Campoamor y su mundo
Manurel Lombardero
7 febrero, 2001 01:00Campoamor puede gustar más o menos como poeta pero fue un protagonista innegable de un período realmente apasionante de la Historia de España, que abarca desde la restauración absolutista de Fernando VII a la restauración liberal del rey Alfonso XII
Nacido en Navia en 1817, Ramón de Campoamor no tardó en encaminarse hacia Madrid con la intención de abrirse paso en la vida y triunfar. Apenas veinteañero, en 1837, publicaba en la revista No me olvides un artículo titulado "Acerca del estado actual de nuestra poesía" donde arremetía contra "el romanticismo degradado" formado por "sangrientas escenas, sueños horrorosos, crímenes atroces, execraciones, delirios y cuanto el hombre puede imaginar de más bárbaro y antisocial". Frente a esa degradación, sugería la adopción de un romanticismo que conmoviera las pasiones del hombre para hacerle virtuoso, un objetivo que persiguió en sus Fábulas (1842) y en sus Doloras (1846). En buena medida, en aquella declaración de principios se resumía gran parte de la obra posterior de Campoamor, un personaje que se sentía identificado con el liberalismo moderado y que no podía ver sino con aversión los excesos revolucionarios de la época. Moderado pero no reaccionario. De hecho, el carácter liberal de Campoamor iba a tener como consecuencia directa su repudio por parte de los elementos ultramontanos de la España del XIX. Alejandro Pidal y Mon, por ejemplo, llegó a aprovechar el prólogo a uno de los volúmenes de las obras de Campoamor para arremeter contra el escritor. Tras señalar que algunas doloras y fábulas eran "joyas", añadía que "brilla tanto por sus bellezas literarias como por sus deformidades morales" ya que "si fuera menos artista sería un escritor pornográfico" y remataba afirmando que era "el más funesto de los escritores". Tampoco la progresía de la época le ahorró sus ataques. Clarín le acusaba de caer en la "paradoja burguesa" caminando por trilladísimos senderos. Quizá, pero Campoamor tenía un éxito extraordinario entre las lectoras que lo veían como un hijo ejemplar y marido excelente… situaciones ambas falsas.
Sin embargo, sería un error reducir la figura de Campoamor a la de un poeta más o menos logrado. De hecho, escribió un sesudo libro de filosofía -Lo absoluto-; examinó con ojo crítico y certero a los políticos de su época; fue senador por León; se enfrentó con Martinez de Rosa provocando en éste un malquistamiento que retrasó la entrada del poeta en la Academia y provocó los comentarios, a favor o en contra pero nunca indiferentes, de personajes de la talla de Valera, Clarín, Menéndez Pelayo o Cánovas.
Posiblemente ésta sea otra gran razón para sumergirse en la lectura de esta biografía. Campoamor puede gustar más o menos como poeta pero fue un protagonista innegable de un período realmente apasionante de la Historia de España que abarca desde la restauración absolutista de Fernando VII a la restauración liberal de Alfonso XII pasando por las guerras carlistas, las revoluciones y los intentos liberales de modernizar una nación que se había quedado atrasada. Se trata en suma de una parte de la historia patria sin cuyo conocimiento nuestros días son incomprensibles.