Image: Historia de un continente

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Ensayo

Historia de un continente

Jean Michel Gillard y Anthony Rowley

28 febrero, 2001 01:00

Traducción de Catalina Ginard. Alianza. Madrid, 2000. 560 páginas, 5.900 pesetas

Historia de un continente es un excelente ejemplo de buena síntesis histórica dirigida a un público amplio. Bien escrito, muestra una gran capacidad de concentración en las líneas de evolución fundamentales, dejando a un lado ingentes cantidades de datos

La Historia no tiene por qué ser un género literario reservado para especialistas, ni hay razón alguna para que su prosa sea árida y confusa. Tampoco parece necesario crear un tipo de historiador dedicado a la divulgación segregado del tronco central de la profesión. Precisamente porque la Historia es una reflexión sobre nuestro pasado y, por lo tanto, sobre nuestra identidad, debe ir siempre dirigida a un público amplio, a un ciudadano con formación e interés, pero no necesariamente especializado. Por sorprendente que pueda parecer para muchos lectores nacionales, en países de nuestro entorno cultural como Francia, Alemania o el Reino Unido obras históricas son objeto de tiradas importantes y amplios debates.

Sin embargo, por grande que sea el esfuerzo divulgador del historiador, es necesario que el lector disponga de una base cultural. La enseñanza secundaria de nuestro país no ha facilitado al ciudadano una buena formación histórica. En los años del Franquismo se ocultaba la importancia de la España liberal y se inculcaban mitos sobre la unidad de España o la España Imperial. Con la Transición nuevos mitos nacionalistas sucedieron a los antiguos, al mismo tiempo que la formación humanística decaía ante la emergencia de los conocimientos tecnológicos.

A la debilidad de la base había que añadir el efecto de modas "cientifistas" sobre la forma de escribir historia. Durante algunas décadas buena parte del oficio compitió en amenidad con los tratados de ingeniería industrial, con los resultados previsibles. En los últimos años hemos visto aparecer un buen número de libros escritos por destacados académicos, capaces de conocer en profundidad complejos problemas acaecidos tiempo atrás y de narrarlo con prosa sencilla, precisa y hasta elegante. Ese es el camino para formar ciudadanos aptos para comprender su entorno y desechar los análisis pseudo-históricos que reciben desde distintas direcciones.
Esta Historia de un continente es un excelente ejemplo de buena síntesis histórica dirigida a un público amplio. Bien escrito, sobre todo los primeros capítulos, con una gran capacidad de concentración en las líneas de evolución fundamentales, dejando a un lado ingentes cantidades de datos y hechos en pos de una visión global de lo realmente trascendente. Combina con naturalidad elementos políticos, sociales, económicos, ideológicos o de las mentalidades, y evita compartimentaciones propias de un manual académico. Explica problemas, no describe situaciones; lo que implica dar por sentado que el lector tiene ya suficiente información sobre Historia europea, una suposición infundada para el caso español.

Normalmente, un libro de estas características gira en torno a los estados y a las grandes corrientes ideológicas. No es el caso. Aquí el sujeto de la acción es Europa, una civilización que deviene en forma supra-estatal, en un proceso cultural y político que vertebra siglo y medio de vida en común. La opción es legítima, pero muy discutible.

Los historiadores somos personas y como tales tenemos valores. También somos ciudadanos, partícipes de los prejuicios de la sociedad de la que formamos parte activa. De ahí que la objetividad sea una meta inalcanzable, pero a la que no debemos renunciar. La obra que comentamos es, por encima de todo, un libro francés. Como tal participa del tradicional galo-centrismo: proyecta una visión de Europa poco europea, pero muy francesa, en especial cuando se refiere a la Guerra Fría o a las instituciones europeas. Hay así una ejemplar e interesada confusión entre la visión francesa de Europa y el europeísmo. Una galo-complacencia recorre sus páginas, no reconociendo a menudo en qué medida la diplomacia francesa, tan llena de retórica y de gestos, ha supuesto un freno a la integración europea en muy diversos campos.

Sus autores no son especialistas en Historia española y de ello queda constancia en algunas de sus páginas, faltas de precisión. Responsabilidad del editor, que no de los autores, son algunos problemas de traducción, como confundir "armée" con "armada", o conceptos estratégicos reconocidos por organismos internacionales, como es el caso de la "respuesta flexible" que aparece citada como "réplica graduada". Con sus prejuicios y sus insuficiencias no deja de ser una excelente síntesis de la historia común de los pueblos europeos, muy bien escrita, que ayudará a muchos a ordenar sucesos y a analizar la compleja realidad de nuestro tiempo.