Image: La democracia planetaria

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Ensayo

La democracia planetaria

Gurutz Jáuregui

13 septiembre, 2000 02:00

El libro resulta de interés siquiera porque aborda la nada sencilla tarea de analizar el impacto de la globalización en los sistemas democráticos, con la intención confesa y manifiesta de llevar a pensar al lector

Finalista del premio Jovellanos. Nobel. Oviedo, 2000. 267 páginas, 2.350 pesetas

Este libro -y así lo reconoce G. Jáuregui- no ofrece soluciones pero sí constituye un cañamazo de notable interés para la reflexión. ése constituye su mérito principal. No el decir cómo es el mundo sino cómo podríamos esperar que fuera en el mejor de los casos

El término globalización constituye uno de esos neologismos que experimentan una rápida fortuna y que se ven repetidos de manera intensa sin que se tenga siempre la sensación de que su comprensión y su empleo resulten los más adecuados. Posiblemente tal hecho no tendría mayor importancia de no ser porque, en este caso concreto, nos hallamos ante una etiqueta que cubre un fenómeno de enorme importancia, el de la formación de una economía que ya no puede ser regional o estatal sino que tiene características que aún más que internacionales resultan planetarias. Las consecuencias de este acontecimiento sin precedentes -ni referentes- en la Historia podrían ser en el futuro muy positivas pero, de momento, van impregnadas de una no escasa carga de incertidumbre y malestar.

Aparte de la raíz psicológica de esa reacción -la misma que se resiste con frecuencia al cambio y a la novedad- no puede pasarse por alto que no faltan razones para sentirse así frente a la globalización. En ese sentido, el libro de Gurutz Jáuregui (Urrechu, Guipuzcoa, 1946), catedrático de Derecho constitucional de la Universidad del País Vasco, resulta de interés siquiera porque aborda la nada sencilla tarea de analizar el impacto de la globalización en los sistemas democráticos que conocemos en la actualidad y lo hace con la intención confesa y manifiesta de llevar a pensar al lector. En su primera parte, Jáuregui intenta mostrar cómo las reacciones de incertidumbre y malestar superan con mucho lo visceral al existir un riesgo real de capitulación del Estado de Derecho. Esa capitulación precisamente podría producirse frente a la política de globalización, un fenómeno iniciado por las empresas multinacionales con posterioridad a la segunda guerra mundial y que, actualmente, parece irreversible.

En esa impresión ha tenido un especial papel el triunfo del neoliberalismo y del denominado pensamiento único hacia los que el autor muestra notables reticencias. De hecho, el postulado liberal que sostiene que "ningún otro camino hacia la plena modernidad económica ha resultado transitable" -postulado, dicho sea de paso, irrefutable hasta el día de hoy- es sometido a una crítica a fondo que da la impresión de creer en alternativas posibles y que, desde luego, incide en algunas de las consecuencias más negativas del fenómeno globalista. Cuestión aparte -y muy discutible- es que fenómenos como la precarización del empleo o el aumento de las desigualdades haya que atribuirlo, como pretende el autor, a esa visión y no más bien cargarlo en el debe de políticas previas que han demostrado su incapacidad cuando no su carácter profundamente negativo. Resulta, por lo tanto, muy discutible el análisis económico de Jáuregui en el que parece que prima más un apriori ideológico frontalmente opuesto al liberalismo que un examen frío y realista de la evolución de la economía contemporánea. Con todo, esa circunstancia no tiene una importancia excesiva en el discurso global de la obra porque a partir precisamente de ese momento el libro cobra un nuevo vuelo que resulta preñado de sugestión y de motivos para la reflexión.

Ejemplo claro de esto son los capítulos relacionados con la globalización y su incidencia en los modelos de gobierno tanto nacionales como internacionales. Indudablemente ducho en el terreno jurídico, Jáuregui resulta claro y convincente en su crítica de la ONU, en sus dudas frente al modelo aún no del todo definido de la Unión Europea o en el desafío que supone la redefinición del concepto de soberanía nacional o el futuro de las constituciones frente a la globalización. Al mismo tiempo, aparece muy sugestivo el intento del autor en el momento en que aborda problemáticas aún incipientes pero que amenazan con salirnos al encuentro el inmediato día de mañana.

La medida en que la tecnología puede erosionar en su vertiente tecnocrática los sistemas democráticos, la influencia innegable de los medios de comunicación en sociedades democráticas o el cuestionamiento del poder estatal desde una perspectiva de sana democratización constituyen algunos de los temas tratados. Finalmente, Jáuregui se adentra en la más que espinosa cuestión de la reconstrucción de la democracia. A nuestro juicio, esta parte del libro merece ya por si sola la lectura de los capítulos anteriores por lo que tiene en sí de especulación no sobre lo que es sino, más bien, sobre lo que podría ser el futuro. La necesaria recomposición de la sociedad civil, la obligatoriedad de la participación en los sistemas democráticos y las formas que puede adoptar e incluso el colofón que apunta de una democracia participativa a otra liberadora son cuestiones sujetas más a un discurso de utopías y deseos nobles que al del análisis realista del mundo en que vivimos. Sin embargo, quizá precisamente por eso, constituyen una conclusión esperanzada a un tema en el que el realismo puede resultar esencial pero, a la vez, en ocasiones, se convierte en sobrecogedor. Segunda parte de una trilogía iniciada en 1994 con La democracia en la encrucijada y dedicada al estudio de la democracia en el mundo actual, la presente obra -y así lo reconoce su autor- no ofrece vías ni soluciones pero sí constituye un cañamazo de notable interés para la reflexión ulterior. ése constituye su mérito principal. No el decir cómo es el mundo sino cómo podríamos esperar que fuera en lo que el autor considera el mejor de los casos.