Ensayo

Sin pecado concebido

Javier Villán

17 enero, 2001 01:00

Akal. Madrid, 2000. 135 páginas, 2.470 pesetas

Tras la muerte del general Franco se produjo en España un fenómeno social cuyo estudio está por hacer. En los primeros años de la Transición Política un buen número de curas y monjas colgaron los hábitos. El número de aspirantes al sacerdocio disminuyó de modo brusco y los seminarios se quedaron casi vacíos. Lo que resulta curioso es que casi ninguno del tropel de clérigos convertidos en laicos en esos años ha dejado vestigios escritos de su conversión. Los escasos textos publicados han tenido un tono más de venganza que de reflexión.

Sin pecado concebido, cuyo subtítulo no puede ser más expresivo, Gozos y tribulaciones de un seminarista, viene a llenar un vacío que estaba pidiendo a gritos una reflexión en torno a los seminarios de los años duros del franquismo. Nos encontramos aquí ante un libro que narra la vida de un seminarista en la España que va desde la Guerra Civil hasta la llegada del turismo y la venta, en cantidad, de automóviles. El modo escogido por Javier Villán para escribir esta obra ha sido el de hacer hablar, en primera persona, a un personaje desde que es elegido candidato para seminarista hasta que abandona el seminario. Para hacer aún más eficaz su relato crea una trama amorosa entre el adolescente y una joven monja capillera. A la escuela de un pueblo agrícola de la meseta castellana llegan, como narra Villán, unas sotanas que con el apoyo de la maestra, unas cuentas y unas preguntas sobre Historia Sagrada preseleccionan a un muchacho de casa humilde que habrá de ir a la capital de la provincia a pasar el examen definitivo, con la esperanza de llegar a obispo o incluso, por qué no, a cardenal de la Iglesia. Mientras tanto el lector es transportado al interior de la vida cotidiana de un seminario. Así se van perfilando los personajes y los hechos que dan estructura a la formación del seminarista. Al acierto de un contenido que con ironía, humor y medida desvela un mundo complejo y lleno de sutilezas se añade lo original de su presentación. Se le ha dado a este volumen un formato de libro escolar de la época. Su cubierta tiene tapa dura e ilustraciones de Sergio Ramírez y David Ouro. La calidad del papel y lo acertado de los dibujos, a modo de estampas que iluminan el texto, hacen de esta obra de Villán un objeto agradable a la vista y al tacto. Nostalgia para unos, historia para otros y magnífica escritura para todos.