Image: Guerra, técnica y fotografía

Image: Guerra, técnica y fotografía

Ensayo

Guerra, técnica y fotografía

Ernst Jönger

13 diciembre, 2000 01:00

Edición de Nicolás Sánchez Dura. Traducción de J. B. Llinares. Universidad de Valencia, Valencia, 2000. 490 páginas, 3.000 pesetas

El verdadero objetivo de estos textos de Jönger no es de orden historiográfico. Lo que le importa en ellos es la fotografía, su historia y uso. Un objetivo en cuyo tratamiento literario Jönger no deja de enlazar con algunas de sus más famosas construcciones conceptuales

La narrativa dedicada por Jönger a la I Guerra Mundial, cuya "veracidad", "honestidad" y "belleza" fueron en su momento subrayadas ya por alguien tan poco belicista como Gide, data de los años 20 y 30. Tempestades de acero vio la luz en 1920, El bosquecillo en 1925 y El estallido de la guerra de 1914 en 1934. Fuego y sangre, que por decisión del propio Jönger no fue incluido en la edición española de aquéllos, publicada por Tusquets bajo el título de Tempestades de acero, se remonta a 1925. (Existía una temprana versión castellana de esta obra en Ediciones Populares Iberia, 1931). Pero la dedicación jöngeriana a la Gran Guerra no termina aquí. A finales de los años 20 preparó para su publicación, como editor literario, tres libros con numerosas fotografías de aquel conflicto, en los que incluyó varios prólogos y escritos suyos relacionados con el tema: ¡Necesitamos la aviación! (1928), El rostro de la Guerra Mundial. Vivencias del frente de los soldados alemanes (1930) y Aquí habla el enemigo. Vivencias de la guerra de nuestros adversarios (1931). Se trata de una serie de escritos de Jönger que quedaron en un segundo plano desde su publicación original, hasta el punto de no haber sido incluidos -al menos hasta la fecha- en la gran edición de sus Obras Completas (Klett-Cotte).

Gracias a Nicolás Sánchez Durá, coordinador e introductor de este volumen, que acaba de ver la luz como acompañamiento literario y guía de una notable exposición valenciana de las imágenes fotográficas de la Gran Guerra editadas en su día por Jönger, todos estos textos son puestos ahora, en cuidada traducción de J. B. Llinares, a disposición de lectores y especialistas. El volumen contiene además otros trabajos del mayor interés, firmados por el último secretario particular del escritor, Georg Knapp, por Horacio Fernández y por Enrique Ocaña. Todo un acontecimiento literario, pues.

El verdadero objetivo de estos textos de Jönger no es, de todos modos, de orden historiográfico. Lo que le importa en ellos -en un marco de gran carga cosmovisional y teórica- es la fotografía, su historia y su uso. Un objetivo en cuyo tratamiento literario Jönger no deja de enlazar con algunas de sus más famosas construcciones conceptuales. Porque para el autor de Tempestades de acero la fotografía es un producto nacido de uno de los registros mayores de la época moderna, caracterizada -como desde un ángulo no muy distinto ha hecho ver Heidegger- por el dominio planetario de la técnica y la movilización total, completa y sin fisuras de la sociedad por el trabajo. Por el dominio también, y por decirlo de otro modo, del motor, asumido por Jönger no tanto como el mero soberano de nuestro tiempo cuanto como "su símbolo, como la imagen simbólica de un poder para el cual la explosión y la precisión no constituyen antítesis". Una vez reconocida esta raíz, nada más coherente que la valoración de las imágenes bélicas como medio para reconstruir la "vivencia espiritual de la guerra". Fotografiar será elevar la instantánea a instrumento de la conciencia técnica.

Consciente, como Benjamin, de que el pie de foto es un componente clave de la instantánea, Jönger optó por redactar él mismo los pies de las fotografías incluidas en sus foto-libros. Con gesto polémico se distancia aquí de toda estetización idealizadora y glorificadora del fenómeno, que cierra la mirada a su horror y ferocidad. Pero, por otro lado, marca implacable sus diferencias respecto a cómo pacifistas y humanistas de talante político "avanzado" presentan la guerra. Identificado con una suerte de "realismo heroico", Jönger parte en estos textos juveniles de la constatación de que "todas las épocas han tenido sus guerras", razón por la que deberíamos enfrentarnos algo más analíticamente al fenómeno, preguntándonos, por ejemplo, por qué en la época del imperio de la técnica se ha intensificado hasta tal punto la crueldad del enfrentamiento. La respuesta no puede formularse desde la perspectiva de un pacifismo y un humanismo abstractamente "progresistas". Entre otras razones porque, tal y como Jönger ve las cosas, fue la ideología del progreso la que le dio a los poderes combativos "el mejor motivo" para una intensificación del enfrentamiento, así como los medios retóricos idóneos para presentar al enemigo como un "enemigo de la especie humana". La polémica está, pues, servida. De nada valdría trivializar lo que está en juego. Ni la intensidad, influencia y conflictividad de sus presupuestos, que han dominado la historia del terrible "siglo corto" a cuyo final nos ha sido dado asistir.