isabel II, que le disputaba algunos de los beneficios que le fueron concedidos en exclusiva, y que motivó una sorda pugna entre ambas entidades. La cosa terminaría, al cabo de tres años, con la absorción del Isabel II por el San Fernando.
En la década de 1850 estuvo en el San Fernando determinado por la actividad de Santillán como director. Las páginas que Tedde dedica a su gestión suponen nueva luz sobre lo crucial de su figura en la vida económica del período. Santillán saneó el Banco, reforzó su autonomía y, reestructurando su base jurídica, le encaminó a lo que habría de ser el Banco de España. Se cerraba con ello una etapa de la contribución de la Banca al desarrollo de la revolución liberal en España. Detrás de esta obra hay, traducido en datos y análisis interpretativos de los mismos, un ingente trabajo de investigación; sobran razones para agradecérselo a su autor.