Image: El prpgreso decadente

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Ensayo

El prpgreso decadente

Luis Racionero

25 octubre, 2000 02:00

Premio Espasa Ensayo 2000. Espasa. Madrid, 2000. 209 páginas, 2.900 pesetas

Luis Racionero ha cogido brocha gorda y fino compás para ofrecer una visión panorámica de los últimos cien años y dejar del siglo XXI un adivinatorio de lo que nos puede aguardar

Desde su despacho en el Colegio de España en París, Luis Racionero ha ordenado el siglo y le han concedido el premio Espasa Ensayo 2000. Nacido en la Seu d´Urgell en 1940, este ampurdanés de mirada entre distante y displicente -en los dos centenares de páginas de este ensayo la producción nacional de pensamiento es ninguneada- ha cogido brocha gorda y fino compás para darle -es el subtítulo del libro- un "repaso al siglo XX". La magnífica educación de Racionero, ingeniero industrial en origen pero luego licenciado en Ciencias Económicas y Doctor en Urbanismo por la Universidad de California en Berkeley le acredita, como evidencian sus muchas publicaciones y su amplia vida intelectual para, en grandes trazos, ofrecer una visión panorámica de los últimos cien años y dejar del siglo XXI un adivinatorio de lo que nos puede aguardar.

Arranca este volumen desde una frase que sintetiza el siglo: "Progreso decadente". Progreso en lo tecnológico, decadencia en lo moral. Desde ahí arranca Racionero afirmando: "El hombre moderno es un hastiado" en "una civilización delicuescente". No faltan razones para una afirmación tan rasgada. Al comenzar el siglo el hombre ha sido desplazado del centro del Universo por los descubrimientos de Copérnico, del centro del mundo por los de Darwin y enseguida sería desplazado del centro de la razón de Freud, cuando en 1900 publica La interpretación de los sueños. Por si esto fuera poco en 1905 Einstein empieza a dar cuenta de la teoría de la relatividad, un desafío al sentido común, el cual no acaba de entender que la velocidad de la luz permanezca constante tanto si el foco iluminador está parado como si está a mil por hora.

En este comienzo de siglo sitúa Racionero el agotamiento de una filosofía que con Hegel dio su última cosmovisión y el principio de un peligroso ensimismamiento artístico. Entre tanto Europa va dejando de ser el centro de la Tierra. Si desde el año 1500 manda e impone, en 1820 se cae el imperio español y casi cien años después se hace añicos el encaje de bolillos del imperio austrohúngaro. Tras la Segunda Guerra Mundial el imperio inglés deja su idioma como el latín del siglo XXI y queda Norteamérica, hundida la Unión Soviética, como la gran potencia hegemónica. Pero entre tanto se produce para Racionero un hecho crucial en el decurso de un siglo que ya desde 1875 -en opinión de Toynbee- es posmoderno: la rebelión de las masas. Aparece el "hombre-masa" que ya anunciara Gustavo Le Bon desde 1895 en sus escritos de psicología social y que Ortega y Gasset diagnostica en 1928 en su famoso libro.

Para Racionero el "hombre-masa" viene dado por el aumento demográfico. Según sus datos, Europa, estancada en 180 millones de habitantes, apenas crece desde el año 500 al 1800. Con el siglo XX aumenta la tasa demográfica hasta el punto de que al estallar la Primera Guerra Mundial en 1914 la población europea alcanza los 460 millones de habitantes. Un crecimiento tan rápido desborda a las elites e impone su falta de criterio. El "hombre-masa", como señalaba Le Bon, atiende más a las emociones que a las ideas y piensa por imágenes en lugar de utilizar el pensamiento abstracto.

Al hilo del transcurrir del siglo llega el lector a la revolución cultural de los años sesenta, expresada en la rebelión estudiantil y en el movimiento hippy. Racionero tiene un recuerdo emocionado de unos años en los que está en el mejor sitio, California. Su reflexión sobre aquella magnífica e incompleta revolución cultural viene precedida por una doble consideración. Por un lado, su valiente recuperación del pensamiento de Wilhelm Reich, no sólo en lo que tiene de yuxtaposición de Marx y Freud sino de su considerable potencial de liberación. Por otro, la referencia a un pensador al que algunos escuchamos en el campus de la Jolla y que hoy yace en el olvido: Herbert Marcuse, un adelantado en la reflexión sobre los valores y la estética posmoderna.

Ya de cara al siglo XXI la civilización occidental necesita para Racionero tomarse en serio la ecología, generalizar el ocio y acabar con las guerras. La subida del petróleo de estos últimos meses hace aún más evidente la necesidad de cuidar el mundo como soporte físico de la vida. Más ocio significa trabajar menos, semana de treinta y cinco horas y, sobre todo, olvido de la moral calvinista que contempla el trabajo como vía de salvación eterna. No matar es evidente. Con todo esto, más la individualización de la democracia y el avance de las ciencias biomédicas, estaríamos dando una vuelta de tuerca a la civilización y en disposición de entrar en un gobierno mundial que cerraría el cosmos de un modo nuevo y en el que España tendría, como sucedió cuando Magallanes y Elcano cerraron el perímetro de la Tierra, una posición de privilegio al servir de nexo entre la civilización occidental, la iberoamericana y el islam.