Image: Sin acuse de recibo

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Ensayo

Sin acuse de recibo

Fabián Estapé

8 noviembre, 2000 01:00

Sus extensos conocimientos; su ingenio agudo; su invariable inconformismo, hacen de Estapé una figura compleja e irrepetible

Traducción de David Castelló. Plaza y Janés. Barcelona, 2000. 319 páginas, 2.995 pesetas

La personalidad de Estapé trasciende el ámbito académico, en el cual ocupó en dos ocasiones -y en épocas muy conflictivas- el Rectorado de la Universidad de Barcelona, siempre en defensa de la libertad de opinión y de la apertura de ideas hacia el mundo externo

Se esperaba con gran interés la versión castellana de las memorias personales del profesor Fabián Estapé, tras su reciente aparición en catalán con el título de De tots colors (Edicions 62, Barcelona, 1999).

Fabián Estapé personaliza uno de los más sobresalientes magisterios en Economía de la Universidad española, desde mediados de la década de los cincuenta, y a lo largo de casi cuarenta años, en Zaragoza y más tarde en su natal Cataluña. La personalidad de Fabián Estapé, por otra parte, trasciende el ámbito académico, en el cual ocupó en dos ocasiones -y en épocas muy conflictivas- el Rectorado de la Universidad de Barcelona, siempre en defensa de la libertad de opinión y de la apertura de las ideas hacia el mundo externo. Sus extensos conocimientos; su ingenio agudo -a veces lacerante-; su irreverente y ávida curiosidad, propia de un adolescente, hacia todo lo humano; su invariable inconformismo, no reñido con posiciones de cercanía o de responsabilidad política con el oficialismo, hacen de Fabián Estapé una figura compleja, sugestiva e irrepetible.

Pueden diferenciarse, no sin dificultad, en el relato de una vida tan rica y variada, tres grandes partes. La primera nos remite a la Universidad y a la aportación científica de Estapé. Reconoce él mismo que, a pesar de haber desarrollado una amplia labor como catedrático de Política Económica, su vocación preferente es la Historia del Pensamiento Económico. Congruente con su personalidad, admira a los grandes heterodoxos de la economía clásica: Marx, Weber, Veblen, Schumpeter, Galbraith. También acorde con la disconformidad resultan sus consideraciones nada complacientes con algunos -no todos- de los últimos Ministros de Economía más afines a la economía monetaria ortodoxa (Rato, Solchaga, Boyer). A veces la subjetividad se torna parcial. Así cuando se silencia la actividad de los historiadores del pensamiento Económico de Madrid -en cuya Universidad Complutense se crea la primera cátedra de esta especialidad, a mediados de los años sesenta-, alguno de los cuales, por cierto, fue estrecho colaborador de Estapé en una de sus épocas madrileñas. El autor se muestra, por lo general, considerado, pero frío, con sus pares de Madrid, si se exceptúa a Enrique Fuentes Quintana, con quien recorrió, en una larga relación amistosa, la no fácil carrera de catedrático de la Universidad. En todo caso, las consideraciones más mordaces -e incluso, crueles- las reserva el autor para algunos economistas catalanes, académicos y políticos, residentes en Madrid.

La segunda selección que cabe hacer de este libro nos lleva a la etapa de la vida de Estapé que él mismo considera más generadora de expectación, cuando no de cierta morbosidad: "¿Cómo podrá justificar su participación en el gobierno del general Franco?" (pág. 183). La remembranza de aquella experiencia -Comisario Adjunto del Tercer Plan de Desarrollo (1971-1972), y antes asesor directo del Ministro de Industria (1961-1969), y antes, aún, del Ministro de Hacienda, previamente a la reforma tributaria de 1957- la resume el propio Fabián Estapé en las siguientes palabras: "Era contradictorio que un hombre como yo, cuya formación académica se situaba cerca de Manuel Sacristán, del marxismo, de Schumpeter y de todo aquello que implicaba progreso, pasara horas y horas fumándose su prestigio en los despachos del Opus Dei" (pág. 206). ¿Cuáles son las claves? En primer lugar: "Mi carácter indomable, mi afán por enterarme de todo cuanto pasaba en el interior de las estructuras del poder y la convicción de que, si intervenía en el ámbito económico, podría mejorar la situación que se vivía en aquella época" (página 183).

Creo que esta última explicación resulta convincente. Estapé, en su gestión directa de los asuntos universitarios, mostró una actitud sinceramente liberal y consiguió superar algunas situaciones muy problemáticas. Por otra parte, como asesor económico del Gobierno, entendió que la elección de "cuanto peor, mejor" era una elección errónea y, a la vez, miserable. Todo lo contrario, la progresión material de la sociedad española en los años sesenta y setenta facilitó, como se ha dicho repetidas veces, la transición a la democracia. Otra cosa es que, la planificación indicativa -la de los Planes de Desarrollo de López Rodó- fuese, como Estapé afirma, verdaderamente trascendental.

La tercera selección de este libro es la vital y cultural, y nos ilumina la extraordinaria contribución de Cataluña a la modernización de España en la segunda mitad del siglo XX; sobre todo, en el periodo 1940-1980. En primer lugar, el libro de Estapé se inscribe en una fértil tradición catalana de memorias personales cuya máxima expresión literaria es el Cuaderno Gris de Josep Pla. En segundo lugar, Estapé nos presenta un impresionante friso de catalanes decisivos en la evolución europeísta de la España contemporánea: Juan Sardá, Jaume Vicens Vives, Jordi Nadal, Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral, Oriol Bohigas, Josep María Castellet y Josep Vilarasau, entre otros. La última reflexión, acerca de este libro y de su autor, nos conduce a afirmar la compatibilidad entre el esfuerzo intelectual y la actitud sensitiva de algunos españoles mediterráneos ante la plural vida.