Ensayo

El peor viaje del mundo

Apsley Cherry-Garrard

4 octubre, 2000 02:00

Ediciones B. 649 págs., 3.200 ptas

Algunos de los miembros de la última expedición de Scott al Polo Sur (1910-1913) bromearon acerca de la incorporación de última hora del joven Apsley Cherry-Garrard. En aquel grupo de rudos marinos y científicos, ¿qué pintaba un licenciado en Clásicas por Oxford? No hay más que leer El peor viaje del mundo para responderse: aparte de trabajar como el mejor, Cherry iba a encargarse, diez años después de la tragedia, de inmortalizar aquella gesta en una obra maestra de la literatura de viajes. Eneas necesitó un Virgilio y Scott a un conocedor de los clásicos como Cherry-Garrard. Scott descubrió la Antártida, llegó a un continente nuevo, halló la manera de viajar por él y transmitió al mundo lo que averiguó sobre él. Fue el último de los grandes exploradores geográficos, y tal vez Cherry-Garrard el último de los que han escrito sobre semejante mundo. En aquel viaje en la noche polar, a 50 grados bajo cero, el aliento y el sudor se transformaban en hielo en el acto. Cherry-Garrard llegó a tal "grado de sufrimiento que en fondo me daba igual morir".

Este hombre que tuvo la muerte cara a cara, que comprendió que no se tiene miedo a la muerte, sino al dolor de morir, formaría parte dos años después del grupo de búsqueda que halló los cadáveres de Scott, Bowers y Wilson. Sus compañeros del viaje de invierno no tuvieron tanta suerte en esta ocasión. El peor viaje del mundo no es un lavado de conciencia, sino un hermoso canto al sacrificio en nombre de la ciencia, a la amistad, y una dura crítica a la nación inglesa, "nación de tenderos", por su desprecio hacia empresas que no reporten prontos beneficios económicos.

Sobre una colina en el estrecho de McMurdo, los expedicionarios levantaron una cruz de madera de diez metros en memoria de su compañeros malogrados, con la inscripción del último verso del Ulysses de Tennyson, para satisfacción de Cherry: "luchar, buscar, encontrar y no rendirse jamás".