Image: Do fuir

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Ensayo

Do fuir

Andrés TRapiello

28 febrero, 2001 01:00

Pre-Textos. Valencia, 2000. 550 páginas, 4.275 pesetas. LOS CAMINOS DE VUELTA. Valdemar. Madrid, 2000. 341 páginas, 1.900 pesetas

Cuenta Andrés Trapiello con no pocos detractores, y casi ninguno ha dejado de ganárselo a pulso. Le gusta arremeter contra los molinos de viento del arte contemporáneo, o contra el rentable y confortable progresismo de tantos intelectuales, y quiere además ser reconocido entre los primeros en todos los géneros literarios que practica: el articulismo, la poesía, la narrativa... Molesta su ambición, pero molesta más su talento y su insólita capacidad de trabajo.

Son muchos, amigos y enemigos, los que esperan el tomo anual de su diario -grata costumbre desde 1990- para verle dar un traspiés y perecer aplastado por la prosa de su faraónico empeño. Pero tendrán que esperar un año más. Con Do fuir Trapiello ejecuta un triple salto mortal, y vuelve a salir airoso.

Sí, aquí están de nuevo los días en Las Viñas, las escenas familiares, las librerías de viejo, los ajustes de cuentas con este o aquel colega, Gaya, los retratos de amigos camuflados con unas iniciales, las páginas viajeras... Sí, aquí está todo lo que los habituales esperamos, y todo lo volvemos a descubrir con el mismo apasionamiento, admiración y, en algunos casos, irritación que la primera vez.

"Hay muchas clases de diarios, porque existen muchas clases de personas", leemos en el prólogo. Los de Trapiello están escritos en dos tiempos. En Do fuir reconstruye 1995 desde la perspectiva de cinco años después. Se explica así que cuando nos narra el primer encuentro con el joven autor de un libro titulado Coños ya se ponga en guardia contra futuras puñaladas.

Importan poco las trampas de la memoria en un diario que quizá los puristas califiquen como un falso diario, pero que es verdadera literatura. Trapiello necesita que pase el tiempo para que la experiencia se le convierta en materia literaria, por eso no hay que pedirle a sus páginas fidelidad notarial. Importa poco que Pessoa -al contrario de lo que se afirma en la página 319 para desacreditar a Tabucchi- no muriera en 1938, sino en 1935, y que se le dedicaran algo más que unas líneas en los periódicos de Lisboa ("Morreu Fernando Pessoa, grande poeta de Portugal" tituló el Diario de Notícias en primera página); a Trapiello, como a Umbral, le preocupan poco los datos exactos.

Hay en Do fuir un libro dentro de otro. Las muchas páginas que se dedican al viaje a Cuba de un grupo de escritores podían haber sido editadas independientemente. En ellas encontramos los más variados materiales: costumbrismo y sátira, comicidad y lirismo, un hermoso retrato de La Habana y una caricatura del progresismo de salón. Son páginas para reír y también para llorar. Páginas que pueden compararse con las que escribió en su dietario Esquirlas otro de los participantes, Antonio Martínez Sarrión, empeñado en una cruzada antiliberal, le parece obsceno que sus colegas escritores compren libros viejos -pagados en dólares- en los puestos de la Plaza de Armas: lo considera "un intento de expolio del patrimonio cultural de la nación". Después de leer tales lucubraciones, ya no nos parece que Trapiello haya caricaturizado demasiado a sus compañeros de viaje.
Risas y lágrimas alternan en esta nueva entrega del Salón de los pasos perdidos. Abundan menos que en otros tomos los retratos crueles de escritores, aunque el autor no nos perdona la exhibición de algunas minúsculas heridas de su vida profesional. Mayor interés que la fauna literaria presenta la no escasa nómina de mendigos, locos, gente común, humillados y ofendidos. A veces le basta al autor una anotación encontrada en un libro de segunda mano para construir toda una fabulación verosímil en torno a un personaje. La vida familiar tiene también una cada vez mayor presencia en estas páginas. Trapiello ha sido capaz de vencer el pudor tradicional del escritor español y le vemos en la intimidad, con su mujer y sus hijos, sin que nos haga sentir unos intrusos ni parecer él un exhibicionista. El capítulo inicial del libro resulta, en este sentido, insuperable en su elegante intimismo, en su contenida emoción. A un diario de Trapiello, dedique quinientas o mil páginas a fabular un año de su vida, nunca le sobran demasiadas páginas. Es de los pocos escritores que saben hacer de la prosa una música asordinada que nunca nos cansamos de escuchar.

Acompaña en las librerías a Do fuir una nueva recopilación de la peculiar crítica literaria de Andrés Trapiello, nada académica -la burla de la erudición universitaria es una de sus obsesiones-, injusta con quien no es de su gusto, pero sugerente y enriquecedora como pocas. Los caminos de vuelta, que podría subtitularse "la novela de un lector", vuelven a Baroja, a Cervantes, a Gutiérrez Solana, a Juan Ramón... Todos viejos conocidos, pero revisitados con la misma pasión que la primera vez. El afán exhaustivo le hace incluir prescindibles artículos (ataques a novelistas "ominosos" aprovechando que el Pisuerga, o el Quijote, pasa por Valladolid, unas desajustadas líneas sobre La Regenta), pero las espléndidas páginas dedicadas a Eugenio Noel, a Andrés González-Blanco, a Cansinos compensan con creces las ocasiones en que dormita Homero y atestiguan que la maltratada crítica puede ser también creación.