Baroja o el miedo
EDUARDO GIL BERA
21 marzo, 2001 01:00Baroja o el miedo contiene datos aprovechables. Lástima que todo quede sepultado bajo un alud de invectivas enconadas. La actitud de perdonavidas intelectual del autor ha malogrado el intento
Más que una biografía propiamente dicha, Gil Bera se ha esforzado por construir una etopeya, un diagnóstico caracterológico de Baroja. El relato biográfico, adobado de vez en cuando con gracietas insulsas, emanadas de quien se siente muy por encima de tanta vulgaridad -léanse las frases sobre Ortega y la filosofía (pág. 104) o sobre Nakens y los bohemios (pág. 82)-, ofrece informaciones tan esenciales y enriquecedoras como ésta, referida al viaje de Baroja a Cestona: "Así que, durante más de dos minutos, Baroja fue solo, absolutamente solo. Hacía mucho calor. ¿Tembló? ¿Tosió? ¿Suspiró? Todo pudo ser" (pág. 88). Gil Bera ha recogido y contrastado muchos datos que le hubieran permitido elaborar una aceptable biografía de Baroja, pero su parti pris adverso y cierta actitud de ceñudo perdonavidas intelectual han malogrado su intento.
Si el aspecto biográfico deja mucho que desear, las observaciones literarias muestran más al desnudo la penuria de los instrumentos analíticos puestos en juego. Juzgue el lector por esta perla: la novela La feria de los discretos "es una jaimitada que ni el padre Coloma" (pág. 186). Las acusaciones de plagio se reparten con desenvoltura. Así, el comienzo de Los últimos románticos es imitación de La cousine Bette, y luego toma en préstamo un conocido vaudeville de Labiche. Cualquier analogía o semejanza le parece al autor copia y plagio, criterio elementalísimo con el cual podría acusarse a Shakespeare de haber plagiado a Bandello para escribir Romeo y Julieta. Pero claro está que los críticos y los historiadores de la literatura son miopes y no poseen el "mínimo de cultura literaria" para advertir, por ejemplo, como hace providencialmente Gil Bera, que el "Elogio de los viejos caballos del tiovivo" incluido en Paradox, rey es un "plagio cursi" (pág. 192) del poema "Chevaux de bois", de Verlaine. Volver a estas alturas sobre una sugerencia tan añeja, que nadie que haya leído a Verlaine sostendría, recalca la escasa novedad de los planteamientos críticos utilizados. Afortunadamente, el autor no ha recordado un conocido poema de Antonio Machado sobre el mismo asunto, porque también habría tenido motivos para seguir repartiendo mandobles y asestar de este modo un golpe de gracia al poeta sevillano.
Baroja o el miedo es una obra que contiene datos aprovechables y algunas informaciones del mayor interés. Lástima que todo ello quede sepultado bajo un alud de invectivas enconadas, observaciones irrisorias y frágiles argumentos. Es el precio que a menudo se paga cuando un autor comienza su tarea enarbolando con más fuerza el sable que la pluma.