Image: Diccionario del español de Argentina

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Ensayo

Diccionario del español de Argentina

Claudio Chuchuy (coordinador)

25 abril, 2001 02:00

Gredos. Madrid, 2001. 729 páginas, 7.300 pesetas

La consulta de este Diccionario permite comprobar que las diferencias que ofrece el idioma se refieren sobre todo a los usos del registro coloquial y familiar, mientras que en el nivel culto la lengua mantiene una extraordinaria unidad

Este volumen forma parte de un ambicioso proyecto, consistente en la publicación de una serie de diccionarios contrastivos del español de América dirigidos por Gönther Haensch y Reinhold Werner, con la colaboración en cada caso de numerosos asesores y redactores que en esta breve nota es imposible detallar. Nos encontramos ante un excelente trabajo lexicográfico, que agrupa informaciones diversas en cada entrada: qué acepciones son comunes al español peninsular y el argentino, cuáles son las formas equivalentes entre nosotros cuando no existe coincidencia, a qué registro del habla pertenecen determinados usos...

Los instrumentos teóricos que sustentan el Diccionario se especifican en la nutrida bibliografía que se ofrece, donde sólo habría que señalar algunos olvidos: entre otros, un trabajo ya clásico de Américo Castro, un libro fundamental de R. Grossmann aparecido en 1926 o el Diccionario lunfardo (1975) de J. Gobello, del que se citan, sin embargo, otras obras. Sorprende también que, recogiendo en el corpus léxico -como no podía ser de otro modo- la interjección ¡che! no se incorpore a la amplia bibliografía el insustituible artículo de ángel Rosenblat sobre esta forma.

El volumen incluye, además, un útil índice en el que se resumen, contraponiéndolos escuetamente, vocablos del español peninsular y el argentino (abanicar/apantallar, autobús/colectivo, carestía/ carura, patrocinador/auspiciador, transigir/transar, etc.), así como una nomenclatura botánica que contiene la identificación de numerosas especies vegetales con la denominación linneana correspondiente. Es aquí donde los contrastes y las diferencias son mayores, puesto que muchos vocablos, procedentes a menudo de las lenguas indígenas americanas, designan especies autóctonas y exclusivas de aquel continente: ñandubay, camambú o caraguatá, por ejemplo, no parecen tener equivalencia específica en España. Pero, dejando aparte este campo semántico concreto, la consulta del Diccionario permitirá, además, a cualquier lector interesado comprobar con infinidad de ejemplos que las diferencias apreciables que ofrece el idioma se refieren sobre todo a los usos del registro coloquial y familiar, mientras que en el nivel culto la lengua mantiene una extraordinaria unidad. El uso argentino ha mantenido préstamos que aquí fueron desechados hace tiempo, como speaker por "locutor", junto a otros que encubren mínimamente su origen foráneo: kerosén, surfilar ("sobrehilar"), service ("servicio de asistencia técnica"), etc.

Una obra lexicográfica de esta naturaleza no puede estar exenta de pequeños desajustes o imprecisiones de fácil corrección. Así, empadronamiento y empadronar se recogen exclusivamente con la acepción que también poseen en el español peninsular -en contra de lo que se dice- y que ha invadido el ámbito de censar. O bien se anota patente como "impuesto de circulación" en España, sin advertir que es denominación desusada. Sí se indica, en cambio, que baldear con la acepción "limpiar el suelo tirándole baldes de agua" es poco frecuente en España, lo que resulta discutible, sobre todo en ciertos sectores, como el de la marinería.

Como equivalente peninsular de apeñuscar se ofrece apiñar, cuando lo cierto es que apeñuscar es forma aún viva entre noso-tros; se oye en boca de gentes no contaminadas por el empobrecido léxico de gacetilla que nos invade, e incluso está documentada en el Diccionario del español actual de Manuel Seco, lo que no es precisamente aval de poca monta. Habría que revisar algunas equivalencias léxicas.

En la entrada prolijamente se indica que para un argentino significa "con esmero, orden y pulcritud", y se da como equivalente en el español peninsular cuidadosamente. ¿Por qué no esmeradamente, ordenadamente, pulcramente? Por otra parte, conviene señalar que la acepción "a" de la fórmula de rompe y raja no es -dejando a un lado la variante fonética meridional de rasga- algo exclusivo de Argentina, sino perfectamente normal en España. Pequeños lunares de índole análoga y algún desliz de bulto -como el de recoger a boleo por a voleo- no menoscaban el valor y la utilidad de este Diccionario del español de Argentina, notable tanto por la riqueza de los materiales allegados como por la técnica lexicográfica en que se apoya.

Acaso el respaldo de autoridades literarias -algo que, evidentemente, no entraba en el propósito de los compiladores- hubiera dado más solidez a algunas definiciones, además de sugerir la frecuencia o, al menos, el entorno propio o idóneo de ciertos usos que de este modo, tal como aquí aparecen, quedan un tanto indiferenciados socialmente, como si pertenecieran a un mismo estrato lingöístico; algo que la realidad se encarga de desmentir. Pero tal vez esta observación encierra el esbozo de otro diccionario que aquí no se ha planteado y cuya posibilidad no pone en entredicho la excelente calidad de éste con el que ya contamos.