Ensayo

La fuente impura

John Laughland

4 abril, 2001 02:00

Andrés Bello. Barcelona, 2001. 409 páginas, 3.325 pesetas

Si el punto de partida es de por sí malintencionado, los medios que utiliza son más que discutibles. Forzando argumentos y descontextualizando hechos o declaraciones trata de presentar a la Unión Europea como la quintaesencia de lo antidemocrático

La Unión Europea es una organización imperfecta. Tenemos sobradas pruebas de su carácter antidemocrático y de sus elevados índices de corrupción e ineficacia, que la propia Comisión reconoce en sus informes.

Normalmente los estudios sobre este extraordinario proceso histórico tienden a valorar sus aspectos positivos y negativos, tratando de comprender cómo se ha llegado a la situación en que nos encontramos, cuáles son los logros y dónde están los problemas a resolver. Sin embargo, éste no es el camino seguido por John Laughland.
El autor de La fuente impura. Los orígenes antidemocráticos de la idea europeísta no tiene dudas al respecto. Desde unos sólidos prejuicios, asentados en el núcleo más nacionalista del Partido Conservador británico, Laughland realiza una encendida defensa del estado-nación y una crítica de lo que él entiende son los fundamentos doctrinales del europeísmo. Para ello rastrea los enunciados programáticos de fuerzas no democráticas del pasado y pone en evidencia los elementos de continuidad con los utilizados por los defensores del proceso integracionista. Si el punto de partida es de por sí malintencionado, los medios que utiliza son más que discutibles. Forzando argumentos y descontextualizando hechos o declaraciones trata de presentar a la UE como la quinta- esencia de lo antidemocrático. Sin embargo, tan obvio es el objetivo y las herramientas de que se vale que el discurso pierde credibilidad.

¡Qué duda cabe que es necesario criticar la Unión Europea! Pero para hacerlo es fundamental comprender el proceso que ha seguido y sus condicionantes. ¡Cómo podemos denunciar el carácter antidemocrático de la Unión y, al mismo tiempo, reivindicar el estado-nación si lo segundo lleva a lo primero! La redacción del libro pudo resultar un beneficioso desahogo para el autor y su lectura, qué duda cabe, será del gusto de algún militante del euroescepticismo más radical. Sin embargo, por encima de todo, es una prueba de la pobreza de ideas de esos mismos sectores. El problema de la UE no es que Hitler ya advirtiera de la necesidad de una Europa Unida, sino la objetiva necesidad de aunar esfuerzos para poder afrontar las cuestiones de nuestro tiempo porque, nos guste o no, el estado-nación europeo es incapaz de hacerlo en soledad.

La vida es cambio. El estado, tal como lo entendemos, es un hecho reciente que no ha dejado de transformarse. En el futuro asistiremos a mudanzas impuestas por las necesidades del momento que harán difícilmente reconocible el modelo original. El reto de políticos es guiar ese proceso, sabiendo hacia dónde y por qué se orienta la nave en una dirección y no en otra. El Partido Conservador británico está dividido y en la oposición. El extraordinario liderazgo de Margaret Thatcher concluyó con una revuelta parlamentaria acaudillada por su exministro de Asuntos Exteriores, sir Geoffrey Howe, por su política europea. Su sucesor, John Major, tuvo que gobernar en medio de tempestades producidas por la pugna entre euroescépticos y europeístas en el seno de su propio partido. Una tensión que acabaría minando la credibilidad de la vieja formación política. Hoy el antieuropeísmo radical de Hague es una más de las razones por las que previsiblemente perderán las próximas elecciones. Y es que el antieuropeísmo fundamentalista es estéril, hasta el punto de haber privado al Reino Unido de la influencia en los asuntos continentales a la que su condición de vencedor en la II Guerra Mundial y puntal de la democracia en Europa le hacía merecedor.