Ensayo

La obra maestra desconocida

Honoré de Balzac

7 marzo, 2001 01:00

Ilustraciones de Pablo Picasso. Traducción de J. Albiñana. Prólogo de Josep Palau i Fabre. Círculo de Lectores, 2000. 128 págs. 2.950 pesetas

Desde las Vidas de los pintores más ilustres de Vasari al Manifiesto Surrealista, de Breton, por poner dos ejemplos bien distantes, el texto literario siempre ha servido de contrapunto a la creación artística, ya fuera para recoger sus vicisitudes ya como fuente de inspiración. Concretamente, en los dos últimos siglos, media docena de obras literarias son de enorme interés desde el punto de vista artístico, porque dan carta de naturaleza a una cierta sensibilidad que no encontraba medio de reconocerse.

Vista desde lejos podemos encontrar ciertamente incongruente la pareja Balzac-Picasso, pues nada parece más opuesto a la libérrima creatividad picassiana que la escritura fotográfica de quien se calificaba a sí mismo de "secretario de la realidad". Pero Balzac, aparte de ser -en La comedia humana- el autor de un universo perfectamente intercambiable con el cotidiano, lo fue también de una veintena de novelas filosóficas, una de las cuales es ésta de la que hablamos.

Escrita en 1832, ambientada en la Francia del siglo XVII, surtida de un fondo de ideas y términos heredados del renacimiento, La obra maestra desconocida plantea sin embargo un problema absolutamente moderno -y desde esta perspectiva, crucial-, como es la necesidad de que el arte interprete la realidad en lugar de ser su mera copia. La narración está soportada por cuatro personajes masculinos -tres pintores históricos y uno de ficción-, que encarnan posiciones diferentes frente al hecho artístico, y dos femeninos, que representan la mujer real -amiga y modelo- y -una antigua cortesana-, el ideal femenino.

Todos estos aspectos empiezan a hacernos entender el porqué del interés de Picasso en la obra. El hecho de que el taller de Porbus, donde comienza la narración, fuera casi con total seguridad, el mismo que Picasso ocupó a partir de 1937 en la Rue des Grands Agustins -donde pintó Guernica-, no hace sino completar las afinidades.
La obra que ahora publica el Círculo de Lectores, en la primera edición realizada por Ambroise Vollard en 1931, contenía dos series de grabados: 13 aguafuertes realizados por Picasso en 1927 y 1931, junto a 65 dibujos de 1924 grabados en madera por Aubert. En aquella ocasión, además, Picasso intercaló cierto número de dibujos a pluma. La edición que tenemos entre las manos reproduce, como ha hecho la mayoría, sólo los 13 aguafuertes. Son de tipo figurativo y en lineas generales acompañan el discurrir del texto. Se ha añadido también, con buen criterio, uno de los grabados en madera, pues en ellos Picasso interpretaba de forma personal los problemas del protagonista de la novela en su tarea de representar en su verdad esencial a la modelo. El paralelismo entre los propósitos de Frenhofer y los del propio Picasso es evidente y Picasso, como haría luego en otras ocasiones -por ejemplo con Degas- parece disfrutar encarnando en otro pintor su propias obsesiones.